Ayer domingo 25 de julio se celebró por primera vez la Jornada Mundial de los Abuelos y personas mayores…presentamos algunas anécdotas que comparten sacerdotes, religiosa y laica sobre la valiosa influencia de los abuelos en sus vidas…
Ana María Ibarra
Después del divorcio de sus padres y con 15 años de edad, el padre Arturo Martínez quedó bajo el cuidado -junto con su hermano menor-, de su abuela paterna, quien decidió hacerse cargo de ellos.
Su mamá Pancha, como la llamaba de cariño, sembró en el padre Arturo su amor al rezo del Rosario y fue ella quien lo encaminó hacia Dios.
El sacerdote compartió con Presencia la importante influencia que ha tenido su abuela en su vida. Dijo que antes del divorcio de sus padres, la figura de su abuelita Francisca era distinta, pues, aunque tenía trato con ella, todo fue distinto al momento de irse sus papás.
“Fue conocerla y amarla más, porque a pesar que éramos familia, por el respeto no me atrevía a indagar más en su vida”, compartió.
Quedando a sus cuidados, dijo el sacerdote, esa línea se hizo más delgada y pudo tener una cercanía más estrecha.
“Mi abuela fue capaz de contarme sus secretos, de cómo vivió, cómo fueron sus primeros años de vida”.
Si bien, la adolescencia es una etapa difícil para todo ser humano, Francisca supo dirigir la vida de sus nietos.
“Ella toma la batuta, nos presionaba para la escuela o el trabajo, incluso la vida. A ella le mortificaba que nos recogiéramos tarde, nuestra hora de llegada era a las diez de la noche”, recordó.
De esta manera, dijo el padre Arturo, su abuela los formó. “Ella le echó ganas con nosotros”.
Encaminados a Dios
Fue gracias a su mamá Pancha que él y su hermano se acercaron a la Iglesia y a los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación.
“Nosotros no conocíamos absolutamente nada de Dios. A los 17 años hice la primera Comunión y al año siguiente la Confirmación. El padre Kevin Mullins me invitó a quedarme de coordinador de confirmaciones y me quedé”.
“Ahí conocí al padre Luis Maldonado y me explicó sobre la vocación y fue como ingresé al Seminario a dar una respuesta a Dios”.
Su ingreso al Seminario hizo que su abuela lo comenzara a tratar con mucho respeto y cuidado, con un trato “de usted”. Lamentablemente la salud de ella fue mermando poco a poco, lo que requirió mucho amor y paciencia de parte de sus nietos-hijos.
“Los fines de semana que llegaba del Seminario me ofrecía de almorzar y a los 15 minutos me volvía a preguntar si ya me había dado de almorzar. Recuerdo que me contaba una historia que repetía todo el día y cada vez me hacía el sorprendido”, recordó.
Lamentablemente, la abuela de padre Arturo ya no lo vio ordenarse sacerdote.
“Ella murió cuando yo estaba en segundo de teología. Estando en tercero, murió mi mamá, y hace tres meses, mi papá. Fueron momentos difíciles, pero siempre me conforta la vocación. Siempre habrá en dónde enfocar el amor y si desemboca hacia Dios, tendrá buen sentido”, dijo.
La abuelita del padre Arturo falleció en el día de su cumpleaños, por un cáncer de páncreas y esa pérdida le ha parecido difícil de superar.
“Dos semanas antes le llevé flores. Recuerdo que las tomó en sus manos y se acostó en su cama colocando las flores a su lado. Le gustaba escuchar a las Jilguerillas. Llegó un momento en que pidió estar en silencio”, recordó.
Y añadió: “Siempre la recuerdo así: emocionada con la música y abrazando unas flores”.
Ofrece consejo
Agradecido por el legado de su abuela, en el que cuenta la devoción de rezar el Santo Rosario, el padre Arturo recomendó a los jóvenes a tener mucha paciencia a sus abuelos y adultos mayores.
“Recuerdo que uno de mis tíos llevaba a mi mamá Pancha y le cambiaba el pañal, ella con vergüenza aceptaba que mis tíos le hicieran la caridad de mantenerla presentable. En la actualidad los jóvenes no tienen la paciencia para con los adultos mayores. Debemos recordar que alguna vez ellos nos cambiaron los pañalitos y lo hicieron con amor, ahora nos toca hacer lo mismo”, invitó.