Ana María Ibarra
Después de vivir en una crítica situación económica y sin poder trabajar ya que su marido enfermo requiere de toda su atención, María Elena Luna hoy recibe una pensión y se dedica a la venta informal de ropa y otros artículos para salir adelante. Esto gracias al programa Semáforo de la Pobreza que se lleva a cabo en la parroquia La Virgen de la Luz.
Salir de la crisis
María Elena vive en la colonia Revolución Mexicana junto con su esposo José Ernesto Maldonado, quien desde los 28 años experimentó situaciones adversas en su salud llevándolo a una depresión severa y ahora se encuentra sin poder valerse por sí mismo.
“A los 28 años mi esposo perdió un pie en un accidente. Para no pagar incapacidades temporales, en su trabajo fue liquidado. Eso lo deprimió y lo llevó a beber. En ese tiempo yo trabajaba en la maquila y junté dinero para que él pusiera una caseta telefónica. Después le dio diabetes y a causa de no cuidarse, perdió las piernas y la vista”, relató María Elena.
La situación de su esposo orilló a la mujer a dejar su trabajo.
“Trabajé 16 años en maquiladora, pero me tuve que salir para atender a mi esposo. Ya no teníamos cómo sostenernos. Mi esposo recibe una pensión de dos mil pesos, pero eso es muy poco”, señaló la entrevistada.
Siendo feligrés de la parroquia Virgen de la Luz se dio cuenta que ahí se llevaba a cabo el programa Semáforo de Pobreza y acudió para ser encuestada y obtener su mapa de vida.
“Estaba en muchos rojos. No podía salir a trabajar porque debo dializar a mi esposo y atenderlo, pero con las pláticas del Semáforo me di cuenta de que tengo manos y comencé a hacer galletas y pan. Como quien dice me prendieron el foco. También me puse a vender tamales, champurrado y ropa”, compartió.
Nuevo panorama
Las pláticas que ofrecieron los jóvenes de Semáforo de Pobreza ayudaron a María Elena a salir adelante y le abrieron otro panorama. El apoyo de sus hijos ha sido también importante para continuar, a pesar de que ellos tienen sus propias situaciones económicas.
“Uno de mis hijos me pagó un año el Seguro Social para poder tener una pensión, además me ayudó a tramitar mi visa y ahora puedo ir a comprar algunas cosas para vender”, dijo agradecida.
Sus amistades y algunas personas de la comunidad la apoyan también comprándole sus artículos y alimentos en venta, y los domingos, mientras ella se va a misa, sus hijas le ayudan en el puesto de venta de ropa.
Valiosa ayuda
Además de los talleres y la comprensión que encontró en el colectivo Semáforo de Pobreza, también recibió el apoyo para reparar su techo.
“Tengo que tener muy limpia la casa por mi esposo y su diálisis, la humedad nos afectaba mucho, pero estos jóvenes estuvieron aquí cada semana reparando el techo”.
Xavier Piñón comentó que lo primero que se tuvo que hacer en la vivienda fue nivelar el techo, ya que hacía una especie de cuna y ahí se retenía el agua ocasionando las goteras. Después de eso fue colocar material nuevo para evitar que entrara el agua.
Agradecida
María Elena se encuentra agradecida con Dios, con la parroquia y con el colectivo ya que las charlas le sirvieron también de terapia.
«Estaba muy depresiva. A partir de ahí no volví a faltar a misa, y ahora me gusta ser positiva. En las charlas reconocí que puedo hacer cosas. Me siento fuerte. Mi semáforo era rojo y ahora considero que estoy en verde”, afirmó con orgullo.
Y finalizó diciendo: “Mi agradecimiento a todos ellos porque sin conocernos vienen a ayudarnos. Agradecida con Dios porque fui apoyada en lo del techo, yo no lo hubiera podido hacer. Ahora respiro mejor. Agradecida con la parroquia que ofrece estos servicios para los pobres. Agradecida porque me enseñaron a no quedarme estancada; aunque tengamos la edad que tengamos debemos saber salir adelante”.