Capítulo IX. Manantial en el Desierto: La historia oculta de Ciudad Juárez
José Mario Sánchez Soledad/Autor
La Diócesis de El Paso
En 1914 se constituyó la Diócesis de El Paso, Texas siendo su primer obispo el jesuita Antonio Schuler (1915-1942). Nuevo México contaba con su diócesis. Ciudad Juárez pertenecía a la Diócesis de Chihuahua desde 1891. El Paso, Texas se había incorporado a la diócesis de Dallas, Texas. Las antiguas misiones del lado norte de la vera del Río Bravo, las que quedaron en suelo norteamericano y la misma población de antiguo Paso del norte eran atendidas desde la Misión de Guadalupe en una simbiosis con el templo del Sagrado Corazón de Jesús, que era la casa de general de los jesuitas en la región.

Esta casa estaba bajo la tutela del jesuita Carlos Pinto, que también era el superior general de la orden en estas tierras.
A finales del siglo XIX, los jesuitas habían quedado al frente de la parroquia de Guadalupe en Ciudad Juárez y siguieron estando muy activos en ambos lados de la frontera. El padre Antonio Severo Borrajo, también jesuita, había atraído a sus hermanos de orden a la frontera, pero a raíz de la Revolución y después la persecución religiosa, los jesuitas tuvieron que resguardarse en El Paso, Texas donde estaba su casa central. El sacerdote jesuita Carlos Pinto realizó la primera remodelación de la Misión de Guadalupe en 1907, agregándole reloj y ladrillos a la fachada. El padre Pinto posteriormente, ya en El Paso, Texas, realizó entonces una labor trascendental para la vida de ambos lados de la frontera. Se le conoció como “El apóstol de El Paso”, por su labor al construir las parroquias del Sagrado Corazón, La Inmaculada Concepción, San Ignacio, El Ángel Guardián, y la Sagrada Familia. Estos templos fueron indispensables para servir no solo a la creciente comunidad católica de El Paso, también albergaron a miles de católicos juarenses durante los años de la persecución religiosa, que asistían a la comunidad hermana a recibir los sacramentos.
La persecución religiosa de parte del gobierno mexicano a la Iglesia Católica, que siguió después de la Revolución Mexicana puso en aprietos al nuevo obispo Schuler de El Paso que llegaba a su nueva responsabilidad en 1915. En esa época estuvo obligado a proveer cuidados a los miles de refugiados que llegaron a su diócesis que huían de México. El más conocido de estos refugiados fue el mismo San Miguel Agustín Pro, quien fue ordenado por el obispo Schuler en la Catedral de San Patricio.
Este sacerdote chihuahuense fue posteriormente martirizado. En el año 2000 fue canonizado por su Santidad Juan Pablo II.
La participación del obispo jesuita Schuler también fue trascendental en la construcción del Monumento a Cristo Rey en la cima del Cerro de los Muleros que une a los estados de Nuevo México, Texas y Chihuahua. Esta idea inicial del sacerdote Lourdes F. Costa, para los católicos fronterizos, es desde entonces señal de esperanza. La obra del escultor Urbici Soler tardó casi una década en realizarse, ya que fue propuesta inicialmente el 25 de octubre de 1933 y finalmente se terminó el 29 de octubre de 1939.
Anthony Schuler enfrentó la crisis humanitaria causada por los disturbios en suelo mexicano, brindó refugio a sacerdotes, religiosos, monjas, y hasta obispos, siendo esto su más grande logro. Su participación también fue vital para el establecimiento del Seminario de Montezuma, que preparó a muchos de los futuros sacerdotes que México requeriría para el siglo XX, entre estos al primer obispo de Ciudad Juárez, Don Manuel Talamás Camandari.
En septiembre de 1937 se fundó en Montezuma, Nuevo México, el Seminario Pontificio Interdiocesano de México de Santa María de Guadalupe (dirigido por los jesuitas), dando inicio con ello a un nuevo y glorioso capítulo de la historia de los seminarios mexicanos.
La fundación de Montezuma significó muchos cuidados y desvelos, sacrificios y oraciones de dos jerarquías episcopales (la mexicana y la norteamericana) que se empeñaron, con celo ejemplar, en hacer realidad en el siglo XX las preocupaciones pastorales del Santo Padre Pío XI. Sin duda ha cumplido con la divisa de su escudo heráldico: ¡Formetur Christus in Vobis!
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Misión de Guadalupe se observan los cambios al templo realizados por el padre Carlos Pinto. El Paso Public Library.
































































