Les saludo con gran cariño como siempre para platicar y reflexionar algún tema particular. Terminamos la Cuaresma, hemos vivido cuarenta días muy intensos de Cuaresma, de reflexión, de ayuno; hemos vivido este tiempo de gracia y de misericordia, porque hemos tenido la oportunidad de recibir el sacramento de la reconciliación, de experimentar el perdón. Espero que lo hayamos aprovechando todos y todavía es tiempo.
Vivimos en este tiempo de Cuaresma la visita del papa que nos llenó de gozo, de alegría, que nos ha dejado un gran compromiso de seguir trabajando todos juntos, sirviendo y, sobre todo, como él insistió, a los más pobres, a los más alejados, a los más necesitados. No lo olvidemos, retomemos las palabras del papa siempre, y apliquémoslo a nuestra vida. Terminamos pues la Cuaresma y empezamos la Semana Santa, una semana central, medular en la Iglesia pues es la semana en la que celebramos el Misterio Pascual de nuestra fe, son celebraciones muy fuertes, muy simbólicas que hay que vivir paso a paso, momento a momento, tanto en lo que se refiere a los textos bíblicos de este tiempo de Semana Santa, como en los signos, en cada una de las celebraciones que hay que resaltar. A propósito, espero que nuestros sacerdotes se esmeren en cada una de las parroquias y capillas de que los signos sean visibles, llamativos y que realmente indiquen el misterio que celebramos: la Pascua del Señor.
Iniciaremos la semana hoy con el Domingo de Ramos. Yo muy temprano lo celebro en catedral, a las 7:30 de la mañana la procesión de ramos y así todo el día en cada una de las parroquias, nada más una palabra: ahí recordamos el júbilo de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, donde lo reconocen como el Mesías ¡bendito, bendito, el que viene en el nombre del Señor!, entonces que nos quedemos con esas dos expresiones, por una parte la alegría de recibir a Jesús, y por otra explotemos de gozo, que nuestra actitud sea de gozo en el corazón, en la familia, en cada lugar para recibir a Jesús y lo confesemos como el Señor diciéndole siempre estas mismas palabras: ¡bendito Tú, el que viene en el nombre del Señor!
Luego se dan tres días santos, lunes, martes, miércoles que todavía nos dan tiempo de reflexionar, de entrar en silencio, de orar, de meditar, de reconciliarnos aprovechando el Sacramento de la Reconciliación, la penitencia. Animémonos todos. Es bueno recibir la gracia, el perdón, la misericordia de Dios.
Estos días nuevamente, que tenemos misa de enfermos, misa con los pobres, retiro, Pascua de niños o de jóvenes, etcétera, son días en que todavía las parroquias aprovechan para congregarse. Aprovechemos estos tres días santos muy bonitos, todavía en esa temática de preparación para el Triduo Pascual.
Jueves Santo
El Jueves Santo los espero a todos sacerdotes, en especial consagrados, laicos, todos los que puedan a participar en la misa crismal, una misa preciosa donde el obispo bendice y consagra los óleos que luego en toda la diócesis serán para administrar los sacramentos. El óleo de los enfermos es un sacramento muy importante, la unción de los enfermos y por eso invito a todos los fieles que tengan enfermos en su casa, acérquenlos a la Iglesia con el sacerdote para que los confiese y los unja. A veces da miedo, no quieren que el sacerdote los confiese o los unja cuando están en peligro de muerte porque se asustan, y es como no aceptar la muerte, pero al contrario, recibir la unción de los enfermos es fortaleza, los fortalece, los santifica y los prepara por si fuera el caso de que el Señor los llame a su encuentro, los prepara para ese momento. Los invito pues el jueves a las 10 de la mañana en Catedral a esa misa preciosa, la Misa Crismal y vendrá pues el Triduo Pascual, unas ceremonias hermosísimas, preciosas en todas las parroquias.
Yo en Catedral el jueves por la tarde celebraré la cena del Señor, el lavatorio de los pies. Participemos en la Eucaristía, el mandamiento del amor, la institución de la Eucaristía. Jesús instituye la Eucaristía: “Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre que se entregan. Tomen y coman, tomen y beban”. Apreciemos la Eucaristía como el alimento que nos da vida, que nos nutre y nos hace crecer en la fe, que nos invita a la caridad, a practicar el mandamiento del amor, ese gesto hermosísimo de lavar los pies a los apóstoles que cada sacerdote lo hace con sus fieles, niños o adultos, es un signo que debemos de practicar a diario, es ayudar, amar, tener caridad para con el otro como Cristo nos enseñó. Ese día se acostumbra a orar, porque después de la misa queda un altar expuesto, el Santísimo, también es importante que después de la misa permanezcamos unos minutos, unos muy buenos minutos orando en el monumento del Santísimo expuesto el Jueves Santo por la tarde noche.
Viernes Santo
Vendrá luego el viernes por la mañana, normalmente son los viacrucis. También asistan a los diferentes viacrucis, sea sencillo, sea escenificado, en cualquier parte acudan, pero no confundirse porque muchos asisten al viacrucis pensando que ese es el oficio litúrgico y no, es un acto de piedad que nos invita a acompañar a Jesús en el camino de la Cruz y que nos prepara para la celebración que es por la tarde, después de las tres, el sacerdote elige la hora y viene la conmemoración de la Pasión del Señor, su muerte, una ceremonia de mucho respeto, de mucho simbolismo, de mucha espiritualidad, la muerte de Jesús. Los invito a que asistan, asistan a sus parroquias a la Pasión del Señor, para acompañar a Cristo, unirnos a Cristo en su muerte reconociendo que él entregó su vida por mí, por tí y por todos.
Se acostumbra también el viernes por la noche dar el pésame a la Virgen, o el sábado durante todo el día darle el pésame a la Virgen por la muerte de su hijo. Es una devoción también muy importante a María que está al pie de la cruz, María en este misterio de la Dolorosa, orar ante María para encomendarnos a ella y que ella que fue fuerte en su fe, al pie a la cruz, aprendamos de ella a mantenernos firmes también en nuestra fe abrazando la cruz de Cristo.
Sabado y domingo
Vendrá luego el Sábado Santo por la mañana. Hay que guardarlo. A veces nos olvidamos que estamos celebrando la muerte de Jesús y debe ser todavía momento de silencio, de recogimiento, de no mucha actividad. Llevar una jornada matutina-vespertina tranquila para prepararnos a la fiesta de fiestas, a la Vigilia de Vigilias, la Vigilia Pascual. Se recomienda que esta vigilia empiece ya cuando comienza a oscurecer por los signos, la luz, el cirio, el agua, el encendido de la Iglesia, el altar, las flores, las lecturas de todo el Antiguo Testamento, del Nuevo Testamento, el Gloria, el Aleluya. Celebramos la resurrección ¡Cristo vence la muerte! resucita ¡Ha resucitado! Es la muerte y la resurrección íntimamente unidos.
Que vivamos estos tres días, jueves por la tarde, todo el viernes, sábado, la Vigilia Pascual con mucha fe. Dice san Pablo: “si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”. Es importante reflexionar, sí en la muerte, pero no se queda en la muerte, sino en la victoria, en la resurrección. Resucita para que tengamos vida.
Los invitamos a participar con mucha fe, es un tiempo de descanso, hay que descansar, es legítimo los que descansen aprovechen a descansar, pero un descanso tranquilo, sin caer en el desenfreno, sin caer en ese libertinaje como una tentación, sino un descanso familiar, un descanso en algún parque, pero con serenidad, con tranquilidad, con recogimiento sobre todo conviviendo en familia. Pero el descanso no quiere decir que nos ausentemos de la fe: descansar, pero darnos tiempo a participar de los oficios litúrgicos propios de esta semana. De antemano les deseo una Semana Santa hermosa, intensa, llena de fe, de esperanza, de amor, que nos alimentemos del Misterio de Cristo, renovemos nuestra fe hacia un compromiso de vida cristiana cada vez mayor.
Y como siempre les bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén