La Iglesia de México nos pide orar por los victimarios y por quienes hacen el mal… presentamos dos testimonios de personas que han perdonado a quienes arrebataron la vida de sus seres más amados…
Ana María Ibarra
Coordinando un taller de duelo, Silvia Aguirre sufrió, de manera violenta, la pérdida de su hermano. En su humanidad, el dolor, el enojo y todas las etapas del duelo se hicieron presentes. Sus conocimientos no lograron levantarla de la cama.
En la oración personal y comunitaria pidió saber perdonar a los ofensores, pero fue al contemplar a María al pie de la Cruz de su hijo, lo que hizo efectivo ese sentimiento de perdón.
Un crimen de horror
Jorge, hermano de Silvia, radicaba en Tijuana, Baja California. Era un prominente médico cirujano, pediatra y urólogo, contaba con dos hospitales en zonas de desarrollo, pero además construyó un hospital en una colonia popular y era en ese lugar donde más le gustaba atender.
“Él y yo éramos muy unidos desde la adolescencia. Ya habían intentado secuestrarlo en una ocasión, pero como era karateka enfrentó a los secuestradores. Mi hermano medía un metro 90 centímetros, le quebraron la nariz y el dedo meñique”, compartió Silvia.
En el 2009, el hermano de Silvia fue reportado entre sus familiares como desaparecido y de inmediato le avisaron a Silvia.
“Me habló otro de mis hermanos, yo estaba en Nuestra Señora de la Paz, y me dijo que oráramos porque no lo encontraban, lo que vino a la mente fue: otra vez trataron de secuestrarlo”, recordó.
Silvia compartió que Jorge tenía 30 años siendo pediatra de la colonia popular y él era feliz con la gente de ese sector y en ese tiempo requería hacer unas reparaciones en el consultorio, por lo que contrató a una de las familias que atendió como pediatra.
“Llamó a un señor con su hijo, pero el señor tenía problemas de adicción. Llegaron acompañados de dos o tres personas más. Cuando los detuvieron ellos narraron que le dijeron que lo iban a secuestrar y Jorge empezó a gritar y a tratar de huir. Los hombres tuvieron miedo y lo atacaron. Lo tiraron al piso y terminó apuñalado ensangrentado”.
Los atacantes huyeron en la camioneta del médico y al buscarlo por la casa lo encontraron en un charco de sangre, muerto.
En depresión
“Cuando nos avisaron entré en negación de inmediato porque Jorge era muy bueno, ayudaba mucho a la gente. Cuando estuve frente a su cuerpo tuve que aceptar que Jorge ya no estaba vivo. Cuando llegué a mi casa perdí la fuerza de mi cuerpo y no me podía levantar sentía que mi mente flotaba. Entré en contacto con el dolor”, recordó.
Silvia reconoció los síntomas, estaba entrando en estado de depresión.
“Mi hijo me pedía que me levantara, pero le pedí tiempo. Recuerdo que quería orar y no podía. Empezaba el Padre Nuestro y me iba al Ave María o al Gloria, se me olvidaba cómo rezar el Rosario, mi mente flotaba”, recordó.
Después de tres días, Silvia debía presentarse a impartir su taller de duelo y las personas de su grupo la llamaron para preguntar si iría.
“Me levante, me bañe y fui. Cuando llegué me dieron el pésame y me preguntó un señor si necesitaba algo. Oren por mí, les dije. Comenzaron a orar y me preguntaron si quería una petición especial. Que sepa perdonar, les pedí. Terminamos la sesión, me fui a mi casa”.
María la ayudó
Ya en su habitación, Silvia contempló una imagen de cerámica de la Virgen María que ella misma pintó y que tiene junto a su cama al lado de un Cristo crucificado.
En estado de contemplación, Silvia inició un coloquio con María preguntando: ¿Cómo le hiciste, Madre? Buscando cómo perdonar a los asesinos de su hermano y sanar su dolor.
“En mi interior escuchaba las respuestas de María”.
Silvia comprendió cada palabra de María. Jorge era bueno, Jesús era un santo; a Jorge lo traicionó la familia que ayudó, a Jesús lo traicionó su pueblo; la muerte de ambos fue violenta.
“Pero ¿cómo le hiciste María? Escuché a Jesús decir: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Me quedé en esa frase y comencé a repetirla. Suspiré muy fuerte y me quedé dormida. Al siguiente día volvió la fuerza a mi cuerpo. Así experimenté el perdón”, expuso.
Promotora de perdón
Después de esa experiencia, llegaron a Juárez las Escuelas de Perdón y Reconciliación de Fundación Madre Nuestra, lo que para Silvia fue obra de Dios ya que logró trabajar más a fondo el perdón para los asesinos de su hermano.
“Ellos fueron detenidos a los pocos días de haber asesinado a mi hermano, pagaron todo en la cárcel, sin embargo, yo no tenía paz hasta que tuve ese encuentro con mi Madre y con mi Señor. Y la confirmación fue el taller de ESPERE. Por eso promuevo tanto el perdón y la reconciliación y siempre invito a la gente a que practiquen esa jaculatoria, contemplado con María a Jesús en la cruz: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, finalizó.