Jesús Lazo/ Colectivo Juárez sin corrupción
Hay quienes consideran que la política es el lugar natural del pecado. Vemos que los gobiernos son incapaces de mejorar las vidas de la mayoría de las personas, tenemos políticos y gobernantes que mienten, dividen y tienen como propósito el beneficio personal y de grupo, y como consecuencia los laicos nos alejamos porque ahí “todos son corruptos”.
Sin embargo, esa postura nos lleva a un pesimismo y a una pasividad que hace posible que el pecado se siga cometiendo. Los laicos somos la mayoría del pueblo de Dios, a pesar de ello, no logramos que los valores cristianos resalten en la vida política, social y económica del país, en consecuencia, permitimos que las malas acciones de una minoría afecten la vida de todas las personas,
Propuesta del papa
Para evitarlo debemos creer que la política es el lugar desde donde se debe amar el bien común y ejercerse la caridad de modo que no haya miseria; un lugar donde las acciones de los políticos, independientemente de su creencia religiosa, procuren un desarrollo humano integral; un lugar donde se da vida a la palabra de Dios y se alcance la santidad.
La principal invitación que nos hace el Papa Francisco en el capítulo quinto de la encíclica Fratelli tutti es el de tener fe en la política. Nos invita a vivir la fe a través de la participación y nos describe lo que él llama ‘La mejor política’, aquella que en lugar de desaparecer instituciones, las reforma y coordina; aquella que en momentos difíciles no antepone fines electorales buscando contener y tranquilizar a las personas para mantener aprobación, sino que promueve el bien común y respeta la dignidad de las personas; aquella que, en lugar de basarse en planes asistenciales, promueve un verdadero desarrollo económico que permite a las personas aportar sus capacidades, crecer y compartir sus dones.
Fuente de esperanza
El planteamiento del Papa Francisco no debe verse como una utopía imposible de realizar, sino como una fuente de esperanza que nos mueve a combatir los vicios de la mala política. Debemos tener fe en la política para comprenderla más allá de partidos políticos, intereses económicos y beneficios personales, y lograr rehabilitarla; la fe nos permite superar la confrontación, encontrarnos con otras ideas, dialogar con ellas y lograr acuerdos en beneficio de la sociedad, que le permitan a los más débiles ser artífices de su propio destino, en lugar de que se mantengan anestesiados e inofensivos a través de ayudas económicas.
El próximo domingo 6 de junio se llevarán a cabo elecciones. Escuchemos al Papa Francisco y tengamos fe en la política, elijamos candidatos con vocación de servicio que, a través de la caridad política, logren el máximo desarrollo de las personas y rechacemos cualquier propuesta individualista que evite el diálogo, promueva la división y tenga como fin proyectos personales.
La buena política se ejerce con amor, no con ambición, y busca que las personas desarrollen sus capacidades, progresen y contribuyan al progreso de los demás.