Pbro. Pablo Domínguez Prieto +
Vamos a concluir con esta petición de “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” que engloba todas las demás peticiones, ya que todo lo que pidamos después, es la voluntad de Dios. ¿Y cuál es la voluntad de Dios? Pues bien, puede parecer que conocer cuál es la voluntad es difícil, pero yo pienso que no, y quizá el gran problema es que a Dios se le entiende…¡Demasiado bien!
Los que complicamos las cosas somos nosotros, pero saber lo que Dios quiere, en muchísimos aspectos, es mucho más fácil de lo que pensamos. Esta afirmación, créanme, es bueno recordarla de vez en cuando: ¡A Dios se le entiende!
El joven rico
A propósito de esto, quiero leerles un texto sobre este acontecimiento ocurrido en la vida del Señor: “Un hombre distinguido le preguntó: ‘Maestro bueno, ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna’” (Lc 18,18). Esta es la petición de cualquier hombre: ‘Señor, quiero ser feliz, la vida eterna, la santidad, ¡La plenitud!”. Y es cierto que este joven rico -tonto no era- pedía lo fundamental.
Perdón por el inciso, pero una vez me pasó que llamé a un empresario, pues teníamos que construir un salón de actos en la Facultad de Teología, pero no teníamos ni una moneda. Me fui al obispo auxiliar a pedir el permiso necesario para construirlo, le di las razones, las consideró y y me contestó en un par de días: “¡Permiso concedido! Permiso tienes, pero tienes que buscar el dinero. Todo no se puede pedir”. Hicimos después un plan para llamar a personas que tuvieran dinero y “llorarles un poco”, y llevé a un señor para que financiara parte del proyecto; Le enseñé el solar y le fui dejando caer las cosas. Al final me dijo: ‘Me imagino que usted me ha traído aquí para que yo dé algo. ¿Cuánto quiere? Aquello costaría unos treinta millones de pesetas. Pero pensé que no podía pedirle mucho. Y le dije que si me podía dar cien o doscientas mil pesetas. Entonces él me dijo: ‘Usted no me puede molestar para pedirme una miseria’. Y me dio dos millones, Y a la semana siguiente, otros dos.
La conclusión de esta anécdota es que para pedir ‘miserias’, pues mejor no pedir. Uno no va a Dios para pedirle un litro de leche. Pide, mejor, la empresa lechera nacional. El joven rico va y pide que el Señor le diga cómo ser feliz, cómo va a conseguir la vida eterna. Está muy bien, solicitando cosas grandes. El le respondió: Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos’ (Mt 19,17) ¡Miren si es fácil saber lo que Dios nos pide!: Cumplir los mandamientos.
Los diez mandamientos
Lean ustedes en el Catecismo los diez mandamientos durante un mes: a tres días por mandamiento. Los diez mandamientos son el decálogo de las palabras de vida que puso Dios en el corazón del hombre para alcanzar la vida eterna.
Uno va, por ejemplo, al primer mandamiento, “Amarás a Dios con todo tu corazón”. Por tanto, amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, y así habla de la oración, de la adoración, del sacrificio. Va hablando también, por ejemplo, de cómo no caer en la idolatría, cómo no caer en la adivinación y la magia, todos ellos son los pecados contra el primer mandamiento. Aporta respuestas a qué es la irreligión y que el gnosticismo. No vale decir : ¿Qué?, ¿Cómo?
Es como si te para la policía de trafico y te pone una multa de las gordas y tú le respondes: ¿Cómo? Pues muy sencillo, que tienes una multa.
Vayamos a cualquier mandamiento. Por ejemplo, se entiende muy bien en lo que se refiere al respeto a la dignidad de las personas: respeto a la salud, respeto a la integridad personal. Así está prohibida cualquier cosa que atente contra la integridad del hombre, la integridad física, la amenaza…exige evitar la fuerza o cualquier cosa que atente contra la paz.
¡A Dios se le entiende! Y lo que hay que hacer es lo mismo que le dijo a ese joven rico: que leyera los mandamientos.
Hoy podría ser una buena ocasión para repasar los mandamientos, pero en orden y dándoles contenido; lo que significa adorar y la oración; lo que significa el Día del Señor y ‘no tomarás el Nombre de Dios en vano”. Porque podemos tomar el nombre de Dios en vano de muchas maneras.
“Santificarás las fiestas:”, que no significa celebrar o asistir a tres misas, sino hacerlo bien y dedicarlas siempre al Señor. Y, después, vienen los siguientes mandamientos: ¡Honraras a tu padre y a tu madre”, si los tenemos, si no, con la oración por ellos. “No matarás”, no haré nada en contra de la integridad de los demás, no colaboraré con nadie que tenga esas intenciones, no haré nada que signifique la lesión de una persona…todo esto es lo que nos pide Dios.
¡A Dios se le entiende tan bien!
El joven rico le pregunta al Señor, ante su invitación a cumplir los mandamientos: ¿Cuáles?. El Señor le pudo haber contestado: “Los que tú sabes”, pero le contesta todo el decálogo: No matarás, no cometerás adulterio, ¡Es que es fácil! ¡Es que no es muy complicado de comprender!, No daras falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, ama al prjimo como a ti mismo…
Los consejos evangélicos
El joven rico hizo como quizá a veces hacemos nosotros: cuando hacemos el examen de conciencia por encima, benévolamente, damos por cumplidos los diez mandamientos. Esto fue lo que hizo el joven rico cuando le dijo al Señor: “Todo eso lo he guardado ya”, como diciéndole: “Anda, ¿A que no te lo esperabas?” ¿Qué le falta? Y el Señor, con una habilidad maravillosa le dijo lo mismo, pero de otro modo: “Vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos. Luego ven, y sígueme”.
¿Y saben qué acababa de decirle el Señor?: Pues los tres consejos evangélicos: La pobreza, la obediencia y la castidad. Por tanto, quería decirle que si quería ser perfecto, vendiera todo y viviera pobremente. Y luego “vente sígueme y haz lo que yo te diga, obedéceme. Deja todo y vive solo para mí, vive en exclusividad de amor a mí y haz lo que yo te mande” ¿Y qué hizo el joven rico? Se marchó porque tenía muchos bienes. No solo materiales. Es que no quería dejar sus tesoros: su propia voluntad, hacer lo que quisiera siempre, sus placeres, sus gustos, sus caprichos…
Hermanos ¿Qué hacen los mandamientos de Dios? Nos hacen vivir en la pobreza de quien solo tiene como alimento la voluntad de Dios, nos hacen seguir el querer de Dios, nos hacen vivir en exclusividad del amor de Dios: Pobreza, castidad y obediencia. Los mandamientos son diez, y hay que revisarlos -¡Que viene muy bien!- Y también hacer examen de conciencia.
El examen de conciencia para no llevarse sustos en el juicio final. Mejor que uno se examine antes y pueda poner remedio a las cosas para que no lleguemos como el joven rico y pensemos que todo lo hemos hecho bien en nuestra vida.
Ahora si podemos pensar un poco en lo que Dios quiere para nosotros, Su voluntad es que vivamos pobremente, obedientemente y castamente, eso es lo que nos pide el Señor.
Aunque algunos dicen que esto habrá que interpretarlo: la obediencia dialoga ¡Que no! Esto para un chiste, pero no para la realidad, ¡Porque nos jugamos la vida eterna! Por tanto, la pregunta es:
Pobreza, Castidad y obediencia
“Señor, ¿Cómo puedo cumplir tu voluntad?. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Como decía el Papa Benedicto XVI “Tu voluntad del cielo, que se cumpla aquí en la tierra”.
Y ¿cómo viviremos en el cielo?, pues viviremos pobremente, en el sentido de que solo necesitaremos una cosa: a Dios, obedientemente, porque descansaremos en la voluntad de Dios; castamente, porque solo viviremos del amor de Dios.
No viene mal que repasemos los consejos evangélicos.
Como dice el obispo Ignacio Munilla, hay tres formas de vivir la vida cristiana: Una el Orden sacerdotal, otra el religioso o consagrado y otra el fiel laico o seglar, que por el bautismo sigue esos consejos evangélicos por el Bautismo, como un “ejercicio de las virtudes» (Catecismo 914-916 José Ignacio Munilla Obispo de san Sebastián)
Podemos meternos en este texto y actuar como el joven rico y decirle: “Señor, yo quiero, yo tengo el deseo de cumplirlos”, Y nos va a decir: “Cumple los mandamientos: y el Señor nos los puede resumir: “Vive pobre, obediente y casto. Estos tres consejos evangélicos son una auténtica maravilla.
Nos lo dice también el Catecismo (No. 2.053): “El seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La Ley no es abolida sino que el hombre es invitado a encontrar la Persona del maestro, que es quien le da la plenitud perfecta”. Y dice: “En los tres evangelios sinópticos, la llamada de Jesús dirigida al joven rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de los preceptos, es relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad.
Los consejos evangélicos son inseparables de los mandamientos ¡Son inseparables! Y los mandamientos pertenecen a lo que ha inscrito Dios desde el principio de la Creación en nuestra alma, es decir, no son preceptos impuestos extrínsecamente a nuestra naturaleza.
Como decía Guillermo de Ockham, en el siglo XVI, con los diez mandamientos Dios nos recuerda lo que ya está impreso en nuestro corazón. Y cuando decimos: “Dios mío, hágase tu voluntad” esa voluntad es que vivas casto, pobre y humilde.
Pobreza
Es tiempo de examinarse delante de Dios cómo vivo mi pobreza. La pobreza no es solo tener poco o no tener, es no vivir apegado a los bienes materiales. Y seamos sinceros: la pobreza también tiene que ver con no tener un deseo desordenado de bienes materiales, de ganar más dinero.
Castidad
¿Qué es la castidad? Si profundizamos en la teología, podemos describir la belleza de lo que significa la castidad, pero puestos a preguntarnos por lo concreto, es bastante sencillo definirla. La castidad la tiene que vivir todo cristiano, todo hombre y mujer. Pero por ejemplo, los sacerdotes que son célibes, la viven de un modo especifico. No como una renuncia, sino una afirmación gozosa de cómo Dios llena su corazón y de cómo son presencia y la anticipación escatológica de los bienes venideros, del estado del bienaventurado que vive solo de Dios y para Dios.
Por lo demás, en concreto, todos debemos vivir la pureza, sea si comparten o no la vida con una mujer, con un hombre. Y esto tiene qué ver con hágase tu voluntad. Sí tiene que ver con su voluntad.
Obediencia
Con respecto a la obediencia, es algo muy concreto, La Iglesia nos da unas indicaciones y nosotros las obedecemos, porque sabemos que son camino de Vida,
La Iglesia es madre y lo que nos indica es para que vivamos, no para que muramos: Obediencia a las indicaciones de la Iglesia, al papa, al obispo, al sacerdote, son modos ordinarios de encontrarnos con la voluntad de Dios y ¡Qué gozoso es vivir en la voluntad de Dios!, qué gozoso. Pero teniendo siempre en cuenta que hay que buscar lo concreto, huyendo de las abstracciones. Las cosas concretas se entienden mejor.
Anécdota
Les voy a contar una anécdota.
Una vez, estaba en el despacho de la parroquia (Por aquel entonces era encargado de Cáritas y recién ordenado sacerdote) y vino un señor un poco desharrapado y me dijo ‘padre, nadie me quiere dar un abrazo’. Pues si venia un hombre a Cáritas a pedir un abrazo, es bastante barato y la cosa no tenía mucha complicación, así que le dije: “Esto lo vamos a solucionar ahora mismo. Me levanté, le di un abrazo (Yo aún no había descendido hasta lo concreto de lo que le pasaba). Se sentó y entonces me dijo: ‘Mire padre, es que estoy lleno de pulgas’. En ese momento me empezó a picar hasta el breviario. El abrazo es muy bonito, pero las pulgas no. ¿Qué podía hacer para no dejarle mal? Cogí mi chaqueta y se la di (¡Ya no la quería! Y también le ofrecí un dinero para que fuese a un baño público y se desinfectara.
No sabía cómo decírselo a mi párroco, puesto que a continuación tenía que celebrar misa. Le dejé un cartel que decía (Querido Pedro Luis, ya te contaré, hoy no puedo quedarme) Inmediatamente me fui a bañar con lejía y hasta que me desaparecieron los picores pasó un tiempo largo, porque veía pulgas en todos lados.
Y por qué les digo esto: Porque si alguien te pide un abrazo, se lo das y no hay problema. Pero en cambio si alguien con pulgas te pide un abrazo, la cosa cambia. Pues así es la obediencia, Si nos dicen que hay que obedecer decimos: “Sí, sin problemas”. Pero cuando se desciende a lo concreto, a veces las cosas cambian y ¡Nos puede picar!
Tu voluntad…con pulgas
Hermanos, vamos a tomarnos en serio el Hágase tu voluntad y vamos a pensar delante del Señor, a examinarnos cómo vivimos la pobreza, la castidad y la obediencia, cómo las vivo en concreto, al nivel de la pulga, al nivel que pica. La pobreza, castidad y obediencia que pican, son las que valen. Si no pica, seremos como el joven rico.
¡Qué maravilloso es pensar en todo esto y después de hacer un examen de conciencia, vivir la pobreza, la castidad y la obediencia, unidos al propósito de los diez mandamientos y al final, hablar con el Señor empezando por decirle: “Hágase tu voluntad, ¡Pero de verdad! ¡Con pulgas!