El obispo nos ayuda a reflexionar la nueva exhortación apostólica del Papa Francisco Amoris Laetitia…Esta semana nos habla sobre el segundo capítulo.
Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucho cariño como cada semana. Siempre es importante mantener este contacto a través de Radio Guadalupana, a través de Presencia en nuestra diócesis. Seguimos comentando sobre Amoris Laectitia, sobre “La alegría del amor”, el amor en la familia.
Hoy sobre el segundo capítulo tengo unas ideas que quiero compartir con ustedes, que el papa nos presenta para que lo apliquemos en nuestra pastoral, en nuestra vida en la Iglesia y en la diócesis. El capítulo se titula “La realidad y los desafíos de la familia”. El papa en este capítulo comienza diciéndonos que hay que mirar la realidad, que no hay que huir de la realidad, que hay que partir de la realidad, conocer la realidad, conocer qué es lo que está sucediendo en relación a la familia, al matrimonio, pero esto con una mirada, bajo el Espíritu Santo, dice el papa.
El papa considera la situación actual de las familias poniendo los pies sobre la tierra, pero bajo la luz del Espíritu Santo. De esta manera nos invita a comprender los cambios que han estado sucediendo en todo el mundo desde el punto de vista antropológico, cultural y señala una serie de desafíos al inicio de este capítulo.
Desafíos que van desde el fenómeno migratorio a las negociaciones ideológicas; de la diferencia de sexos, desde la cultura de lo provisorio a la mentalidad antinatalista y al impacto de la biotecnología en el campo de la procreación, de la falta de casa y de trabajo a la pornografía y el abuso de menores, de la atención a las personas con discapacidad al respeto de los ancianos, de la desconstrucción jurídica de la familia, a la violencia contra las mujeres. Dice: esta es la realidad, estos son los cambios antropológicos, culturales que se están dando y que bajo la luz del Espíritu Santo tenemos que analizar y confrontar.
El papa, citando la Familiaris Consortio afirma que es sano prestar atención a la realidad concreta, porque las exigencias y las llamadas del espíritu resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia, no hay que escondernos, taparnos lo ojos, taparnos los oídos, sino que desde la situación actual del mundo nosotros como Iglesia demos una respuesta evangelizadora a toda la realidad sobre todo a este misterio inagotable del matrimonio y la familia.
El papa comienza a señalar unos aspectos muy puntuales que hay que tener en cuenta para mejorar y crecer en el matrimonio y la familia. En primer lugar advierte el papa que la familia, con toda esa situación, se puede volver como un lugar de paz, es decir, la mayor parte del tiempo la pasamos fuera, en muchas cosas; la familia es un lugar de paz, de dormir, de comer y nada más. Pero qué lamentable poder llegar a caer en esa situación. También el papa como peligro señala el individualismo exagerado que hace difícil hoy la entrega a otra persona de manera generosa, el marcado individualismo, ése es un desafío que el matrimonio, la familia y todos tenemos que afrontar para más bien romper ese individualismo y abrirnos al otro. Dice el papa que la fotografía del matrimonio y de la familia se expresa así y lo cito: “se teme la soledad se desea un espacio de protección y de fidelidad pero al mismo tiempo crece el temor de ser atrapado por una relación que pueda postergar el logro de las aspiraciones personales”. Ahí está el dilema, tenemos miedo a la soledad, a quedarnos solos, sí hay conciencia de la necesidad de protección, de la fidelidad, pero se queda en teoría porque hay miedos, miedos al compromiso, en el fondo es eso. El individualismo me lleva a no comprometerme, a no comprometer mis relaciones personales de por vida.
Es importante, también dice el papa, cuestionarnos hacia dentro de la Iglesia, no sólo ver la realidad social fuera de la Iglesia, sino también adentro y hacernos la pregunta ¿cómo presentamos nuestra Doctrina y nuestras convicciones?
El papa nos está pidiendo un cambio también en ese sentido, presentar atractivamente, con un lenguaje adecuado, con nueva tecnología. Se requiere entonces humildad y ser realistas. Humildad para reconocer que a lo mejor no hemos sabido presentar la doctrina y las convicciones de la Iglesia en relación al tema del matrimonio y la familia y eso contribuye a la no comprensión del mismo mensaje de la Iglesia. Por eso también el papa nos pide cambiar, romper esquemas de cómo presentar el Magisterio de la Iglesia en relación a la familia, al matrimonio.
Señala el papa, y así los padres sinodales lo manifestaron: falta acompañamiento de nuestra parte a los matrimonios en los primeros años del mismo. La preparación anterior tal vez sea mínima, viene luego la celebración del matrimonio, mucha emoción, a veces los novios están más enfocados a preparar lo social, la fiesta, que por el sacramento mismo y después hay un vacío, no hay continuidad. El papa nos dice: tenemos que atender a los matrimonios en sus primeros años de convivencia, que son los clave. Nos falta mayor acompañamiento también nos dice el papa, y nos cuestiona el papa en ese sentido, no sólo se trata de presentar cuestiones doctrinales bioéticas o morales, no sólo es presentar la doctrina del Magisterio de la Iglesia, que hay que hacerlo de manera actual, de manera viva, atractiva, dinámica.
Es necesario motivar a los matrimonios y a las familias sobre la gracia. Estamos haciendo a un lado la gracia de Dios, entonces, junto con las cuestiones doctrinales y el Magisterio es importante también rescatar la importancia de la gracia de Dios que actúa en el matrimonio, en los esposos, en la familia. Es importante darle toda la seriedad, motivar a los matrimonios que se dejen guiar, impulsar por la gracia de Dios en sus matrimonios y familias.
Sigue diciendo el papa que presentamos al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización incluso hasta personal, que como un peso, una báscula, un sostén que soporta toda nuestra vida. ¡Cuidado! no dejarnos atrapar por esa concepción del matrimonio: busco mi propia realización, busco mi propio desarrollo, no el matrimonio. Además de eso también es un peso, es una fuerza que me da soporte a toda mi vida, por lo tanto hay que trabajar mucho en lo que es la formación permanente de nuestro jóvenes, de los matrimonios jóvenes, de las familias.
Parte 2
Otros desafíos que el papa señala son la cultura de lo provisorio: todo es descartable, desechable, se usa y se tira, se gasta y se rompe, se aprovecha y se estruja. La cultura de lo provisorio, la cultura del descarte, y el papa lo ha insistido mucho, no sólo en lo material de úsese y tírese, incluso de las mismas personas, decir ‘tiene valor en cuanto me da utilidad, deja de tener valor, en cuanto deja de tener utilidad’. Hay que evitar dejarnos atrapar por esa cultura de lo provisorio, porque esa cultura nos lleva a otro fenómeno también que está sucediendo mucho: el narcicismo, nada más pensar en mi propia felicidad, en sentirme yo bien, atractivo, lucir cómodo, lo sensual, lo bonito, lo satisfactorio, no el sacrificio, no el ofrecernos al otro, no el renunciar para ver que el otro sea feliz, no el servicio. Tenemos que cambiar esa mentalidad de servicio, de amor, de salida, de ver por el otro, ver por la esposa, ver por el esposo, ver por los hijos, ver por otras familias, interesarme por los demás.
Otros fenómenos que afectan la realidad en la familia en el matrimonio son la economía, el trabajo y la vivienda. Muchos jóvenes de hoy no quieren casarse por la economía: ‘es que no tengo dinero, es que no tengo trabajo’, y sí, ahí hay mucha razón, no hay trabajo o tengo un trabajo poco remunerado, ¿de qué voy a vivir? ¿cómo voy a sostener una familia?… son miedos. Y la vivienda, también se dificulta mucho tener una vivienda digna, agradable, que favorezca la felicidad, el desarrollo del matrimonio y la familia. Son circunstancias reales que de una u otra manera pueden afectar a los matrimonios o a los jóvenes para decidirse a contraer matrimonio y formar una familia conforme al plan de Dios.
Otro aspecto importante de la realidad que afecta es el debilitamiento de la fe y de la práctica religiosa entre los matrimonios y las familias, (por) un cambio generacional. Las familias de hace años, los matrimonios vivían su fe, su misa, el Rosario, acudían a la Iglesia, eran los primeros catequistas de sus hijos. Las nuevas generaciones de padres de familia han dejado de lado esta vocación, esta misión. Hay un debilitamiento de la fe y la práctica religiosa, sí creen, pero no asisten a misa, no asisten a la Iglesia y eso afecta directamente a las familias.
Dice el papa en el documento que son muchos los niños en la actualidad que nacen fuera del matrimonio, es otra realidad que hay que estudiar, qué es lo que está pasando, que está sucediendo.
Otra circunstancia ya extrema que hay que tener en cuenta también es la migración. Aquí en esta frontera, en nuestra diócesis ¿qué tanto nos puede afectar esta realidad de la migración a la familia y al matrimonio? En otros países y regiones como Medio Oriente también las persecuciones por motivos religiosos están dañando y afectando al matrimonio y a las familias cristiana.
Es importante pues, el papa señala, crear espacios de formación para jóvenes y para los nuevos matrimonios y para todo mundo sobre el matrimonio, para despertar conciencia, formar las conciencias de los jóvenes y adultos en relación a los valores, a la importancia de la familia y del matrimonio como lo presenta la revelación las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia.
Termino diciendo lo que al final de este capítulo el papa nos dice como palabras de consuelo y que nos animan: “Doy gracias a Dios porque muchas familias que están lejos de considerarse perfectas, viven en el amor, realizan su vocación y siguen adelante aunque caigan muchas veces a lo largo del camino”. Esto es alentador, es importante tenerlo en cuenta, seguir adelante, no desanimarnos, seguir con firmeza a lo largo del camino en el matrimonio y en la familia.
Dios los bendiga, Dios los fortalezca, Dios derrame su amor en los matrimonios y en las familias cristianas y en todas las familias de nuestra diócesis. Los bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.