Dr. Alfredo Morales González/Ortodoncista
Este mes tiene se caracteriza por una reactivación en general a nuestras actividades ya sean laborales, académicas y formativas después de haber disfrutado de un periodo vacacional, en el que, además de haber salido de la rutina, descansar, hacer cosas que regularmente no las podemos llevar a cabo en otra temporada, nos permite reflexionar acerca del rumbo que le estamos dando a nuestros pensamientos, decisiones y actitudes con la gente que nos rodea.
Hablo de minutos de introspección y comunicación con Dios a través de la oración constante en medio del silencio. Todos debemos estar atentos en correr nuestra propia carrera guiados por la voluntad de Dios, pues es muy fácil en estos tiempos, en medio de tanto ruido y distractores, perder el rumbo o querer correr la carrera de otros.
Mientras no estemos en sintonía con Dios, no podremos avanzar hacia a ningún lado de lo que nos propongamos con nuestras propias fuerzas, no olvidemos que Dios nos tiene en la palma de su mano. Ningún hombre ha llegado a ser grande sin un toque de divina inspiración y sin duda las grandes obras siempre son el fruto de una gran inspiración.
Los estudios muestran que tu actitud tendrá un impacto mayor que tu coeficiente intelectual para el éxito. Debemos prestar atención a nuestros pensamientos siempre, en cada momento. Dejar la vieja actitud y renovar tus pensamientos para adquirir una actitud nueva y fresca en todo lo que hacemos, soltando el ayer y lo que no funcionó, que a final del día se vuelven contaminantes en nuestra vida. Es como cuando nos cambiamos todos los días con ropa limpia. Y esa renovación es dada a través de la gracia divina de Dios, como Jesucristo nos enseñó.
Nuestras palabras marcan el rumbo de nuestra vida, se vuelven una constante manifestación de nuestros actos. Si quieres saber cómo vas a estar en los próximos años, escucha lo que dices de ti y todo tipo de palabras que salen de tu boca en éste mismo momento. No puedes hablar de tristeza o envidia y tener felicidad.
“Dime qué lees y te diré quién eres”. La lectura no puede faltar en nuestro aprendizaje personal y religioso, debemos desarrollar siempre este hábito como una guía en el crecimiento de nuestra fe. Y ser más asertivos con nuestro aprendizaje, siempre considerando la ética, el humanismo con los valores adquiridos desde nuestras familias y ancestros a través de los años. Siendo a la vez un concepto de información adquirida de un todo que nos hace posible adaptarnos cada vez más a este mundo, pero también a poner en práctica nuestra fe manifestándose a través de todo lo que hacemos.
Concluyo con una reflexión para este siglo XXI: así como adquirimos los conocimientos científicos, manejo de tecnologías nuevas, no debemos olvidarnos de todo razonamiento en bienestar hacia todos los que nos rodean, ni perder la capacidad de comprender y respetar los sentimientos de los demás, ya que esto es vital para una vida social más cortés y amable.
Lo podemos lograr mediante la introspección, reflexión, oración, participando en grupos de pastoral, adoración al Santísimo, estudios Bíblicos, voluntariado etcétera, dedicando un tiempo para servir a nuestra comunidad y escuchar esa voz que surgen desde nuestro interior de manera individual.
Está por demás pensar en qué les vamos a dejar a las nuestras próximas generaciones con nuestro pensamiento actual. Es tiempo de trabajar con fuerzas renovadas. Es por eso que te invito a que pases más tiempo contigo mismo en presencia de Dios y te aseguro que se llenará ese vacío que en muchas ocasiones sentimos, y que es la causa principal de vivir extraviados de la fe.