En su encuentro con los presos del Instituto Penal Curran-Fromhold de Filadelfia el Papa vivió con los detenidos un entrañable acto en el que se presentó como “pastor pero sobre todo como hermano que viene a compartir su situación y hacerla también mía”.
En su discurso recordó el Evangelio de Juan cuando Jesús lava los pies a sus discípulos en la Última Cena. “Una actitud que le costó mucho entender a los discípulos, inclusive Pedro que reacciona y le dice: «Jamás permitiré que me laves los pies»” y les recordó que vivir supone «ensuciar nuestros pies» por los caminos polvorientos de la vida, de la historia y que todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser lavados.
Y en este contexto habló de la reinserción, “tender la mano para volver al camino” e invitó a las personas que trabajan en este centro a ser portadores de oportunidades de nuevos senderos. Recordó que “todos tenemos algo de lo que ser limpiados, purificados. Que esa conciencia nos despierte a la solidaridad, a apoyarnos y buscar lo mejor para los demás”.