Alma de Jesús Bueno/ Asociación Jesucristo Divino Amor
Quiero compartir una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Es el haber tenido la gracia que el P. Benjamín Cadena, me acompañara espiritualmente por poco más de 8 años y cómo es que este regalo se me dio.
Pertenezco a una Asociacion Privada de Fieles “Jesucristo Divino Amor” una comunidad que ha dado a mi vida mucho sentido, que ha dado frutos a la Iglesia. A la vez ha pasado por momentos muy difíciles. Hace más o menos 8 años, estuvimos en Ecuador donde está la sede de la Asociación, fue un tiempo difícil, regresé a Juárez con mucha confusión, en crisis. Le expresé a Dios mi necesidad de encontrar un sacerdote con el que pudiera conversar ampliamente de lo que me estaba pasando. Le dije “pónmelo enfrente, para que yo puedo distinguir quién es”.
En una ocasión, fui con mis hermanas de comunidad (todavía vivíamos juntas) a una presentación en el Seminario, no recuerdo qué era lo que se presentaba, sólo recuerdo que estaba yo viendo algo. De pronto volteé, vi al P. Benjamín y me saludó diciendo: “Hola Alma, ¿cómo estás?”, con su sonrisa sencilla que lo caracterizaba. Estaba enfrente de mí. Al verle algo en el corazón me hizo sentir que era él a quien Dios me ponía para buscar ayuda en mi crisis. Después de saludarle, le pregunté si un día podría brindarme un momento de su tiempo. Me dijo que sí. A los pocos días me encontré con él ahí en el Seminario.
Le expuse abiertamente lo que estaba viviendo. Me dijo que a una persona muy cercana a él le había pasado algo similar y que él le había acompañado. Terminamos de platicar, me dio su consejo para ir saliendo de la crisis y me expresó que si necesitaba acompañamiento para salir de esto, él podía hacerlo. Sus palabras fueron la confirmación de que él era. A partir de ahí se dio esa relación de dirección espiritual. Cada vez que acudía con él, sus palabras y consejos eran más allá de lo común. Empecé a escribir lo que me decía pues me parecía muy enriquecedor.
Tantas cosas podría decir de cada encuentro. Recuerdo cuando llegó a “San Pedro y San Pablo” cuando iba a verlo, antes de compartir mis cosas, le preguntaba cómo estaba, y él con tanta sencillez, me compartía también algunas de sus luchas y problemas de salud.
En el primer tiempo de la pandemia, donde no podía acudir a su parroquia por la situación, recibí varias veces dirección espiritual de él por teléfono. A veces incluso por mensajes.
En este último tiempo, por motivos de mi comunidad, era importante que yo viajara a Ecuador, donde están mis hermanos. Por diversas circunstancias me era difícil aceptar que debía ir, y empezó el acompañamiento en ese sentido. Sus reflexiones sobre lo que él percibía me fue fortaleciendo y convenciendo de ir. Me fui. Estando allá, sentí la necesidad que me aconsejara en una situación. Pudimos hablar por el whatssapp. Recuerdo que al final me dijo “Benditos medios de comunicación que aún a pesar de la distancia nos hacen sentir cerca”. Me dio su bendición. Fue la última vez que hablé con él, que escuché su voz… Por mensajes me siguió acompañando en algunas decisiones antes de regresar a México. Recuerdo las palabras que me dijo para tomar la decisión de regresar: “Haz todo lo que esté de tu parte… para que cuando regreses te sientas satisfecha de lo que has realizado y contenta. Así fue, regresé el 16 diciembre, le escribí mensaje manifestándole que estaba de regreso, satisfecha y contenta. El me respondió: “Bendito Dios apreciada Alma! ¡Esperamos encontrarnos …Bienvenida!”.
El último mensaje que recibí de él fue el 29 diciembre cuando me animé a escribirle aun sabiendo que estaba internado, sólo para manifestarle mi oración por su salud, ¡Me respondió! Me escribió que iba mejorando poco a poco. Fue lo último, el día 31 le escribí nuevamente agradeciendo su acompañamiento espiritual ese año, ya no me respondió. Luego supe que ya estaba intubado.
Sólo puedo agradecer a Dios por este regalo que me dio, tenerle como director espiritual. Le extraño y siento su ausencia, mas también me siento con el anhelo de seguir viviendo sus consejos y que lo recibido de él de fruto en mi alma, en mi vocación y en mi servicio a la Iglesia. Segura estoy que ya está con Jesús, el amado de su sacerdotal corazón.
¡Hasta siempre P. Benjamín!