Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Muy buen domingo tengan todos ustedes mis queridos hermanos e hijos en la fe. Les saludo con afecto como obispo padre y pastor.
Estamos en el tercer domingo de Adviento, domingo de Gaudette, que significa ‘Alégrate’; la liturgia de este tercer domingo nos invita a la luz, a la alegría. Es un domingo de esperanza, una alegría en el Dios bueno y misericordioso que nos envía a su Hijo Jesucristo y por eso nos preparamos con alegría para recibir a Jesús, que es luz para nosotros.
Es importante este tercer domingo porque ya nos vamos acercando a la Navidad a una solemnidad muy importantísima en nuestra fe.
Nuevamente parece ya más fuerte la figura de san Juan el bautista. dice el texto del evangelio de san Juan: ‘este es el testimonio que dio Juan el bautista cuando le preguntaron que si tú eres el Mesías’. Mucha gente, sus seguidores, sobre todo, lo confundían o pensaban que él era el Mesías ¿tú eres? ¿Eres tú Juan?
Y dice el texto : él reconoció que no es el Mesías diciendo ‘yo no soy el Mesías, y vuelve a decir como escuchamos el domingo pasado: ‘yo soy la voz que grita en el desierto, enderecen el camino del Señor’.
Por eso hoy escuchemos nuevamente la voz de san Juan el bautista, que nos invita en el desierto de nuestra vida, en el desierto de nuestro corazón, de nuestros ambientes de tristeza, de pecado e inseguridad, de muerte, en los que muchas veces nos vemos envueltos a nivel personal, familiar o a nivel ciudad. Una voz surge en el desierto: ‘enderecen el camino del Señor’, pero no hacerlo como algo difícil o pesado, como una carga, no, sino con una gran confianza puesta en el Señor.
La Buena Nueva
Por eso escuchamos en la primera lectura del libro del profeta Isaías que nos dice: el espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido, me ha enviado para anunciar la Buena Nueva de la salvación a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado. Es decir: Jesús viene con la fuerza de su espíritu a sanarnos, a curarnos, a doblegar nuestro corazón endurecido y darnos un corazón de carne. Por eso sigue diciendo el profeta Isaías: ‘me alegro en el Señor con toda el alma y me lleno de júbilo en Dios, mi Salvador’.
Ahí quiero detenerme en esta frase de Isaías que quiero que la reflexionemos y que tengamos esa grande confianza en el Señor: “Me alegro en el Señor con toda el alma”. Esa frase medítenla, reflexiónenla profundamente, que deveras digamos con esa alegría: ‘me alegro todos los días, hoy que me levanto en medio de todo lo que sucede, me alegro en el Señor con toda el alma, con todo mi corazón, mi ser se llena de júbilo en Dios mi salvador. Por eso es el domingo Gaudette: alégrate, gózate en el Señor y por eso en el Salmo responsorial que también es muy importante reflexionarlo, cantaremos o proclamaremos ‘Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador’, como una respuesta ante la palabra de Dios en este Adviento, en este tiempo de preparación para la Navidad. La alegría, pero siempre la alegría del espíritu, la alegría del evangelio.
Recomendación
Y la recomendación también que nos da san Pablo en la segunda lectura en su carta a los Tesalonicenses, fíjense como dice hermosamente: ‘vivan siempre alegres’. Claro que hay sufrimientos, dolor, tristezas, es muy humano, es nuestra fragilidad humana a veces el dolor, la enfermedad, pero en la fe y en la esperanza debemos vivir siempre con alegría. Vivan siempre con alegría, pero junto con esa vivencia alegre, sigue diciendo san Pablo, oren sin cesar. ¿De dónde agarramos la alegría de la oración?: oren sin cesar, den gracias en toda ocasión y den gracias en la Eucaristía, que es acción de gracias: Oración, Eucaristía, es la fuente de la alegría, Cristo el Señor. Vivamos siempre con mucha alegría.
¿A qué nos comprometemos como cristianos? ¿cuál es nuestra tarea? imitar a san Juan el bautista, también nosotros gritar en el desierto que Dios. Nos ama, eso tenemos que gritarlo anunciarlo de palabra, de actitud. Que tú y yo seamos voz en el desierto gritando ‘Dios te ama’.
Intensificar oración
Enderecemos nuestros caminos y seamos yo y tu yo convencido que Jesús esta en medio de nosotros, porque a veces lo decimos pero de palabra como una fórmula y no lo decimos convencidos y menos lo vivimos.
Dios está en medio de nosotros es el Emmanuel, por eso san Juan así lo presenta: ‘este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
No dejemos queridos hermanos en este tiempo de adviento de preguntarnos ¿qué quiere Dios de nosotros? ¿qué nos pide? pero también no dejemos de dar una respuesta.
Responder que el Señor es nuestra alegría, nuestra fuerza, nuestra salvación.
Pedimos a Dios la fuerza de su espíritu, pedimos a Dios la fuerza de su amor para que la alegría, el gozo de este tercer domingo de adviento nos lleve a un compromiso de conversión como nos pide san Juan el bautista de ser cada vez mejores.
Mis queridos hermanos ya estamos acercándonos a la Navidad, intensifiquémos nuestra oración y nuestro amor.
Que nosotros, como hombres y mujeres de Iglesia, en las parroquias, comunidades, en los grupos y sobre todo en familia, con los amigos, si hacemos posadas lo hagamos con un espíritu de recogimiento, pero también de alegría de acompañar a los peregrinos a Jesús, José y María en el caminar, pidiendo posada, y que le abramos nuestros corazones para que Él entre y se quede en nuestras vidas.
Mantengamos encendida la llama del fuego del amor en nuestras vidas. Somo siempre les saludo con afecto y les doy la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes.