El sacerdote teólogo dogmático Ramiro Rochín reflexiona sobre los impactos de la pandemia en la fe de los católicos, hoy con los templos a media capacidad y muchos fieles que siguen viviendo la misa virtual. “Seguimos siendo una Iglesia viva”, asegura.
Blanca A. Martínez
La Iglesia deberá seguir reflexionando sobre las formas en que la pandemia ha afectado los diversos campos teológicos de su actividad: la eclesiología, la pastoral, la sacramentología, pues “todavía estamos demasiado inmersos en la pandemia, como para sacar conclusiones definitivas”.
Así lo afirmó en entrevista el padre Ramiro Rochín Gaxiola, párroco de la comunidad de Santa Cecilia, quien respondió a preguntas de Periódico Presencia sobre el nuevo panorama que se observa en la Iglesia local tras haber transcurrido un año y medio de pandemia y con templos ya abiertos para la asistencia de los fieles, aunque a media capacidad, y algunos con bancas semi-vacías.
Aquí el diálogo con el sacerdote, especialista en teología dogmática.
¿Cree que con la pandemia de Covid-19 la gente ha cambiado la forma en que asume sus obligaciones respecto a la Iglesia?
Hay de todo. Mucha gente ha quedado dañada en su fe al alejarse demasiado tiempo de los sacramentos y de la comunidad eclesial. Pero otras personas se han acercado más a la Iglesia, porque han palpado muy de cerca su propia fragilidad con esta pandemia, y esto los ha impulsado a buscar la ayuda divina. Reconozco que yo no esperaba que regresara tanta gente a la parroquia después de la reapertura de los templos. Sin embargo, ciertos grupos sí han quedado muy dañados por toda esta crisis: los niños y los jóvenes. Quizás porque no cuentan con las herramientas necesarias, debido a su corta edad, como para lidiar con esta situación completamente nueva.
¿Cómo ve usted que nuestra diócesis está viviendo todo lo que ha causado la pandemia de Covid-19?
Considero que bien, dentro de lo que cabe. Seguimos siendo una iglesia viva y también las respuestas eclesiales varían de parroquia a parroquia. Y con toda seguridad esta pandemia nos dejará lecciones para implementar durante muchos años. Pero la gente ha vuelto a los templos, los grupos eclesiales se están reorganizando, así como los diferentes cursos de catecismo se están adaptando a todas las medidas de precaución de esta pandemia. Estoy seguro que la gracia de Dios sigue acompañando a nuestra iglesia de Ciudad Juárez en estos momentos tan duros.
¿Cómo cree que ha afectado el tiempo en que los fieles no pudimos acudir al templo y cómo se está viendo reflejado hoy, con los templos al 50 por ciento de la capacidad?
Esta pregunta se parece mucho a la primera. Y repito: hay de todo. Para algunos, esta separación con los servicios parroquiales les hizo crecer la nostalgia de su participación presencial en sus templos, y han regresado con una fe renovada. Pero para otros este distanciamiento tan prolongado les ha enfríado la fe y se han acostumbrado a vivir sin la Iglesia. Considero que muchos de ellos ya no regresarán a una vida de fe en un buen número de años.
¿Qué mensaje enviar a las personas que no han vuelto al templo, ya sean feligreses o servidores?
Los invito a recapacitar. Esta pandemia ha sido una prueba de fe para todos los católicos. Y los bautizados estamos hechos sobre todo para este tipo de momentos: la prueba, la crisis, la tormenta. Y es que, en los momentos difíciles, de cruz, es cuando más nos podemos acercar a Jesucristo. Los invito a volver a practicar su fe, sobre todo recibiendo frecuentemente los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía.
¿Y a los párrocos?
Los invito a implementar todos los medios posibles, según las condiciones de sus propias parroquias, para facilitar a los feligreses la reincorporación en todas las áreas de la pastoral de sus comunidades: que estén abiertas las oficinas parroquiales, que se ofrezcan todos los servicios propios que se deben tener: los sacramentos, las catequesis, los funerales, la incorporación a grupos parroquiales, los espacios para la oración personal y comunitaria. Que se reciba de nuevo a todo mundo con los brazos abiertos.
¿Qué reflexiones teológicas surgen a partir de esta situación? ¿La Iglesia debe repensarse? ¿Cómo?
Están preguntas seguirán abiertas durante mucho tiempo. Todavía estamos demasiado inmersos en esta pandemia para sacar las conclusiones definitivas con respecto a varios campos teológicos: la eclesiología, la pastoral, la sacramentología, por ejemplo. Pero con seguridad hay puntos muy graves que tendremos que reflexionar: ¿Cómo podemos defender en nuestras sociedades el hecho de que recibir los sacramentos es una actividad esencial para un católico, que no debe suspenderse con una pandemia como la que hemos sufrido? ¿Cómo acompañar a los enfermos, a los moribundos y a sus familiares si se presenta otra pandemia como la vivida? ¿A qué nos llama Dios como Iglesia en estos tiempos y con esta pandemia? Es decir, tenemos una tarea a realizar en el campo teológico formidable y sumamente importante durante los siguientes años.