Gustavo Méndez Aguayo/Abogado y contador
El 12 de julio se celebra en México el Día del Abogado. La fecha fue elegida debido a que el 12 de julio de 1553 se realizó la primera conferencia de Derecho en México y América Latina, suceso ocurrido en la Universidad Nacional Autónoma de México.
La primera vez que se conmemoró este día en nuestro país, fue en el año 1960, durante el gobierno de Adolfo López Mateos como presidente de México -1958 a 1964-.
En este sentido, quisiera recordar algunos puntos del decálogo del abogado, pero en esta fecha trataré de hacer una analogía de la misión del abogado con algunas de las reglas de la vida diaria que propone San Benito de Nursia, quien fue un monje cristiano, considerado el iniciador de la vida monástica en Occidente, venerado como santo por las Iglesias católica, ortodoxa y luterana y a quien se celebra precisamente en el mes de julio.
El decálogo del abogado nos dice que en virtud de la transformación constante del derecho, debemos estudiar para actualizarnos, pues de lo contrario seremos cada día un poco menos abogados. San Benito, por su parte, igual nos invita a leer y a estudiar. Él mismo hacía que sus monjes dedicaran una parte importante del día a la lectura, ya sea de la Sagrada Escritura u otros libros edificantes. Para san Benito, esto ayudaba a ensanchar la mente y enseñar sabiduría del pasado y del presente.
El decálogo del abogado también nos invita a pensar y nos precisa que el Derecho se aprende estudiando, pero ‘se ejerce pensando’.
Otra propuesta del decálogo es trabajar, ya que la abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de las causas justas. Y san Benito nos señala sobre el trabajo que “la ociosidad es la enemiga del alma”. San Benito mandaba a sus monjes dividir su tiempo entre el trabajo, la lectura y la oración, de forma tal que desarrollaran un equilibrio entre cuerpo, mente y alma.
Seguimos con el decálogo del abogado, que nos habla de justicia, y nos dice que siempre debemos luchar por el Derecho, pero aclara que cuando se contraponga el Derecho a la Justicia, entonces debemos decidirnos por la justicia. Al respecto, el santo de Nursia decía a sus monjes que debían “tener la muerte presente ante los ojos cada día” y que ello les ayudaría a recordar prioridades y centrarse en lo esencial, es decir, la Justicia.
Otra propuesta en el decálogo de los abogados es la lealtad que debemos tenerle a siempre a nuestros clientes -a menos que quede claro que es indigno-. Y señala la lealtad también hacia el adversario, aun cuando él sea desleal contigo y lealtada hacia el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices.
El decálogo igualmente habla de ser tolerantes con la verdad ajena, en la misma medida en que nosotros queramos que sea tolerada la nuestra.
También nos invita a ser pacientes, ya que ‘el derecho se vengará a su tiempo de las cosas que se hagan sin su colaboración’. Por su parte, san Benito nos dice que el respeto debe caracterizar todas nuestras relaciones con las personas y precisa en su Regla: “Recíbanse a todos los huéspedes que llegan, como a Cristo”, en especial “a pobres y peregrinos”. En este sentido, queda claro que si todos somos atentos y considerados con el prójimo -incluso con nuestros enemigos-, contribuiremos a construir un mundo que refleje el amor de Dios.
El decálogo del abogado igualmente nos señala que debemos tener fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia y sobre todo, tener fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia ni paz. Pero también el decálogo invita a olvidar, pues la abogacía es una lucha de pasiones y ‘si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti’. Lo mismo dice sobre cada vez que se concluye un combate: ‘olvida tan pronto tu victoria como tu derrota’.
Ydesde luego, el decálogo invita a amar la profesión, tanto así que podamos considerar la abogacía como el consejo que le brindemos a nuestro hijo, cuando nos consulte sobre su destino. Quiero recordar que san Benito también proponía a sus monjes la disciplina de concluir cualquier cosa que estuvieran haciendo cuando llegara el momento de pasar a otra tarea, en obediencia a la voluntad de Dios.
Y no es que yo sea un aguafiestas, pero además de felicitar a mis colegas abogados, bien podríamos invitarlos a ‘no hacerle al monje’ y respetar en todo momento nuestro decálogo profesional.