Estos testimonios muestran la realidad de mujeres desplazadas por la violencia y el abuso que padecen en sus países de origen…Dispuestas a todo, corren a buscar una mejor historia para sus hijos…
Ana María Ibarra
Detrás de las mujeres que se encuentran en el albergue de la parroquia San Juan Apóstol y Evangelista, existen historias dolorosas que las llevaron a salir de sus países buscando preservar su integridad.
Tania y Gisela son los seudónimos que utilizamos para identificar a dos mujeres migrantes que compartieron de manera anónima su testimonio. Ellas llegaron con sus hijos al albergue parroquial, huyendo de la violencia en sus lugares de origen, y buscando ingresar a Estados Unidos.
Tania: entre la pandilla y la policía
Proveniente de El Salvador, Tania llegó a México el 16 de noviembre del 2019 con tres hijos menores y embarazada, producto de una violación. Fue precisamente el haber sido víctima de violencia física, sexual y psicológica lo que hizo a Tania huir de su país.
“Las pandillas en El Salvador me privaron de la libertad y me violaron porque tuve una relación con un policía y tuve un hijo de él, eso es un delito para las pandillas. El jefe de la pandilla me encerró en una casa, me golpeó, me violó y para no matarme me dijo que tenía que ser su mujer y darle un hijo”, recordó.
En ese momento, la mujer tenía una hija de cinco años y el bebé, producto de su relación con el agente policial. Para salvar su vida, Tania accedió a ser la mujer del jefe de pandillas y tuvo un hijo de él.
“El pandillero fue detenido y me enteré que estaba embarazada, no quería ese embarazo, quería abortarlo, pero la mamá de ese pandillero y sus amigos me golpeaban y me maltrataban. Acepté el embarazo y tuve una niña. Pero siempre me mantenían encerrada y los pandilleros me violaron también”, recordó Tania.
La mujer estuvo en esa situación más de cuatro años y al saber que nuevamente se encontraba embarazada, huyó desesperada.
Hambre y dolor
“Al entrar a México, llegué a Tapachula, de ahí me vine a Cuauhtémoc, Chihuahua, tenía seis meses de embarazo. Busqué ayuda para el control de mi embarazo, fui a la presidencia y me la negaron por ser extranjera, me dijeron que me regresara a mi país”, compartió.
En ese momento decidió continuar su camino rumbo a Ciudad Juárez para cruzar a Estados Unidos ya que una amiga le dijo que las embarazadas tenían esa oportunidad.
“En Cuauhtémoc pasaba hambre con mis hijos, no pude conseguir trabajo allá. Mi hermano me envió dinero para los pasajes y venir a Juárez. El 22 de mayo del 2020 me crucé para Estados Unidos, pero me devolvieron”.
Por temor a ser deportada a su país, no concluyó su proceso del MPP y quedó varada en Ciudad Juárez donde tuvo a su cuarta hija.
“Primero fui a un albergue, pero no me recibieron, llamaron al hotel filtro y me llevaron para allá, gracias a Dios me atendieron, ya tenía ocho meses de embarazo y me alivié en el Hospital de la Mujer. El 27 de junio llegué a este albergue”.
Ante toda su situación, Tania, de 32 años, ha seguido fuerte y ahora que se encuentra en la parroquia San Juan Apóstol y Evangelista se ha acercado a Dios para pedirle perdón y pedir por su tranquilidad.
“Allá en mi país mi familia está siendo amenazada por mi causa. Me siento muy triste porque no puedo hacer nada, sólo orar y pedirle a Dios que los proteja”.
Tania no descarta la posibilidad de recibir asilo político en Estados Unidos. Asegura que en México no puede continuar pues el pandillero que la mantuvo cautiva cuenta con familia en este país y teme que la pueda encontrar.
“Le doy gracias a Dios que estoy aquí, porque son ángeles que ha puesto en mi camino. Aquí hay personas muy buenas, me han dado un buen trato. Que Dios los bendiga y les multiplique todo lo que han dado”, finalizó Tania.
Gisela: Derecho de piso
Con una hija de doce años y un niño de cinco, Gisela, de 41 años, salió de Honduras en busca de una vida mejor para ella y sus hijos, pero sobre todo en busca de tranquilidad.
“Salí el 24 de noviembre del 2019 porque las maras me amenazaron. Tenía una tienda de golosinas y comenzaron a pedirme dinero, llegaron a pedirme cantidades muy grandes que no pude pagar y me amenazaron con quitarme a mi hija y matarme junto con mi hijo”, compartió Gisela.
La meta de la mujer siempre ha sido Estados Unidos, pero reconoció que ha sido un proceso difícil.
“Venir sola con mis hijos ha sido muy difícil, sin dinero, sin conocer, sin saber para donde ir es muy duro. Llegué a México el 10 de diciembre a una ciudad de Chiapas, esa misma noche quisieron secuestrarme con mis hijos. Pagué una habitación de hotel y llegaron a la 1:30 de la madrugada hombres encapuchados. Fue algo horrible”, dijo llorosa.
Gisela puso una denuncia por esa situación y se percató que estaba siendo buscada por sus agresores, por lo que decidió salir de aquel estado rumbo a Estados Unidos, llegando a esta frontera para entregarse a migración donde, asegura, fue discriminada y maltratada.
“Ahí me golpearon, jaloneaban a mis hijos. Me tomaron huellas, foto familiar y me echaron para acá. Me dijeron que cuando abrieran la frontera podría regresar, pero siempre me volverían a mandar para acá. Llegué al filtro y del filtro me trajeron a este albergue”.
Después de 28 días en el filtro, Gisela fue traslada al albergue de la parroquia San Juan, lo que agradece a Dios por las personas que la recibieron para apoyarla.
“Aquí es totalmente diferente. En el filtro no me maltrataron, me ayudaron bastante. Aquí me ayudan con medicamento para mí y mis hijos, una atención muy buena, tenemos cama, comida. No nos hace falta nada”, resaltó.
La mujer dijo no perder la esperanza de lograr ingresar a Estados Unidos para trabajar y sacar a sus hijos adelante.
“Le doy gracias a Dios por el lugar donde me tiene. Muchas bendiciones a todas las personas que ayudan a quienes venimos de otro país. Al padre, a la doctora Paty, a todos los que hacen posible que esto continúe, a la comunidad que nos ayuda, bendiciones para ellos. A pesar de que las cosas sean muy duras, siempre hay una luz. Dios siempre está con nosotros”.
Gisela, mujer migrante