
Deseos para la diócesis en el Año 2026, a punto iniciar

- Que sigamos caminando en comunión y en el servicio, especialmente con el Plan Diocesano de Pastoral.
- Que nos permita avanzar en nuevas encomiendas o misiones: por ejemplo, consolidando los pasos de la comisión de protección de menores, en la cual colaboro.
- Que nos permita al presbiterio seguir el camino de la formación permanente, con el aporte de todos y cada uno de los miembros del presbiterio.
Pbro. Armando Benavides/ Vicario general de la diócesis

Para el año 2026 deseo una diócesis profundamente unida a Cristo, donde la Eucaristía sea el centro de la vida personal, familiar y comunitaria.
Deseo que las familias encuentren en la Iglesia un verdadero hogar, donde sean acompañadas, escuchadas y fortalecidas en la fe, para vivir con esperanza, unidad y amor los retos de nuestro tiempo.
Pido también una Iglesia que forme laicos con fe sólida y conciencia bien orientada, capaces de vivir el Evangelio con coherencia en su trabajo, en la vida pública y en el servicio al bien común, siempre con caridad y verdad.
Asimismo, pido que nuestros sacerdotes crezcan cada día en santidad, que se sientan sostenidos por la oración y el cariño del pueblo de Dios, y que el Señor conceda a nuestra diócesis abundantes y generosas vocaciones sacerdotales, nacidas en familias creyentes y comunidades vivas.
Finalmente, elevo mi oración y mis mejores deseos por nuestros Obispos mexicanos, para que el Espíritu Santo los siga guiando y fortaleciendo en su misión pastoral, conduciendo a nuestras diócesis con sabiduría, cercanía y fidelidad al Evangelio.
Gerardo Sánchez Soledad/ USEM

Que escucháramos la invitación del Padre Bueno a ser una Comunidad Samaritana.
Una comunidad que se deja mover hasta las entrañas por el Amor y dice como María “hágase en mí.”
Que seamos reflejo de la Luz para el camino de regreso a los excluidos de este mundo.
Una comunidad que calma la sed hiriente y lava con ternura las heridas de las víctimas.
Una comunidad con apertura al cambio, tierra buena para sembrar Solidaridad.
Una comunidad que defiende con firmeza y coraje a los que sufren y se descalza ante la tierra santa del corazón del otro.
Una comunidad que sea aliento para las y los hermanos cansados, que presta la voz para gritar con fuerza que Jesús está Vivo.
Daniel Alejandro Durán/Psic. Victimólogo

Siguiendo al Papa Francisco en su deseo de llevar a cabo un proceso de “caminar Juntos”, sinodalmente, queremos continuar con este deseo de constituir nuestra Iglesia en un proceso de conversión para ser más participativos, corresponsables y de trabajar en una manera horizontal, con confianza; a través de la escucha del Espíritu Santo y con las personas del Pueblo de Dios. Escuchar a los marginados y no marginados para juntos y juntas poder responder de una forma profética a las necesidades del mundo actual.
Con la visión del Papa, vivir una Iglesia no-clerical y más abierta a la diversidad, en donde podamos caminar juntas y juntos: sacerdotes, diáconos, Vida Consagrada femenina y masculina, laicos y laicas, todas y todos comprometidas(os) con la misión liberadora de Jesús hacia el Reino de Dios.
El trabajo sinodal nos lleva a valorarnos como personas y reconocer nuestras fortalezas y debilidades para aceptar que necesitamos de las demás personas como hermanos y hermanas, en una apertura donde todas y todos seamos parte de las decisiones eclesiales de nuestra diócesis. Desearía una diócesis más incluyente, humilde, sencilla, que reconozca sus errores, sea clara en sus posturas pastorales y evangélicas, y poder presentarse sin miedo a la sociedad en un trabajo de justicia y paz como lo manifiesta y revela Jesús desde el Pesebre.
Hna. Maria Antonia Aranda Díaz, IHM

Que el Señor nos conceda mucha armonía interna, que es su gracia. La armonía de nosotros con nosotros mismos es una bendición de Dios y es la gracia viviente de nosotros. Para que, como consecuencia, podamos tener entre nosotros una gran concordia, es decir, un sentir de corazón de unos con otros y un desear de corazón lo mismo.
Y para eso necesitamos el espíritu de generosidad -lo cual desea nuestra diócesis- que es primero pensar en los demás y después en uno mismo o en lo propio.
Pensar en los demás, particularmente en aquellos que padecen, aquellos que sufren, aquellos que no tienen y también aquellos que se sienten olvidados o menospreciados.
Queremos que esta bendición alcance a nuestra diócesis en esta Navidad y en el año que viene.
Mons. Isidro Payán Álvarez/sacerdote iniciador de la DCJ

La diócesis de Ciudad Juárez vive una realidad particularmente desafiante. Además de ser una diócesis fronteriza, con todo lo que esto implica, enfrenta situaciones sociales, económicas, políticas y culturales muy diversas, que representan un reto constante. En la ciudad conviven múltiples contextos y cada parroquia y comunidad tiene necesidades específicas; por ello, el trabajo que realiza la diócesis —no solo en la administración de los sacramentos, sino también en el acompañamiento cercano a las comunidades y a las personas— es de gran importancia.
Ciudad Juárez cuenta con más de 1.5 millones de habitantes y aproximadamente 120 sacerdotes. Aunque no todos los habitantes de la ciudad son católicos, esta cifra nos ayuda a dimensionar la proporción y a imaginar la carga pastoral que enfrentan nuestros sacerdotes. Por ello, resulta fundamental que la diócesis apueste decididamente por la formación de los laicos, no solo en el ámbito espiritual, sino también en la formación doctrinal, social y cívica, promoviendo una Iglesia en salida que, en el encuentro con el otro, forme, acompañe y envíe.
Otro aspecto fundamental es el fortalecimiento de la comunidad. Esto se construye mediante el trabajo cercano y solidario, hombro con hombro, reconociendo que existen diferencias y carismas diversos. Sin embargo, cuando ponemos en el centro aquello que nos une y permanecemos fieles a las enseñanzas de nuestra Madre Iglesia, es posible encontrar caminos comunes que nos permitan caminar y trabajar juntos.
Me llena de esperanza iniciar este nuevo año en la diócesis. Estos deseos nacen de la certeza de que el Señor sigue obrando en su Iglesia: en la entrega generosa de muchos sacerdotes, en el servicio de religiosas y religiosos, y en el compromiso creciente de tantos laicos que buscan vivir su fe de manera coherente. Anhelo una diócesis donde aprendamos a escucharnos, a formarnos y a servir desde nuestra propia vocación, poniendo nuestros talentos al servicio del bien común.
Luis Felipe Pérez/ Grupo Caridad y Verdad

Nuestros deseos son que 2026, la Iglesia pueda ser más hermana, más madre, más humana, más acompañante, que todos podamos comprender lo que significa ser una Iglesia en salida y que este 2026 pongamos más atención al mensaje que nos manda Nuestro Señor, y alguien muy especial que tenemos y nos manda también un mensaje: Nuestra Señora de Guadalupe. María es muy clara cuando nos dice ‘Haz lo que mi Hijo te diga’, entonces, si nosotros como católicos podemos escuchar estos mensajes, posiblemente podemos hacer una sociedad mejor, tenemos mucho trabajo como Iglesia, un desafio muy grande porque cada vez hay más vacío en la sociedad, pero también tenemos oportunidad para mostrar el rostro de Jesucristo en este tiempo con tantas carencias. Nosostros podemos ser un buen testimonio de que Cristo está vivo. Abracemos el mensaje que Dios nos mandó. Tengo mucha esperanza de que hay muchos jóvenes con deseos de conocer y servir a Cristo.
Cristina Coronado/ Pastoral de Movilidad Humana de la Misión Columbana
































































