Diana Adriano/Blanca A. Martínez
Desde siempre, la atención a la misión que realiza el sacerdote ha sido fundamental para el mejor servicio de la Iglesia. No se concibe una Iglesia santa sin sacerdotes santos, pero tampoco se conciben sacerdotes santos sin una formación y además un acompañamiento adecuados y continuos.

Catedral de Pamplona
En este sentido, la pastoral presbiteral toma cada vez más importancia en el servicio de la Iglesia.
Como se sabe, la pastoral presbiteral busca reavivar el don recibido en el sacramento del orden y renovar su compromiso con la Iglesia y el pueblo de Dios.
Sobre este tema hablaron a presencia el sacerdote de la Diócesis de Aguascalientes Ricardo Veloz Cuéllar, secretario ejecutivo de la Dimensión Episcopal del Clero, así como el padre Víctor Pineda, sacerdote de la Diócesis de Ciudad Juárez, quien forma parte de esta dimensión a nivel diocesano.
Ambos coincidieron en que la formación permanente y el acompañamiento al sacerdote no son un complemento opcional, sino un camino esencial que debe recorrerse en la vida sacerdotal.
“La Iglesia ha ido reconociendo cada vez con mayor claridad la gran necesidad de que sus sacerdotes asuman una formación permanente, es decir, que el sacerdote a lo largo de toda su vida debe estar en un continuo trabajo de su propia humanidad, sus relaciones fraternas, su vida espiritual, su conocimiento intelectual y su labor pastoral”, dijo el padre Víctor Pineda, para quien es un error común pensar que la formación del sacerdote concluye al salir del Seminario.
“A la formación en el Seminario se le llama ‘formación inicial’, y ya terminada esta etapa le sigue la formación permanente. Mons. Patrón Wong, obispo de Jalapa, lo resume bien al decir que ‘la etapa más larga e intensa de la formación sacerdotal comienza con la ordenación sacerdotal, y la etapa más breve es en el Seminario’”.
Necesidad apremiante
Al igual que el padre Ricardo Veloz Cuéllar, secretario ejecutivo de la Dimensión Episcopal del Clero, el padre Víctor consideró que, en el contexto actual, los presbíteros enfrentan numerosos retos: la soledad, el exceso de trabajo pastoral, el desánimo y el desgaste emocional.
El padre Ricardo subrayó además la urgencia de profundizar en la vida espiritual como una prioridad para todos los sacerdotes del país.
“En general, todos los sacerdotes necesitamos fortalecer más nuestra vida espiritual. Carecemos de una vida espiritual profunda. Nos hace falta convencernos de la necesidad de tener un plan de vida espiritual y un acompañante sacerdote como guía. Esta es la necesidad más apremiante para todos los sacerdotes en México”, dijo convencido.
Grave misión
Sobre el trabajo que realizan los equipos de la pastoral presbiteral para atender las necesidades actuales del clero, los sacerdotes explicaron que primeramente hay que comprender la formación permanente como un deber y un derecho del sacerdote:
“Esto significa que el sacerdote tiene el deber de esforzarse responsablemente por continuar su propia formación, por seguir trabajándose en todos los aspectos de su vida. Y al mismo tiempo, tiene el derecho de recibir por parte de la Iglesia lo necesario para poder vivir adecuadamente su formación permanente”, dijo el padre Víctor.
Explicó que, en este aspecto, la pastoral presbiteral tiene como objetivo principal ofrecer medios y espacios que permitan a los sacerdotes continuar desarrollándose integralmente y vivir su vocación con plenitud.
Por su parte, el padre Ricardo enfatizó el compromiso de estos equipos a nivel nacional, a los que denominó “vicarías del clero” o “equipos de pastoral presbiteral”, cuya misión no es menor:
“Tienen la grave misión de acompañar, fortalecer, formar y coordinar todos los esfuerzos en pro de la ‘pastoral de pastores’ en todas sus etapas, momentos, dimensiones y necesidades”.
En Ciudad Juárez, dijo el padre Víctor el trabajo de la pastoral presbiteral está a cargo de un equipo conformado por trece sacerdotes, cada uno responsable de un área específica de formación: dimensión espiritual, humana-psicológica, intelectual, pastoral, salud sacerdotal, fraternidad y acompañamiento, que buscan responder a las necesidades más urgentes del presbiterio con orientación, formación continua, espacios de fraternidad y recursos para el cuidado integral.
Cuidar el ministerio y la persona
Los recientes acontecimientos que han sacudido a la Iglesia, como los casos de abusos clericales, situaciones de doble vida de algunos sacerdotes e incluso el trágico suicidio de un sacerdote italiano, han despertado una profunda reflexión sobre la necesidad de que los presbíteros cuiden de sí mismos y de su ministerio con mayor compromiso y responsabilidad.
El padre Ricardo, subrayó que la mejor manera de hacerlo es vivir una vida espiritual auténtica y profundamente centrada en Cristo:
“Llevamos este tesoro en vasijas de barro (2 Cor. 4,7), y la forma de custodiarlo es viviendo una espiritualidad profunda y convencida, siempre teniendo como único modelo a Cristo Jesús, Buen Pastor, Sumo y Eterno Sacerdote”.
Por su parte, el padre Víctor, explicó que uno de los grandes peligros actuales es pensar que el sacerdote no necesita seguir trabajando en su desarrollo personal y espiritual.
“Esa idea es una tentación peligrosa, porque hace creer al sacerdote que ya superó todo aquello que durante el Seminario reconoció como defectos o dificultades, pero que quizá no trabajó lo suficiente. La formación permanente es el medio fundamental por el cual el sacerdote puede seguir fortaleciéndose y creciendo en su vocación”, afirmó.
En este sentido consideró imprescindible que los sacerdotes se esfuercen por seguir trabajando temas personales como la afectividad, la autoestima, las dependencias, entre otros aspectos fundamentales de su humanidad. Pero también recalcó que no deben hacerlo solos, sino con un acompañamiento fraterno y espiritual que facilite este proceso.
“El equipo de formación permanente tiene la responsabilidad de crear espacios y ofrecer herramientas para que los sacerdotes encuentren acompañamiento, dirección espiritual, escucha y ayuda concreta. No se trata de que el sacerdote afronte sus luchas desde sus propias fuerzas, sino de permitir ser acompañado en sus fragilidades”.
¿Cómo cuidar a nuestros sacerdotes?
Más allá del servicio que los sacerdotes ofrecen día a día en la celebración de los sacramentos, en la predicación y en la guía espiritual del pueblo de Dios, ellos también necesitan ser cuidados, acompañados y sostenidos. Así lo afirmaron ambos sacerdotes.
El padre Ricardo destacó:
“Los fieles deben comprender, para comenzar, que somos humanos y que necesitamos de su oración, atención, apoyo y compañía. El fiel laico tiene una gran misión en la vida de todos los sacerdotes”, afirmó.
Por su parte, el padre Víctor explicó que, así como los sacerdotes forman equipos de pastoral presbiteral para acompañarse entre sí, los fieles laicos también pueden y deben ser agentes de acompañamiento desde su propia vocación y realidad.
“Considero que la principal manera por la cual un laico puede acompañar la formación permanente de un sacerdote es por medio de la relación de cercanía que alienta y que confronta”, dijo.
Se trata de relaciones basadas en la amistad sincera, que se convierten en soporte emocional y espiritual para los sacerdotes, especialmente en momentos de dificultad o desgaste. Pero también —añadió— estas relaciones deben incluir la capacidad de confrontar desde la caridad, es decir, hablar con amor y verdad cuando sea necesario corregir alguna actitud o comportamiento que no esté en sintonía con la vida evangélica ni con el llamado sacerdotal.
“La cercanía del laico debe ser aliento, pero también un espejo donde el sacerdote pueda mirarse y corregirse si es necesario. El laico no es un espectador pasivo, sino un hermano en la fe con quien compartimos el camino de santificación”, puntualizó el padre Víctor.
Vida comunitaria
A la luz de los trabajos realizados en los equipos de pastoral presbiteral a nivel nacional, el padre Ricardo destacó que uno de los grandes aprendizajes ha sido confirmar que la vida del sacerdote en comunidad es indispensable para que no se aísle, no caiga en el desgaste emocional y pueda vivir su vocación con mayor plenitud y alegría.
“La soledad jamás debe ser una opción para ningún sacerdote, ya que atenta contra su estabilidad humana, espiritual y pastoral”, expresó el entrevistado.
Explicó que este entorno comunitario se estructura en torno a cuatro pilares fundamentales:
- Con el obispo que como padre y pastor representa el vínculo más directo con la Iglesia particular, y su cercanía y acompañamiento son esenciales para el sostenimiento espiritual y pastoral del sacerdote.
- Con los demás sacerdotes de la diócesis: los presbíteros, como hermanos y compañeros de misión, deben cultivar la fraternidad sacerdotal, compartiendo alegrías, luchas, oraciones y momentos de formación y convivencia.
- Con la familia de origen: mantener una relación sana con la familia, reconociendo en ella la base de su vida y el primer semillero de su vocación, es también una fuente de equilibrio y afecto.
- Con los fieles laicos: la comunidad laical no es solo el pueblo al que se sirve, sino también una red que custodia, apoya y acompaña la vida ministerial del sacerdote, en una relación de mutuo crecimiento.