Norma Yadira Lozano Fernández/politóloga
Al llegar el año 2001, se inauguró en la entrada de Ciudad Juárez el monumento Umbral del Milenio, una obra del artista Pedro Francisco Rodríguez y con la cual recibimos a los visitantes del interior del país.
Según el artista, esta obra es expansiva y ascendente, es decir, va de menos a más, como el espíritu de la gente que llega a esta frontera, motivada por el anhelo alto de superación. El color amarillo, representa el sol de un nuevo día, el gris en la parte baja, la incertidumbre de cruzar. (Net noticias, 28 de julio de 2015). Y así recuerdo las palabras del Papa Francisco en su audiencia del 18 de noviembre, «la puerta es generosamente abierta, pero nosotros debemos valerosamente cruzar el umbral».
Ciudad Juárez es la puerta de salida hacia Estados Unidos y a su vez es la puerta de entrada hacia México. Ciudad de movilidad humana, de oferta de empleo, de mirada hacia el Norte para continuar el camino, todo con la Esperanza de una mejor vida o de concretar un sueño. Ciudad que por naturaleza siembre ha brindado a sus pobladores “el abrirse puertas”. Gente valerosa que cruza el umbral del milenio.
Diariamente recibimos connacionales que vienen en búsqueda de un mejor futuro. Suceso que se derivó a partir de 1965, cuando se dio impulso al Programa de Industrialización Fronteriza, con el pensamiento de ¨liberemos nuestro país en lo económico para que pueda ser libre en lo político”, (Antonio Bermúdez, El rescate del mercado fronterizo: una obra al servicio de México, 1966) dando total justificación al crecimiento industrial de la ciudad.
Centrados en la prosperidad y bienestar económico, olvidando los aspectos humanos y sociales como los centros de cuidado infantil, la inversión en infraestructura educativa, los hospitales y clínicas de atención médica, lugares de esparcimiento y encuentro familiar; autoridades pasivas, que con el tiempo han llevado a nuestra ciudad a posicionarla en notas nacionales e internacionales por altos niveles de violencia, narcotráfico y feminicidios.
Con esa triste realidad se encontraron las familias que llegaron con una Esperanza y que al igual que la Sagrada Familia de Nazaret vieron puertas cerradas, sintieron el dolor de perder a sus hijas e hijos, de sentirse desamparados y en peligro. En la reflexión encontramos tantas cosas que nos ha dado nuestro Dios en esta ciudad y a su vez hay otras tantas por las cuales necesitamos pedir perdón. “No olvidemos que Dios perdona todo, Dios perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón. Sus puertas permanecen abiertas de par en par, para que, los que son tocados por la gracia puedan encontrar la certeza del perdón. Cuanto más grande es el pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se convierten”. (Homilía del Papa en el Vaticano 13 de Marzo, 2015).
“La gestión simbólica de las “puertas” – de los umbrales, de los caminos, de las fronteras – se ha hecho crucial. La puerta debe proteger. La Iglesia ha sido animada a abrir sus puertas, para salir con el Señor al encuentro de sus hijos y de sus hijas en camino, a veces inciertas, a veces perdidas, en estos tiempos difíciles”. (Audiencia general, 18 de noviembre de 2015).
“Porque el juicio será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia. La misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago 2,13); como sociedad tenemos mucho por qué pedir perdón. Perdona Señor nuestros pecados sociales, que atentaron contra el derecho a la vida de quienes fueron asesinados en la guerra contra el narcotráfico, de la mujeres violentadas, permítenos Señor caminar por tu senda hasta poder tocar tu puerta misericordiosa cuando seamos llamados a tu presencia.
Amén.