El 28 de agosto la Iglesia celebra a San Agustín, obispo africano de Hipona. Con esta reflexión concluimos esta serie sobre el pensamiento y teología agustinianos…
Ing. Julio Fernández/Instituto Diocesano de Teología
El desarrollo progresivo de la comprensión de la Iglesia en San Agustín se puede visualizar en los diferentes modelos eclesiológicos que, poco a poco y debido a las circunstancias que atravesaba en cada época, se iban complementando entre sí.
En primer lugar, la auctoritas o la autoridad de la Iglesia católica que es, en realidad, la maternidad de la Iglesia. Aquí el cristiano es invitado a amar a la Iglesia como a una madre. Por eso dice san Agustín: «¡Amemos al Señor nuestro Dios; amemos a su Iglesia! Amémosle a él como padre, y a ella como madre» (en. Ps. 88, 2,14); «Os exhorto, os ruego, amad a esa Iglesia, estad en esa Iglesia, sed esa Iglesia» (s. 138, 10).
Es en este contexto que nació su conocida afirmación sobre la relación de la autoridad de las Sagradas Escrituras con la Iglesia, expresada por medio de una paradoja: «No creería en el evangelio si no me lo dijera la autoridad de la Iglesia católica» (c. ep. Man. 5, 6; c. Faust. 28, 2).
En segundo lugar, está la Iglesia «comunión». Agustín, convertido en presbítero de la Iglesia de Hipona, se vio involucrado en la cuestión donatista que había dividido la cristiandad en África. En este contexto, destacó aspectos como la fraternidad, y dijo a los donatistas: «Yo me encuentro en la Iglesia, cuyos miembros son todas aquellas Iglesias que por los Libros canónicos sabemos que han nacido de y han sido confirmadas por los trabajos apostólicos. Con la ayuda del Señor, no abandonaré la comunión con ellas, ya en África, ya en cualquier otra parte» (c. Cresc. 3, 39); «permaneceré seguro en la Iglesia» (bapt. 2,2). «Dios ha colocado la doctrina de la verdad en la cátedra de la unidad» (ep. 105, 16).
Con esta respuesta de Agustín se llegó a la clarificación teológica que causaba división y, por lo tanto, a «poner fin a la división de la iglesia en África» (V. Grossi).
En tercer lugar, está el modelo de Iglesia saeculum, Reino de los cielos o Ciudad de Dios. Para Agustín, la ciudad-Iglesia cede el paso ahora a las dos ciudades, dentro las cuales tienen su lugar también las instituciones, la Iglesia y el mundo civil.
Y, por último, la Iglesia y la cruz del Señor. El tradicional binomio antropológico Adán-Eva, nacida del costado de Adán, se transforma en el nuevo binomio Cristo-Iglesia, nacida del costado de Cristo, perforado por la lanza del soldado. Al respecto, dice san Agustín en su comentario al Salmo 100: «Si quien canta en este salmo es Cristo en su totalidad, es decir, la cabeza y los miembros, sé tú, pues, uno de esos miembros, únete a él por la fe, la esperanza y la caridad, y canta y regocíjate en él; pues él también sufre en ti, en ti padece hambre y sed. Vuelve a morir en ti y tú ya has resucitado en él». Y en su sermón 133 hace una afirmación muy profunda e interesante: «Nosotros también somos él, pues somos sus miembros, somos su cuerpo y él es nuestra cabeza, Christus totus es cabeza y cuerpo». ¡Nosotros también somos él!
Ahora bien, para concluir esta serie de publicaciones en torno a la teología de San Agustín, cuya fiesta celebraremos mañana 28 de agosto, me gustaría terminar diciendo que, así como le sucedió a nuestro querido Obispo africano, también nuestra comprensión de las cosas divinas está en progreso. Agustín no creó su teología de un solo golpe, sino que la fue desarrollando a través del tiempo mientras profundizaba en los misterios de Dios. Así pues, no tenemos que desanimarnos por no conocer lo suficiente de Dios, aunque tampoco hemos de vanagloriarnos creyendo que ya lo sabemos todo. Estamos en un proceso, la vida toda puede ser una gran aventura para conocer a Dios y vivir la caridad: amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
En este caso, el camino de Agustín en su comprensión eclesiológica puede iluminar nuestra propia relación con la Iglesia, con nuestra Parroquia.
Primero, reconociendo la autoridad de la Iglesia, que en nuestro contexto se hace concreta en el Párroco. No siempre reconocemos que el párroco es la autoridad, y ese es un primer paso para hacer nuestro propio camino eclesial.
Después, resaltar el aspecto de la comunión. La Iglesia es comunión, es unidad, es una. Esto, en la parroquia, es uno de los principales problemas, pues la diversidad de los grupos y los puntos de vista hacen que, a veces, se diluya la unidad. Por eso, este aspecto viene después de la autoridad, pues siempre una autoridad va a fungir como fundamento de unidad. Así pues, estemos todos los miembros de la Parroquia unidos entre nosotros, pero, sobre todo, en comunión con nuestro Párroco, y más aún, con nuestro Obispo, que son nuestra autoridad.
Una vez hayamos fortalecido nuestra comunión en torno a nuestra figura de autoridad, entonces nuestras relaciones se pueden hacer más fuertes, y podemos hacernos presentes en otros ámbitos fuera de la Parroquia. Así, nosotros mismos, que somos la Iglesia, haremos presente a la Iglesia en el mundo del trabajo, de la política, de las artes, de la educación, y en todos los rincones de la tierra, edificando el reino de Dios.
Todo esto, siempre teniendo en mente lo más importante: que no somos individuos aislados, ni siquiera un club de fans o una ONG… somos el Cuerpo de Cristo, somos, junto con la cabeza, el Cristo total. Brotamos del costado herido de Cristo por el bautismo. Somos la Iglesia, la esposa de Cristo, que salió de su costado como Eva salió del costado de Adán. Somos la Iglesia, que nació del agua y sangre de Cristo, es decir, del bautismo y la eucaristía.
Así pues, lo primero que nos enseña Agustín en este recorrido, es que vivir la fe es una peregrinación, un caminar juntos. Pero también, nosotros, hoy, tenemos la ventaja de que, durante estos dos mil años, ya muchos han recorrido este camino y nos han dejado su legado. Agustín hizo su camino y nos dejó su legado, que ha trascendido los siglos. Vivamos nuestro camino con ayuda de estos grandes santos que ya hicieron un gran camino.
Y, por último, quisiera motivar a todos los fieles a creer con todo el corazón en el Cristo total que nos enseña san Agustín.
Esto tiene especial importancia cuando cantamos y cuando oramos con los salmos. Por eso, creo que es de suma importancia que los coros y salmistas, y todos los fieles que oran con los salmos, conozcan la visión agustiniana del Cristo total. Estoy seguro de que esto reavivará su ministerio, y comprenderán mejor que no solo son parte de la Iglesia, son la Iglesia; y no solo son miembros de Cristo, son Cristo. Cristo es Cristo total.
¡Un gran saludo a la comunidad de la Capilla de San Agustín en Paseos del Alba! Quienes ya están celebrando hoy a su Santo Patrono con una gran Kermés. ¡Enhorabuena!