Historias de migrantes que han vivido una difícil Navidad en su trayecto, pero ahora pueden celebrar en calma el Nacimiento de Jesús…
Ana María Ibarra
Pasar una Navidad lejos del hogar suele dar cierta nostalgia, pero pasarla en condición de migrante, en un país lejano, en soledad e incluso en situación de calle, suele ser doloroso.
Eso es lo que experimentaron Eva y Fernando, cada uno con una historia distinta, pero que gracias a personas de buena voluntad podrán pasar una Navidad con la tranquilidad de tener un estatus migratorio estable en esta frontera.
Rechazado por su familia
La vida de Fernando Merlo, de origen hondureño, ha sido difícil desde que nació. A los tres meses de nacido fue abandonado por su mamá en casa de su bisabuela, una mujer de 65 años de edad quien no pudo darle una buena crianza.
“Muy niño comencé a reciclar para poder comer. Vivíamos en un rancho, no había trabajo. Reciclaba botes, latas, hacía lo que fuera por comida hasta la edad de 10 años. Mi bisabuela siempre me rechazó porque me abandonaron por no ser hijo del papá de mis demás hermanos”, recordó.
Ni comida, ni regalos
Fernando no tenía derecho de estar en la casa cuando había visita y siempre le negaron la comida. Ni siquiera en las fechas de Navidad recibía un plato de comida, mucho menos un regalo.
“Cuando tenía doce años, mi bisabuela ya tenía casi ochenta años y se la llevaron sus hijos y no me quisieron llevar, me quedé en la calle. Gracias a Dios me he topado con personas buenas”, recordó.
En su andar, llegó a la capital de Honduras, pero las pandillas lo asediaban por no vestirse como ellos y empezó a deambular del pueblo a la ciudad.
“A los 17 años me metí al Ejército, era seis meses los que debería haber estado ahí, pero al no tener dinero para pagar la graduación, me sacaron y me decepcioné. Así fue como tomé camino para acá”, dijo cabizbajo.
Fernando trabajó en Chiapas y en Monterrey y hace más de año y medio que se encuentra en Ciudad Juárez.
“Gracias a la hermana Antonia Aranda estoy estudiando. Para mí, ella es mi familia. Nunca me he sentido en familia y estar ahora con personas que me traten bien me hace sentir sentimental. A mi madre la he visto solo una vez, a mi padre tres veces, pero ninguno me ha dado un abrazo”.
Su primer pastel
Fechas como su cumpleaños y la Navidad, Fernando las ha pasado solo.
“He vivido una vida difícil. Las Navidades las he pasado con lágrimas en los ojos y durmiendo. Pasé una Navidad en Guatemala. Dormía en una banca cuando llegó una persona en situación de calle, le habían regalado un plato de comida y nos compartió. Esa noche de 24 de diciembre estaba lloviendo y dormimos en la calle”, recordó.
Fue aquí en Ciudad Juárez cuando Fernando recibió su primer pastel de cumpleaños de parte de unas vecinas, y los regalos de Navidad que ha recibido recientemente es de parte de las hermanas Siervas del Inmaculado Corazón de María.
“Gracias a Dios no tengo ningún vicio. Ya obtuve un permiso de residencia permanente aquí y trabajo como chofer de transporte de personal. También estudio en la Cruz Roja para ser paramédico”.
Navidad diferente
Aunque quizá esta Navidad la pase en su casa, solo, durmiendo, Fernando se siente orgulloso de lo que ha logrado y lo agradece a Dios.
“Agradezco por todo lo que he pasado, porque he aprendido del bien y el mal. Me gusta ser abierto ante las personas, no fingir lo que no soy”, dice orgulloso.
“Esta Navidad será diferente, estoy estudiando y trabajo. A veces se me dificulta, pero la madre Antonia me da la confianza de contar con ella y me siento agradecido en esta Navidad de tener personas buenas a mi lado”, concluyó.
“Esta Navidad no sé cómo vaya a ser. No sé si la pasen ellos conmigo o si la pase sola otra vez”, dijo.
Pero al menos hoy tiene la tranquilidad de vivir legalmente en México y poder tener un trabajo, algo que agradece a Dios en esta Navidad.