Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucho amor, con mucho afecto, como su obispo, padre y pastor. Saludo con gran alegría a nuestra amada Diócesis de ciudad Juárez. Ya vamos en el camino del desierto cuaresmal. Hoy vivimos este tercer domingo de Cuaresma y seguimos con mucha fe, impulsados por el Espíritu, con mucha confianza en Dios, con mucha esperanza en experimentar cada día su misericordia.
La oración colecta de este domingo así nos señala: Dios, que es nuestro Padre, nos conforte con su misericordia. Es el tiempo de Cuaresma un tiempo para sentirnos confortados por la misericordia de Dios que nos perdona, nos da nueva vida. Esto sucede en el encuentro que hoy nos narra el santo Evangelio, ese encuentro entre Jesús y la samaritana es un encuentro de misericordia, es un encuentro de amor, de vida, que Jesús ofrece a esta mujer y que ella finalmente acoge la misericordia de Dios en Jesucristo, el Señor.
Primero es Jesús que se acerca, que sale al encuentro de la samaritana. Ahí vemos la cercanía de Jesús, sin prejuicios, sin complejos. Para él no hay diferencias, él no hace diferencias: que tú eres judío, que tú eres de Cafarnaúm, que tú eres samaritano o samaritana, ¡no! …él llega con el Hombre, en este caso con esta mujer y le habla sin prejuicios. Abierto a todos. Es un Jesús cercano y comienza a dialogar. Es Jesús abierto al diálogo, a platicar, Él abre su corazón y espera, en este caso de la samaritana, que también ella le abra su corazón, como finalmente pasó. Cosa curiosa: es Jesús que en un primer momento le pide ‘Dáme de beber’. Jesús le pide con esa sencillez a esta mujer, rompiendo esas mentalidades de enojo, de separación entre los pueblos judío y samaritano. Jesús le pide a la mujer y por eso la mujer se extraña y le dice ¿cómo tú, siendo judío me pides a mí, que soy samaritana, de beber?
Sin embargo Jesús comienza a hablar. Es importante dejar que Jesús hable. A veces cometemos un error: hablar, hablar, hablar… ¡no!, dejemos que Jesús hable, que él nos interpele, escucharlo, porque hay que escuchar a Jesús.
Esta mujer, de alguna manera movida por la gracia, movida por el Espíritu dejó hablar a Jesús, lo escuchó y en esa escucha le descubre su verdad su corazón, su situación personal, se convierte … finalmente la mujer termina pidiéndole a Jesús: ‘dame Tú de esa Agua Viva.
Jesús ofrece un agua viva. Jesús es vida, Jesús nos ofrece Agua Viva, Él es la vida, Él nos da la vida, nos da el perdón, nos reconcilia y nos muestra su misericordia. Es agua viva para nosotros… ‘dame Tú de esa agua que me ofreces’… y aquella mujer bebe del agua de vida que Jesús le ofrece y transforma su vida, cambia su perspectiva de la vida. De ahí en adelante fue otra mujer, otra persona, a tal punto que comienza a dar testimonio de lo que Jesús hizo en ella. Fue a comunicarle a sus paisanos la experiencia de amor, de vida que había experimentado con Jesús.
Jesús da confianza, nos da palabras de aliento, no condena ni señala con el dedo, no juzga ¡no, no! Jesús es misericordioso, con sus palabras tiernas, suaves nos alienta, nos hace ver nuestra realidad (que) es tan frágil, tan llena de miserias o de pecados. Pero lo hace para levantarnos, para darnos luz. El camino es aceptarlo: beber de Jesús, beber de su Palabra, de ese Cristo que murió y resucitó por nosotrosy está en el sacramento de la Eucaristía.
Para Jesús es importante, nos dice ese texto del evangelio, hacer la voluntad de mi Padre. Eso hay que entenderlo, que Jesús viene a salvarnos, a reconciliarnos, viene a romper barreras pues los hombres creamos barreras y divisiones a nivel personal, a nivel familiar, a nivel ciudades o países. ¡Qué triste que construyamos barreras!
Jesús rompe las barreras porque la voluntad del Padre es reunir, reconciliar a los pueblos, y ahí Jesús está uniendo a la humanidad en la persona de esta mujer samaritana, y así Jesús cumple la voluntad del Padre.
Por eso, queridos hermanos, en este domingo tercero de Cuaresma también nosotros somos como esa samaritana, también yo me encuentro en el pecado, en el egoísmo, me encuentro apartado de Dios.
Todos vivimos la experiencia del pecado, del apartarnos de Dios, sin embargo Jesús sale a nuestro encuentro, hoy Jesús sale a tu encuentro, sale contigo, te ofrece agua de beber, el agua viva ¡acéptalo!
Aceptemos a Jesús, escuchémoslo. Si hace ocho días escuchábamos la invitación del Padre: “Este es mi Hijo muy amado, ¡escúchenlo!”, ahí está esta mujer, y mucha gente escucha a Jesús y acepta su Palabra, acepta la voluntad del Padre, acepta Agua Viva. Pero consciente de que aceptar a Jesús en tu vida, es cambiar tu vida… tu vida se transforma, tu vida será otra a partir de ese encuentro con Jesús y de que decido aceptarlo en mi vida, alimentarme de Él, beber del Agua Viva que me ofrece.
Estoy llamado a ser santo, estoy llamado a imitar a Jesús, a seguirlo, a ser discípulo de Cristo. Estoy llamado a anunciar, como la mujer samaritana que anunció: Jesús me habló y me dijo cuál era mi vida y me salvó.
Así tu y yo experimentemos en estos días de Cuaresma la misericordia de Dios en Jesucristo, bebiendo del Agua Viva para convertirnos, y al mismo tiempo saber que Él es la fuente de vida, la fuente de amor es Dios, porque a veces andamos buscando otras fuentes, otros pozos del mundo que no nos sacian para nada, esos pozos engañosos del mundo.
Pero el único pozo, la única fuente, el único manantial de amor es Jesús, es Dios, pero también nos invita que una vez que bebamos de Él, también ser manantial. ¡Tú tienes que ser fuente de vida para los demás! como padre de familia, como esposo, esposa, como hijo, como trabajador, como catequista, como sacerdote, yo como obispo, todos unidos a Cristo debemos ser manantial, dar vida, dar amor a los demás.
Es importante, queridos hermanos, que sigamos creciendo en oración, en penitencia y nos sigamos convirtiendo cada vez más al Señor. Dice el papa que es importante tener permanentemente un encuentro vivo con Jesús.
Que este domingo y esta Cuaresma tengamos un encuentro vivo con Jesús que me da Agua Viva. Aceptémoslo, bebamos del Agua Viva para dar vida a los demás.
Invita a Marcha por la vida
Por otra parte, a propósito de la vida, quisiera hacer una invitación. Tenemos que ser manantial de vida, defender la vida y ya sabemos que hay muchos ataques a la vida y a la familia. Yo los invito, queridos hermanos, a una marcha por la vida, por la familia, el 25 de marzo. Yo convoco a todas las familias, a todos los hombres y mujeres, catequistas, jóvenes de Confirmaciones, a todos los agentes de pastoral y a toda la gente de buena voluntad, a unirnos a esta Marcha por la vida, por la familia el 25 de marzo, sábado. Va a partir esta marcha a las cuatro de la tarde de la Plaza de San Lorenzo, ahí enfrente del Santuario San Lorenzo, para iniciar nuestra marcha y culminar con la Eucaristía que tendré yo a bien presidirla en el Estadio 20 de noviembre a las seis de la tarde.
Espero que asistas, que participes ante tanto ataque, ahora últimamente, en el Congreso, en la federación están queriendo otra vez votar a favor del aborto, en contra de la vida y nosotros, como personas de fe, de valores, estamos en contra de eso, de esa ideología. Nosotros siempre a favor de la vida, siempre a favor de la familia.
Asiste a esta marcha el 25 de marzo. ¡Te esperamos! Los saludo con gran cariño con gran afecto y como siempre les doy mi bendición. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes.