Pbro. Eduardo Hayen Cuarón/ Director de Presencia
Sin duda la Jornada Mundial de la Juventud fue muy positiva. Una de las intervenciones de catequesis en lengua española que más aplaudí fue la de José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela Alicante. Habló a los jóvenes sobre la ecología, tema que, francamente, a muchos nos resulta poco atractivo cuando pensamos en explicaciones sobre cómo salvar ballenas, ahorrar agua y contaminar menos el aire. Sin embargo Munilla se centró en lo que se llama una «ecología integral». Te comparto algunas de sus ideas.
Ecología o ideología
Muchas organizaciones internacionales que pretenden salvar el planeta tienen una visión distorsionada de la defensa del medio ambiente. Carecen de una ecología integral porque no tienen como punto de partida la altísima dignidad del ser humano. De esa manera esas instituciones, en su lucha contra el calentamiento global o el cambio climático, suelen ser apasionadas defensoras del aborto y la eutanasia. ¿Qué clase de ecología es aquella que pretende desaparecer a los seres humanos del planeta? Se trata de una ecología ideológica que puede hacer un daño enorme. La ecología que no toma en cuenta a Dios creador ni la grandeza del ser humano, es una falsa ecología.
El hombre, creación suprema
Hablar de ecología integral es entender que, entre las criaturas, existe una jerarquía de dignidad. Mientras que ciertas visiones ecológicas rebajan al ser humano colocándolo como uno más entre los seres que pueblan el universo, los cristianos sabemos que el ser humano tiene un lugar especial en el cosmos: ¿Señor, qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Le diste el mando sobre las obras de tus manos, y todo lo sometiste bajo sus pies (Sal 8). Aunque somos criaturas, los seres humanos tenemos una dignidad superior a las piedras, a las ranas o a las ballenas. Minerales, vegetales y animales son expresión de la belleza y la grandeza de Dios, pero sólo el hombre fue creado a imagen y semejanza suya. Sólo el ser humano es interlocutor de Dios.
Derroche de tiempo y espacio
Ante la grandeza y majestuosidad de la creación no podemos ser pesimistas creyendo que somos, los seres humanos, poca cosa. Ver al hombre frente a la inmensidad del universo y del tiempo, nos hacer preguntarnos ¿por qué tanto derroche de galaxias, y por qué tantos millones de años anteriores a la creación de la humanidad? ¿Por qué apareció el hombre tan tarde y para qué existe un universo tan grande? Pareciera un despilfarro de tiempo y espacio en donde nos sentimos muy, pero muy pequeños e insignificantes. Sin embargo toda la exuberancia del espacio y del tiempo es una inmensa declaración de amor de Dios al hombre. Nuestro pequeño mundo perdido ante tanta inmensidad es para que entendamos que así de grande es el amor que Dios nos tiene.
¿Y los extraterrestres?
Hoy está de moda hablar de naves espaciales y seres inteligentes extraterrestres. La verdad es que los científicos ven muy difícil que exista vida inteligente fuera de la tierra. La vida inteligente ha requerido una gran cantidad de parámetros y variables, que la hacen irrepetible. Vemos el universo tal como es porque nosotros existimos. Es lo que se conoce como el principio antrópico: si el universo no hubiera evolucionado como evolucionó, los seres humanos no existiríamos. Si una variable hubiera faltado en toda la evolución cósmica, no estaríamos aquí. Todo existe en función del hombre. Nuestra vida humana es la cumbre de la evolución del universo y es una declaración de amor que Dios nos ha mostrado de manera desproporcionada.
Lo visible y lo invisible
Además de la creación material, existe una creación invisible formada por criaturas espirituales incorpóreas que son los ángeles. Existen estos seres angélicos que no solamente adoran a Dios ante su presencia, sino que interactúan en el mundo con los hombres. Cada persona que viene al mundo tiene un ángel que lo custodia hasta la muerte. Además, existe en cada ser humano el alma espiritual. No se ve, pero está dando vida al cuerpo del hombre. Somos interioridad que piensa, juzga y elige libremente, y podemos abrirnos para dialogar con el Creador. Los científicos podrán teorizar sobre la evolución del cuerpo del hombre diciendo que viene de los simios, pero el alma humana no ha evolucionado sino que Dios la creó en un momento del tiempo, y la sigue creando en la concepción. Ecología integral es cuidar el alma porque nuestro último destino es la vida eterna. ¿De qué le sirve al hombre cultivar su cuerpo y vivir en pecado mortal?
Perrhijos
En las grandes ciudades se ven más parejas paseando a los perros en carriolas. Una cosa es el respeto y el cariño a los animales, y otra cosa es confundir los sentimientos con el amor. Impedir que las mascotas sean animales dándoles un trato humano, es reflejo de un drama que existe en el interior del hombre. Es un vacío afectivo que tratamos de llenar. Hacemos sujetos de derechos a los animales cuando no los tienen. Nosotros somos quienes tenemos el deber de cuidarlos y de tener una relación respetuosa con ellos.
Transgénicos y transgéneros
Al mismo tiempo que se denuncian los productos agrícolas transgénicos para aumentar la producción, se promueven las personas transgénero, estimulándolas a cambiar de sexo: transgénicos no, transgéneros sí. ¡Vaya ecología! Nuevamente se trata de una ecología no integral sino ideológica, que no respeta la naturaleza del cuerpo del hombre y de la mujer. No se respetan los ciclos de la fertilidad humana, y a través de la anticoncepción las personas se medican o se operan contra la fertilidad como si se tratara de una enfermedad. La verdadera ecología comienza por el respeto a nuestra naturaleza y por vivir en armonía con la propia fertilidad. Dios nos creó bien. Dios no se equivoca y nadie nace en un cuerpo equivocado. No podemos llamar «derechos» a nuestras heridas afectivas. Estas tienen que se reconocidas, acompañadas, sobrellevadas, curadas. Es parte de una ecología integral.