Recuerden que esta sección es con la finalidad de reflexionar y dialogar juntos en el contexto de las próximas elecciones. ¿A qué nos llama la Fratelli tutti y la próxima coyuntura electoral federal y estatal como buenos creyentes en el Amor de Dios? ¿Cómo puede ser mejor mi vida personal como creyente en este amor? ¿Qué Iglesia diocesana y parroquial estamos llamado a ser?
Diana Cortéz/Colectivo Juárez sin Corrupción
A unos días de cumplirse un año en confinamiento por el Covid-19 en México hemos sido testigos de varios acontecimientos que se detonaron debido a esto; las restricciones de movilidad para realizar nuestras actividades rutinarias, detonando a la larga cierto estrés en las personas ante la necesidad de quedarse en casa, así como la incertidumbre y preocupación de no contagiarse y contagiar a los demás. Por otro lado el desabasto de artículos de la canasta básica por las compras de pánico, sin dejar de lado su alza en los costos por la oferta y la demanda así como los largos tiempos de su transportación; el cierre de empresas ocasionando la pérdida de más de 5 mil empleos en esta ciudad provocando un tremendo lío en sus fuentes de ingreso y conflicto en el hogar, sin olvidar el incremento del flujo migratorio a esta región; esto por mencionar algunos de los muchos acontecimientos.
Y en estos tiempos de dificultad ¿He sido capaz de dejar de lado mis necesidades y voltear a ver las necesidades de otras personas? ¿He salido al encuentro de ser solidario y apoyar a una hermana o a un hermano lejano? ¿He reconocido y me he percatado del impacto positivo de tantas agrupaciones y organizaciones de la sociedad civil que han realizado esfuerzos admirables pensando en el bienestar de la sociedad?
Valores y límites liberales
Hay quienes han sido capaces de desprenderse de hábitos individualistas para incorporar obras de fraternidad que sólo llegan a unos pocos. Mientras tanto, la multitud de los abandonados y los mayores necesitados quedan a merced de la posible voluntad de algunos. El asunto es que estamos propicios a caer en el “yo-yo”, a ensimismarnos en nuestros intereses, en nuestras realidades materiales y en el modo en cómo hacemos uso de ellas. El Papa Francisco nos dice que el egoísmo forma parte de aquello que la tradición cristiana llama “concupiscencia”: ha existido desde que el hombre es hombre y simplemente se transforma, adquiere diversas modalidades en cada siglo. Pero que es posible dominarla con la ayuda de Dios.
Por lo tanto hay que hacer ver la importancia de no sólo ser fraternos sino también fomentar un pensamiento que aspire a una calidad de vida digna e integral, en donde la misma sociedad sea la que reaccione ante los abusos y desigualdades de los poderes políticos, tecnológicos y económicos, para exigir y buscar una organización colectiva más eficiente que contribuya a la solución de las problemáticas sociales.
El Papa Francisco insiste en que “dar a cada uno lo suyo”, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar que lo puede todo, autorizado para pasar por encima de la dignidad y de los derechos de otras personas. El panorama mundial, sin embargo, nos presenta muchos falsos derechos, y a la vez grandes grupos indefensos, víctimas de un mal ejercicio de poder.
La política que se necesita.
La pandemia ha evidenciado la fragilidad del mercado financiero y que no todo se resuelve con la activación de la economía: “necesitamos una política que piense con una visión amplia e integral, llevando la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan y transformen las estructuras sociales posibles que necesitamos con un diálogo interdisciplinario y transversal”.
El Santo Padre señala que “la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra con grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta trabajo apropiarse de este deber al estar al frente de sus funciones y más aún en un proyecto común para la humanidad presente y futura. Pensar en los que vendrán no sirve a los fines electorales”, se quedan haciendo política pública en la inmediatez resolviendo con parches o soluciones rápidas las problemáticas sociales y al final no se resuelve nada de fondo.
El amor político
Un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se unen otros para generar procesos sociales de fraternidad y justicia para todos, entran en el campo de la caridad política. Esta supone haber desarrollado un sentido social que supera toda mentalidad individualista. Nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas y cada una de las personas, consideradas no sólo como individuo, sino también que pertenecen a una sociedad, una comunidad, a un pueblo.
En este sentido el Papa Francisco reitera que la política es la máxima expresión de la caridad y esta última puede construir un mundo mejor. Sabemos que la caridad es el amor que nos mueve hacer las cosas desde el corazón, que ayuda a mirar con ternura y tratar con gentileza y paciencia, esto es también civil y político. Por lo tanto debemos acudir a la fuente del Amor, a Dios, rogando nos ayude al desafío que exige acoger día tras día esta caridad política a la que hemos sido llamados desde nuestro quehacer y con las posibilidades que tengamos de incidir en las estructuras sociales.