Alicia Beatriz Montes Ferrer/ Autora
En pro de la libertad se han llegado, a lo largo de la historia, a hacer verdaderas maravillas y también verdaderas atrocidades. ¿Qué es la libertad? ¿Cómo la adquirimos? ¿Se educa o se nace con ella?
La dignidad de la persona radica, junto con el entendimiento, en la libertad, pues está engarzada hasta tal punto en la sustancia o naturaleza humana que parece dimanar de ella. El libre albedrío es algo que ningún hombre se confiere a su uso, porque lo tiene ya en virtud, justamente, de su propia índole de persona… Pero el libre albedrío no está dado al hombre de una manera puramente natura y de ahí la posibilidad de educarlo.
Educar en la libertad
El hombre se hace hombre en la medida que del uso de su libertad lleve a cabo en coherencia con las exigencias objetivas (ideales, no físicas) de su propia naturaleza.
- Ramiro Pellino, del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad de Navarra, en una entrevista, nos habla del desafío actual que hay hacia una educación para conquistar la libertad, explicando que para acabar con este relativismo que nos afecta cada vez más es necesario llegar al conocimiento pleno de la verdad.
Si carecemos de este objetivo por alcanzar la verdad y nos conformamos con cualquier cosa que nos den como aceptable y normal, dejaremos detener una guía en nuestra vida, unas bases y pilares fuertes que nos dirijan nuestro camino y seremos fácilmente dominados y moldeados según el modelo ideológico que impere en la sociedad, tal y como hemos analizado que sucede. En lugar de vivir en plena libertad sin coacciones ni engaños, seremos, pues, una pieza más de todo el entramado social que gira a nuestro alrededor dirigido por unos cuantos poderosos.
Unas palabras de Víctor Frankl nos pueden ayudar a situarnos en este punto del análisis, en las que expone uno de sus muchos pensamientos sobre su experiencia en los campos de exterminio y manifiestan esa libertad interior que podemos hacer florecer en los niños:
“…Comprendió entonces con una nueva luz que él era un ser autoconsciente, capaz de observar su propia vida, capaz de decidir en qué modo podía afectarle todo aquello. Entre lo que estaba sucediendo y lo que el hiciera, entre los estímulos y su respuesta, estaba por medio su libertad, su poder para cambiar esa respuesta”.
Fruto de estos pensamientos de Frankl se esforzó por ejercitar esa parcela suya de libertad interior que (aunque estuviera sometida a tantas tensiones exteriores a su alrededor), era decisivo mantener intacta. Sus carceleros tenían mayor libertad exterior, tenían más opciones entre las que elegir. Pero él podía tener más libertad interior, más poder interno para decidir acertadamente entre las pocas opciones que se presentaban a su elección.
Libertad en el desarrollo de los niños
Educar, nos dirá Enrique Rojas, es convertir a alguien en una persona más libre e independiente.
La tarea del educador ha de ser la de sacar de cada persona lo mejor de sí mismo, pulirlo y limarlo, no sin sacrificios, renuncias, sufrimientos… que llevaran a construir la felicidad que se busca en cada persona. Como veremos, lograr esa libertad es tarea principal y originaria de la familia.
Un niño ha de crecer sabiendo que su libertad no consiste en hacer lo que con independencia desee, sin tener en cuenta las consecuencias, sobre todo, las que repercutan en los demás. No consiste en una ausencia de compromisos, ya que toda acción conlleva unas responsabilidades que hay que enseñar al niño. Mediante pequeñas tareas en el hogar que supongan un esfuerzo personal por realizarlas, con unas normas y rutinas pactadas, sabiendo que eso que hace afecta en los otros positiva o negativamente, tanto si lo hace como si no, y asumiendo las consecuencias en caso de no llevarlo a cabo correctamente.
Y ¿qué tiene que ver esto con la libertad? Pues mucho, ya que precisamente en la actualidad se concibe libertad como la ausencia de responsabilidades, cada cual puede hacer lo que quiera sin que se le obligue o coaccione. Se huye del compromiso, como se visibiliza claramente, por ejemplo, en tantos jóvenes que ya ni se casan, o las parejas que no quieren el peso de los hijos porque suponen una “carga” mas e incluso los que se quejan por tener demasiado quehacer en el trabajo…
Las personas que han sido educadas en la libertad que otorga la capacidad de poder hacer las cosas porque se quieren hacer, experimentan que, aunque a veces no gusten y cuesten el sudor de la frente, se consigue con ello un bien mayor. En caso contrario, no pueden entonces hacer otra cosa que buscar en su vida lo que les resulte mas fácil, lo que no compromete en una responsabilidad que suponga sacrificios.
Son personas que viven generalmente con miedo, un miedo a perder su comodidad, su mundo ya mas o menos planificado, miedo al esfuerzo, viviendo sin grandes altercados que pueden traer mas trabajo y, sobre todo, miedo al sufrimiento que supone asumir la realidad con todo su peso y verdad.
Ya lo decía Aristoteles: solo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego.
Adecuada libertad
Para lograr una adecuada libertad interior en el niño, debe de haber un clima de respeto y confianza en el hogar entre los padres con su hijo.
La familia es el lugar donde uno se puede manifestar tal cual es y se le quiere así, como es, sin exigirle que aparente otra cosa, sin embargo, es cierto que se espera y se confía, tanto de los padres como en el niño, de que se comporten con una responsabilidad en sus acciones.
También otorgarle de la capacidad crítica de poder tener una reflexión seria sobre los acontecimientos y situaciones que le suceden. Cuando a un niño se le muestran varias alternativas y se le invita a elegir la que más le conviene a él y a los demás, sin olvidar las consecuencias, ha de hacer uso de ese ejercicio de la libertad responsable. Dependiendo de la edad podrá comenzar a hacer uso de la inteligencia racional con mayor capacidad. Podemos ayudarle a comprender que, haciendo una determinada cosa, las consecuencias serían unas en concreto y no otras. Criticando a los amigos, los ira perdiendo. Engañando a sus padres, perderá la confianza. Cogiendo cosas que no son suyas a a escondidas, podrá convertirse en ladrón. Bebiendo alcohol en exceso ira destruyéndose por dentro.
Cuando aun está en la edad infantil y principios de la niñez, han de ser los adultos, normalmente los padres, los que les indiquen que ha de hacer, pues ellos aún no han adquirido esta capacidad.
Ordenar el escritorio ha de ser una solicitud de lo padres al principio, pero al cabo del tiempo, con el habito adquirido, podrá haber intrioducido en su el valor del orden.
¿Libertad o libertinaje?
La realidad es que en la vida, el niño no podrá hacer siempre lo que se le antoje, y cuando vaya creciendo, este niño tan mini y tiernecito, se convertirá en un adolescente que seguirá demandando a los padres lo que le venga en ganas, y así comenzaran a verse las graves consecuencias de esa equivocada educación.
Las repercusiones para este niño son desastrosas: incapaz de esforzarse por nada ni nadie, sin el valor de la empatía, tan solo hasta un cierto límite muy restringido, pues innegablemente, todo gira en torno a sí mismo, llevará una vida cómoda, sin exigencias, sin saber lo que es el cumplir unas responsabilidades y normas, por lo que en el colegio, universidad y trabajo lo llegará a pasar mal sintiendo, a menudo, un gran sobreesfuerzo en lo que haga. Y ni decir en un futuro con su propia familia, si llega a tenerla, no tendrá resistencia a la frustración ante acontecimientos que se le tuerzan, ante los sufrimientos y contrariedades que generan los hijos. Tampoco habrá de esperar para alcanzar lo que desea o necesita, por lo que será impulsivo y carente de control, ansioso y un largo y etcétera.
Dejar actuar a un niño con naturalidad, dejarle con una libertad mal entendida, (ya que sería libertinaje) es abrirle las puertas para que se animalice.
Los animales sí actúan con naturalidad, es decir, guiados por sus instintos, nosotros las personas necesitamos un orden moral, unas normas a las que atener nuestra conducta, estamos capacitados de una inteligencia, la cual nos otorga de voluntad y esta con la libertad de elección, nos permite tener un comportamiento auto guiado y dirigido hacia lo más adecuado.
La educación basada en la libre elección de niño para que actúe con naturalidad implicaría dejarle que coma si tiene ganas, y si no, pues en otro momento, o que elija el menú que quiera, no lo que haya para comer para toda la familia, en lugar de hacerle comprender que él no es más especial que los demás, por lo que debe comer lo mismo sin privilegios, o que se debe comer en un horario determinado porque, entre otras cosas, el orden trae sosiego y tranquilidad interior y porque la vida está llena de normas y horarios ante lo que no vale el que apetezca o no. O dejar que se meta en la cama de los padres para dormir siempre que quiera, porque tiene ganas o tiene miedo, en lugar de explicarle que cada uno tiene su lugar y el de los padres ha de ser respetado y enseñarle a afrontar los miedos infantiles con normalidad.
Consecuencias de una libertad mal enseñada
Fruto de una libertad mal entendida que en lugar de darle capacidad de decisión lo que estamos consiguiendo es esclavizarlo como veremos más adelante.
En una conferencia, el juez de menores de Granda, D. Emilio Calatayud, nos argumentaba como tras muchos de los delitos cometidos por los menores, se esconde la realidad de la falta de autoridad de los padres. Han perdido esa capacidad de poner normas claras y que se cumplan con obediencia, se han convertido en muchas ocasiones más en colegas o amigos que en verdaderos padres.
Bajo esta mentalidad, no es difícil que se abran las puertas a las relaciones homosexuales si el chico así las quiere, que se cambie de sexo, si así lo siente, en definitiva, es a lo que se le ha enseñado: a hacer lo que desee sin pararse a pensar si es realmente bueno para el, dejándose llevar por lo que “siente” como máxima norma comportamental, pero siendo incapaz de percibir que, quizás, las consecuencias de eso, no sean precisamente una vida dichosa y plenamente realizada.
Algunos consejos para educar en la libertad
Hemos de abrirle los ojos a los hijos y no hacer todo por ellos, sin darles la oportunidad de que se equivoquen en algunas cosas. Hacer los deberes por el niño, diciéndole las respuestas, sin darle opción a el de hacerlos mal y que aprenda a buscar la solución; recogerle la ropa sucia del suelo que deja tirada sin que él se preocupe de hacerlo; permitir que vea cualquier serie de televisión sin supervisar si es adecuada o no y ni qué decir del casi ilimitado uso del internet con el móvil que está provocando fracasos escolares y graves consecuencias delictivas.
Sobre todo, han de tener un objetivo que seguir, a corto plazo en un principio: ser limpios, ordenados, respetuosos, para más tarde alcanzar grandes proyectos de vida: una carrera universitaria, en abogado, tener una familia, alcanzar el Cielo, ser felices.
Tenemos, por lo tanto, unas orientaciones para poder educar en la libertad a un niño:
- Mostrarle todas las alternativas posibles de la realidad, con la verdad, lo bueno y lo malo, el bien y el mal, para que aprenda a escoger por sí mismo algún día, con discernimiento, la más correcta.
- Esa elección debe ser fruto de una reflexión responsable y que busque no solo su bien sino también en de los demás teniendo en cuenta su actuación a de favorecer o perjudicar a su persona en un futuro ya la de los otros y, a su vez, siendo cosciente y asumiendo las consecuencias de esa elección, lo cual implica que se pueda equivocar y aprenda a rectificar.
- Esas acciones que realice deben dirigirse hacia una meta en su vida y cuya base principal ha de ser el amor que había aprendido en su familia. No vale un objetivo a alcanzar egoísta que tan solo tenga en cuenta sus intereses personales.
- Que aprenda a no tener miedo a hacer las cosas con libertad interior, aunque esto le suponga a menudo, ir contracorriente y quedarse en cierto modo al margen en algunos ambientes.