Sergio Madero Villanueva/Abogado
Si una persona muy importante le invita a cenar, seguramente usted se ocupa de llegar a tiempo, demostrándole el valor que le da y el respeto que le tiene. Por eso me saca de onda que a media misa siga llegando gente, incluso después de la homilía, digo, ¿qué no saben a qué hora empieza la misa? Si ya no llegaron ¿por qué no van a una más tarde? Si saben que se batalla para estacionarse ¿por qué no se preparan con más tiempo? Monseñor Alarcón decía sobre las llamadas a misa: la primera es para que se prevengan, la segunda para que vengan y la tercera para que ya no vengan. En fin, hoy concluye el Tiempo de Navidad y aquí estoy renegando como grinch.
Navidad es una de las grandes celebraciones de la cristiandad, la reunión con la familia, los presentes, las cinturas que se quedan con una marca roja… el ánimo cambia, nos ponemos más amables, se ven más sonrisas, los desconocidos te felicitan.
Hoy día hay una tendencia a despersonalizar a los mexicanos despojándolos de su religiosidad, como si la persona trascendente pudiera vivir sin una orientación a lo trascendente, pretendiendo que se debe sortear el oleaje de las circunstancias diaria sin una criterio que permita definirse en cada coyuntura. Estas políticas debilitan el carácter personal y predisponen adoctrinamientos contrarios a nuestros principios.
Por eso es importante para los católicos no dejarse arrastrar por corrientes que se presentan con el lema de inclusión y corrección, los que conocemos la Verdad estamos obligados a defenderla y proclamarla. El Papa Francisco nos lo señala: “la noticia del nacimiento del Hijo de Dios supuestamente “ofende” a muchos, pero no podemos ni queremos callarnos. Decir “Feliz Navidad” proclama que tienes Alguien que te ama hasta el extremo, que Él es lo más grande y santo que has recibido.
Mucho me entristeció leer los mensajes de mis amigos católicos deseándome “felices fiestas”, con la ironía que me caracteriza respondía ¿fiestas patrias o a cuáles te refieres? Navidad sólo hay una, festejamos que Dios viene a nosotros.
En el ánimo navideño suele escucharse la frase “ojalá Navidad durara todo el año”, pues bien, si la Navidad es Dios que nos nace, perdurar la Navidad es hacer a Dios presente en nuestro día a día. Hay que recordar que Dios es uno y no se cambia, el mismo Dios que se hace Niño en el pesebre, es el maestro que predica y sana, Cordero de la cruz y el pan de la Eucaristía. Si en su infinita misericordia decidió venir al mundo y compartir nuestra naturaleza humana, en la locura de su amor decide transmutarse en pan, todos los días en el altar, y hacerse accesible. Si en verdad pretendes prolongar la Navidad has de tu boca un pesebre y recibe a Dios, Niño, Maestro, Cordero, Eucaristía.
El 2025 es un año jubilar, de lo que luego hablaremos; una buena forma de vivirlo será acudir a la Eucaristía de manera frecuente y debidamente preparado. Sobre la preparación para comulgar platicamos en la próxima ocasión en que nos encontremos hablando de…