Hoy en día nadie quiere dedicarse a pastorear corderos y menos hacerlo sin ganar un peso…¿Serán los pastores de Belén una estirpe en peligro de extinción? ¿Cómo podrán subsitir las pastorelas de la Navidad?
Francisco Romo Ontiveros/Escritor
Ser pastor de Belén es un oficio en peligro de extinción. Cada vez hay más lobos que superan con creces a los guardianes de ovejas. Aquello de apacentar rebaños terminó por volverse una actividad cada vez más peligrosa y poco apreciada, ya que nadie quiere dedicarse a pastorear corderos entre fieras salvajes y menos hacerlo sin ganar un peso. Atrás quedó la estima por la figura del pastor valiente, a la que muchos aspiraban desde chicos, que invitaba a querer arriesgar la propia vida por el bien de los más desprotegidos. Si alguien ahora se lanzara a ahuyentar a depredadores voraces en defensa de un puñado de borregos asustados es tomado por loco, por decir lo menos. ¿Qué beneficio puede traer el exponer la propia tranquilidad para, en cambio, arriesgarlo todo por proteger desvalidos?
Uno pensaría que tal situación se suscita solo entre la población adulta, cuyos miembros, con el paso de los años, pierden el sentido de solidaridad y empatía. Sin embargo, se observa que en estos tiempos tampoco los niños tienen la vocación de socorrer al indefenso; cualidad inherente a la naturaleza de los niños que, tiempo atrás, los destacaba como dignos representantes de los pastores de Belén. Pareciera que el observar a los mayores cada vez con más lujos y comodidades, motivados únicamente por el interés personal, propició que los chiquillos trasladaran a su entorno infantil el egoísmo que impera en el mundo de los grandes. Así que, tanto entre niños y adultos, la vocación de pastores de Belén está en peligro de extinción. Se esperaría que, por lo menos en cierta época del año, digamos ahora en Navidad, los aspirantes a pastores de Belén surgieran en creciente número, pero este parece no ser el caso.
Escasez propagada
Si no me creen, echemos un vistazo a lo que sucede en la “Casa Hogar El Refugio”, donde las religiosas que atienden el hospicio llevan semanas intentando organizar la tradicional pastorela de Nochebuena, sin que hasta ahora puedan completar el elenco que aparecerá en la representación del nacimiento de Jesús. A esta fecha, las monjas no cuentan con un solo voluntario para hacer de pastor de Belén. Del centenar de niños a su cuidado, no existe uno solo que se haya apuntado para caracterizar dicho papel, de tal suerte que, con toda seguridad se puede afirmar que la escasez de pastores de Belén se ha propagado más allá del Medio Oriente y llegado a afectar nuestra región.
Las hermanas cuentan entre sus registros con numerosas peticiones de niños que buscan recrear en escena a los reyes magos, personajes que resultan ser los más populares entre los infantes por sus vistosos disfraces y la aventura que supone el prolongado viaje montados sobre un camello, un elefante o un caballo. Hay, a su vez, decenas de chicos que buscan hacer de San José, por tratarse de un personaje principal; y muchos otros son los que encuentran divertido personificar a alguno de los traviesos diablillos que pretenden confundir a los pastores en su trayecto al portal de Belén. Las niñas, por su parte, se dividen en dos grupos únicamente: Las que les gustaría personificar a la Virgen María o las que desean participar disfrazadas de alguno de los ángeles que intervienen en la obra; pero ninguna de ellas, ¡ni una sola!, ha mostrado interés por el papel de pastorcita. De manera que, sin pastores este año, no habrá a quienes anunciar el nacimiento del Niño Dios.
Reunión extraordinaria para un anuncio
No es de sorprender, por tanto, que dada la gravedad de la situación la madre superiora de la Casa Hogar haya convocado a las demás hermanas a una reunión extraordinaria, pues, de seguir la pastorela sin pastores, se corre el peligro de que la noticia de la Navidad deje de transmitirse como es debido. Tras ser llamadas, las religiosas asumen sus diferentes puestos en el salón principal:
– Amadísimas hermanas – comienza por decir la madre superiora – como saben, la falta de pastores de Belén ha traído a nuestra Casa Hogar el desconcierto. He convocado a esta reunión para externar no solo mi preocupación, sino para escuchar también de ustedes su sentir ante la situación que prevalece; no obstante, sin restar importancia a las dificultades actuales, me interesa, sobre todo, que juntas busquemos una solución –.
– Yo propongo – tomó la palabra la hermana más joven de todas – que ofrezcamos algún tipo de recompensa para todos aquellos niños que desistan de interpretar a San José o a la Santísima Virgen, e incluso pudiéramos invitar a criaturas de otros albergues y parroquias para que nos acompañen y así completar la pastorela –.
– Hermana – interrumpió con voz más bien ronca otra de las monjas – ¡pero qué cosas dice! Hacer eso equivale a enviar un mensaje opuesto a lo que representan los pastores de Belén; sería como decirles a los niños que, para ser pastores, hace falta recibir algo a cambio, lo que va en contra de tan honroso oficio; además de que, por otro lado, la falta de pastores trasciende fronteras y edades. No se trata – concluyó – dado el estado de emergencia de rebajar tan noble y milenaria actividad al plano oportunista o material –.
– Estoy de acuerdo con usted – repuso una cuarta religiosa, que seguía con rostro reflexivo la conversación – lo que sucede en Belén es tan solo un reflejo de lo que acontece en otras tantas ciudades del mundo, donde la urbanización desenfrenada acaba con los espacios naturales en los que, por generaciones, las ovejas solían recrearse y pastar libremente; de tal suerte que, alimentar rebaños se ha vuelto, con el tiempo, en un redituable negocio, pues a falta de verdes laderas la pastura debe comprarse a unos cuantos terratenientes –.
– Considero, si me permiten – dijo la madre que superaba en edad a todas las demás hermanas – que la solución está en no limitar la invitación para ser pastores de Belén a únicamente a los niños de este hospicio. No pidió ya, nuestro Buen Pastor, aquello de “vayan por todo el mundo y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”; de manera que si los pastores de Belén se encuentran fuera de estas paredes, debemos de ir en busca de ellos, razón por la cual – continuó la religiosa, visiblemente más entusiasmada – debemos de extender la invitación a prácticamente cualquier persona, niño o niña, joven o viejo, varón o mujer, que deseé redescubrir en su corazón la vocación de convertirse en verdaderos pastores de Belén –.
Estirpe ¿en extinción?
– Bueno, bueno – repuso la última monja que faltaba por opinar –, ¿pero qué no observan ustedes que la escasez de pastores es incluso mayor entre los adultos? La mayoría busca ser lobo o diablo, si no, ¿de qué ejemplo creen ustedes que han aprendido nuestros niños? Observen ustedes mismas cómo está el mundo en la actualidad: Ya casi nadie se deleita en guiar a otros de manera generosa; difícilmente alguno busca conocer a profundidad el corazón humano; y qué decir del poco interés entre la población por optar por vidas dedicadas al servicio de los demás. No hay quien deje sus actividades familiares y otras ocupaciones por venir, por ejemplo, a asistirnos en la crianza de tanto pobre huérfano, siquiera un día a la semana en el que se permitan donar algo de su tiempo para apoyarnos en tan ardua tarea. Todos allá afuera – prosiguió la religiosa – buscan ser los primeros, obtener los primeros asientos, los primeros turnos, la primera clase, los primeros sitios; y se ponen felices cuando sus hijos se hacen con los primeros lugares en cuanta competencia participan. ¿Qué las hace pensar, por tanto, queridas hermanas, que habremos de correr con mayor suerte si invitamos a otros niños, o incluso si omitimos precisar un límite de edad en nuestra supuesta convocatoria? Para que los niños o adultos participen, ya les digo, para que deseen ser pastores de Belén, es necesario ofrecerles alguna recompensa. Mi propuesta – concluyó la monja, mientras se ponía de pie y alzaba con esfuerzo su mirada al techo – ¡¡Es que formalmente nos impongamos un año de duelo continuo en penitencia por la para siempre desaparecida estirpe de los pastores de Belén!! –
Aviso clasificado
La reacción de sorpresa exasperada de las demás monjas, ante lo que su compañera acababa de manifestar, no se hizo esperar. El creciente bullicio se dejó escuchar por todo el salón hasta alcanzar los corredores contiguos, las habitaciones del ala oeste y el patio.
– ¡¡Calma hermanas, tranquilas, por favor!! – exclamó la madre superiora en un tono de voz que intentaba hacerse oír por encima del ruido –. Debemos de permanecer en divino sosiego. Pensemos que, declarar extinta a la noble estirpe de los pastores de Belén, cuyos orígenes se remontan hasta el glorioso día del nacimiento de Nuestro Señor, sería sin duda algo desastroso. Sin los pastores de Belén no es posible propagar el Evangelio, se deja de socorrer al necesitado, no se da consuelo al desvalido, ni hay guía para el descarriado. Les diré ahora lo que haremos: Publicaremos en el periódico diocesano un anuncio para requerir voluntarios, y debemos de esperar pacientes la respuesta. Se acercan días en los que habremos de alegrarnos por aquellos lectores que, fieles al llamado, atiendan el mensaje y nos hagan declarar a su favor, llenos de júbilo: “¡Dichosos los ojos de ustedes, que ven!” (Mateo 13,16).
SE SOLICITAN |
Pastores de Belén
Sin distinción de persona alguna |
Informes: “Casa Hogar El Refugio” u oficinas de Periódico Presencia |