Lectio Divina correspondiente 10 de septiembre de 2023, Domingo XXIII del Tiempo Ordinario…Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…
Samuel Pérez/IBSJ
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Mateo 18, 15-20.
Por eso, si tu hermano te ofende, ve y llámale la atención a solas. Si te hace caso, habrás ganado a tu hermano. Si no te hace caso, toma contigo uno o dos, para que cualquier asunto se resuelva en presencia de dos o tres testigos. Si no les hace caso a ellos, díselo a la comunidad; y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o como uno de los que recauda impuestos para Roma. Les aseguro que lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. También les aseguro que, si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, la obtendrán de mi Padre del cielo. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (Texto tomado de la Biblia de América)
Después de haber leído el Evangelio, hagámonos las siguientes preguntas para una mejor comprensión del texto:
Según las palabras de Jesús a sus discípulos, ¿qué debemos hacer primeramente si un hermano nos ofende? ¿Qué sucede si ese hermano nos escucha?
Y, si no nos escucha, ¿por qué debemos ir ante ese hermano acompañados de una o dos personas?
¿Hasta que momento hemos de decir a la comunidad sobre la ofensa de un hermano?
Si ni siquiera ante la comunidad hace caso, ¿cómo se ha de considerar a ese hermano?
¿Qué sucede cuando dos o más personas se reúnen en nombre de Dios para pedir algo?
Breve Estudio Bíblico
El Evangelio para este domingo XXIII del Tiempo Ordinario presenta la recomendación de Jesús sobre la corrección fraterna en la vida comunitaria. Así es como san Mateo inicia en su escrito el cuarto gran discurso de Jesús llamado “el Sermón Eclesiológico” donde detalla cuál es la Iglesia que Él quiere y como estructurar a la comunidad. Recordemos que san Mateo presenta a Jesús como el Mesías, el profeta de la nueva ley. Por ello, intenta hacer de su Evangelio una nueva ley para Israel; así como la ley era lo más importante para el hombre del Antiguo Testamento, el Evangelio va a pretender ser la nueva ley para la comunidad cristiana. Jesús presenta en el discurso las recomendaciones en las que se resaltan ciertas reglas del Antiguo Testamento que aparecen en la primera lectura (Ezequiel 33, 7-9) y en el libro del Deuteronomio. Se puede discernir que esta perícopa va dirigida a una comunidad cristiana que experimenta conflictos en la convivencia y la fraternidad. Jesús pretende inculcar los principios de vida acompañados por actitudes y acciones que se han de vivir en la comunidad y, en este caso, cuando se sabe que un hermano llega a ofender o a pecar llevando una vida fuera del testimonio que deben de vivir los discípulos de Jesús desde el respeto, el amor y el perdón. La comunidad es responsable de cada uno de sus miembros y ha de estar atenta las necesidades de cada uno, sobre todo de los más débiles e indefensos. Cristo describe el camino para ir por el hermano que se aleja y reorientarlo a la comunidad pues siempre hemos de tratar a cada persona como nuestro hermano y actuar según la voluntad de Dios cuyo amor desborda todo cálculo humano ofreciendo a cada miembro de la Iglesia la gracia divina: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Para profundizar en el Evangelio contestémonos a nosotros mismos, con sinceridad, las siguientes preguntas:
Cuando un hermano de la comunidad y/o miembro de mi familia comente un error o un agravio contra una persona, ¿cómo suelo reaccionar? Mi reacción, ¿muestra la actitud de un discípulo de Cristo?
¿Soy consciente de las graves consecuencias de un mal manejo de las relaciones en la comunidad? No perdamos de vista que, ante todo, se busca la salvación de cada miembro de la comunidad: Si te hace caso, habrás ganado a tu hermano” (Mt 18, 15b).
En nuestra comunidad parroquial, ¿Realmente nos reunimos en nombre de Dios? ¿Quiénes son esos dos o tres que se reúnen en nombre de Dios? ¿Están allí aquellos que no piensan como nosotros, los desprotegidos, quienes viven en necesidad, quienes no tienen alguna dignidad para la sociedad?
¿Qué es aquello que puedo hacer y aportar en mi familia y comunidad para lograr un entorno social más fraterno que pueda vivir en paz y armonía?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor Jesús,
que reunidos en tu nombre como la Iglesia que tú deseas,
caminemos juntos desde el amor, el respeto y el perdón
con la determinación que exige el convivir realmente como hermanos.
Danos la fortaleza y sabiduría de corregir nuestras malas obras
y de ser misericordiosos al momento de corregir a algún hermano
buscando siempre y, sobre todo,
que nadie se pierda y así logremos unidos alcanzar la herencia eterna.
Amén.
- Contemplación:
Para intensificar la contemplación repitamos varias veces un versículo de la Sagrada Escritura durante la semana para que alimente nuestra fe:
«Señor, que no seamos sordos a tu voz»
(Salmo 94).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
Allí donde están dos o tres reunidos en nombre de Dios, está la Iglesia. Así es, que cuando recibes y abrazas a alguien que se quiera unir a tu comunidad, lo haces con Cristo.
Propuesta: Seamos la Iglesia en salida. Vayamos por los hermanos que no creen, esperan y aman a Dios. ¡Hagámoslo! Demos evidencia de nuestra fe con nuestras acciones, oración y enseñanzas. Romperé las ataduras que no me permiten gozar de los dones del cielo reconciliándome, primeramente, con Dios y después con algún hermano con el que he perdido la paz. ¡Hazlo! Verás que bueno es el Señor.
Primera Lectura: Ezequiel 33, 7-9
Salmo 94
Segunda Lectura: Romanos 13, 8-10
Color: Verde