Diana Mtz. Adriano
En entrevista con Presencia, una madre que prefirió mantenerse en anonimato, compartió el duelo que vivió por el aborto de su tercer hijo, a quien ella y su esposo deseaban con mucho amor.
“Durante la semana 14 comencé a tener sangrado y de repente sucedió, todo fue muy rápido. Al llegar a la clínica los doctores ya no pudieron hacer nada, mi cuerpo había rechazado a mi bebé”, explicó mientras frotaba sus manos.
Al confirmar el médico lo que había pasado y después de asegurarse que ella estuviera bien de salud, le preguntaron si quería ver al bebé.
“Claro que yo y mi esposo lo quisimos contemplar, era perfecto, los dedos de sus pies y de sus manos estaban completamente formados y en ese momento, en medio de mi tristeza le dije cuánto lo amaba”, dijo ella.
Después de los momentos de tristeza, la pareja decidió incinerar el pequeño cuerpo del bebé y llevarlo a casa. Colocaron las cenizas en una cajita color blanco.
“Sus cenizas están en medio de nuestra sala, porque es un lugar donde la familia siempre se reúne y se viven más los momentos de convivencia, así que él siempre está presente, no creo que sea algo malo porque está con nosotros”, dijo la entrevistada, quien aseguró que un aborto es una de las cosas más dolorosas a las que una mujer puede enfrentarse, pues el duelo provoca un gran cansancio físico y emocional que puede afectar las relaciones.
La mujer, quien creció en una familia católica, compartió que alguien alguna vez le dijo que no estaba bien tener las cenizas de su hija en casa, pero ella desestimó el comentario.
“¿Cómo va a estar mal si está con su familia?”, se cuestiona.
“Ya han pasado dos años y yo me he encargado de que mis hijas no olviden que tienen un hermano o hermanita, así que siempre al salir de casa nos despedimos de él con la promesa de regresar”, agregó.
José José y sus cenizas divididas
Poco más de una semana después de la muerte del cantante mexicano José Rómulo Sosa Ortiz, popularmente conocido como José José, sus hijos se repartieron en dos partes las cenizas de su cuerpo cremado.
José José, fallecido el 28 de septiembre de 2019, alcanzó la fama en las décadas de 1970 y 1980 con canciones como “El Triste”, “Volcán” y “Lo Pasado Pasado”.
Después de varios desacuerdos entre sus hijos mayores José Joel y Marysol, de su matrimonio con Ana Elena Noreña, y Sara, su última descendiente, fruto de su último compromiso con Sara Salazar, el cuerpo fue cremado y repartido entre Miami, en Estados Unidos, y México.
Qué dice la Iglesia
Al respecto, el P. Mario Arroyo, doctor en Filosofía por la Universidad de la Santa Cruz de Roma y catedrático de la Universidad Panamericana en Ciudad de México, señaló que la disposición de repartir las cenizas de José José “no parece conforme a la dignidad de los cuerpos ni que represente un sentir de fe”.
“No parece lo más indicado andarse repartiendo en partes proporcionales, como si fuera la herencia”, indicó.
El P. Arroyo señaló que “la doctrina de la Iglesia nos recuerda que el ser humano forma una unidad: alma y cuerpo. La muerte en ese sentido, que entró en el mundo por el pecado, tiene un carácter de alguna forma antinatural, y por eso el dogma de la fe nos recuerda la resurrección de los cuerpos”.
Señaló que “recientemente la Santa Sede ha recordado que no está bien guardar las cenizas de los muertos en la sala de tu casa. O, aunque pueda parecer muy bonito y poético, derramarlas en el mar”.
Esta última, precisó, “puede ser una costumbre muy en sintonía con el espíritu de los tiempos pero no es cristiana, es en cierto sentido neopagana”.
Descansa en su casa
Margarita Flores, ama de casa, compartió en entrevista con Presencia el proceso que vivió con la muerte de su madre, quien durante 2017 se agravó debido al Alzhéimer y otros padecimientos.
Margarita la llevó a vivir a su casa al ver que no podía antenderse como antes.
“En menos de 6 meses parecía una niña otra vez, tenía que limpiarla, bañarla, cambiarla, darle de comer, era muy pesado, pero trataba de hacerlo con amor, como ella lo hizo conmigo”, compartió.
En agosto del 2018, realizó la rutina usual para dormirla y se fue a descansar.
“Desperté como a la 1 de la mañana para ver cómo estaba y encontré que no estaba respirando, trate de reanimarla, pero ya no regresó. Ella siempre fue una mujer trabajadora, no le gustaba que nadie la ayudara, pero las enfermedades le afectaron demasiado y su cuerpo simplemente dejo de funcionar”, recordó la entrevistada.
Enfrentando la dolorosa muerte, ella y sus hijos decidieron incinerar el cuerpo de su madre, a pesar de que su familia siempre ha tenido la tradición de enterrar a los fallecidos.
“Hubo molestia por parte de la familia, pero a mí me molestó más que cuando estuvo viva y batallando, muy pocos se acercaron a visitarla y tratar de ayudar. Así que el proceso de cremación fue difícil”, reconoció.
Cuando en la funeraria le entregaron las cenizas, le ofrecieron un nicho en una capilla, pero ella pensó que no tendría tiempo de ir a visitarla, así que decidió llevar las cenizas a la casa de su madre, donde ella vivió la mayor parte de sus 68 años.
“Arreglamos un pequeño altar para ella, pusimos sus cenizas en su cuarto y aunque ya no esté físicamente ella sigue cuidando su casa. Cada vez que voy a arreglar su altar, siento que ella está ahí en el cuarto, platico con ella y hasta creo que me responde, me siento bien al saber que sigue presente en su hogar, pues no hay mejor lugar para que ella”, dijo convencida.
Falta de recursos
Después de que su tío Daniel falleció en la ciudad de El Paso, Texas, Juanita recibió de parte de sus parientes las cenizas de su familiar, pero al no tener los medios económicos para depositarlas en un nicho, las mantuvo en su casa por seis años.
Don Daniel vivió por muchos años atendido por su sobrina y después de caer enfermo, fue trasladado a El Paso, Texas y atendido en una casa de retiro hasta que falleció.
Daniel fue velado en El Paso. Una de sus hermanas pagó el sepelio. Pero la tía de Juanita decidió que ella se quedara con las cenizas de don Daniel.
Aunque sabía que no era correcto mantenerlas en su hogar, Juanita no contaba con el dinero necesario para comprar un nicho en alguna parroquia o algún otro espacio para depositarlas.
“No estaba a gusto teniéndolas en la casa, sabía que no era el lugar correcto”, dijo Juanita.
Con las cenizas en una habitación de su casa, en una mesa con flores y veladoras que encendía ocasionalmente, el tiempo pasó hasta que la mujer decidió llevarlas al panteón y las colocó en la misma tumba donde yace su madre.
“Mi esposo escarbó una pequeña fosa y sepultamos las cenizas de mi tío”, compartió.
Ya más tranquila se encuentra Juanita al saber que finalmente su tío descansa en el lugar indicado, después de seis años de mantenerlas en su casa.
Su reposo los acerca a Dios
Rosa María Rivera relató la muerte de su esposo, quien perdió la batalla contra el cáncer luego de tres meses de haber sido diagnosticado, lo que fue muy duro para la familia.
“Nuestra familia siempre ha sido católica, cuando mi esposo me comento que él quería que lo cremaran, siempre estuve consiente que las cenizas debían estar en un nicho y también porque no era sano para mi tenerlo en la casa”, explicó.
Sin embargo, tuvo las cenizas de su esposo algunas semanas en casa de su mamá, hasta que decidieron solicitar un nicho en la parroquia El Señor de la Misericordia y colocarlo ofreciendo una misa con sus cenizas presentes.
“Él era muy devoto a San Judas Tadeo y el día que hice el trámite en la parroquia, le tocó la sección de San Judas. Talvez fue su deseo y Dios se lo concedió”, mencionó al confirmar que este paso les dio a ella y a su familia un consuelo y una paz muy grande.
Hoy, cada aniversario, fecha especial y cumpleaños se reúne toda la familia para rezar un Rosario junto a él y por él convencidos de que no hay mejor lugar en donde puedan descansar los restos de su ser querido.
Están convencidos, además, de que visitarlo los acerca más a Dios, pues aprovechan para hacer oración ante el Santísimo y hay veces en que se quedan a escuchar misa.