Pbro. Eduardo Hayen Cuarón/ Director de Presencia
Uno de los problemas más agudos hoy en el mundo del trabajo es la escasez de trabajadores. En Ciudad Juárez, ciudad fronteriza y comunidad binacional junto con El Paso Texas, ciudad en la que vivo y donde existen más de 360 maquiladoras, las empresas lamentan el déficit de personal. Se calcula que faltan alrededor de 50 mil empleados.
La situación ha afectado las cadenas de suministro de materias primas y retrasos en la logística de la industria. No se necesita tener mucha ciencia para deducir que, de continuar la escasez de mano de obra en los centros de trabajo, los problemas económicos serán muy graves. Personalmente he conocido la angustia de algunos empresarios que no encuentran suficiente personal para sacar adelante a sus empresas.
A principios de diciembre, en un evento organizado por The Wall Street Journal, el empresario magnate Elon Musk, fundador de los autos eléctricos Tesla y los cohetes espaciales SpaceX, dijo lo siguiente: «Si las personas no tienen más hijos, la civilización colapsará». «La base de la economía es el trabajo: el capital es sólo mano de obra destilada, y las mayores limitaciones son de trabajo: no hay suficiente gente».
Musk, padre de seis hijos, señaló que uno de los mayores riesgos de la civilización son las bajas tasas de natalidad y la rapidez con las que siguen bajando». Continuó diciendo: «Y sin embargo tanta gente, incluyendo gente muy inteligente, cree que hay demasiadas personas en el mundo y que la población global está creciendo fuera de control. Miren, es justamente lo contrario. Por favor miren los números: si las personas no tienen más hijos, la civilización colapsará; recuerden mis palabras».
Después de que san Pablo VI publicó Humanae vitae en 1968, muchos medios de comunicación criticaron al papa por denunciar en su encíclica el control natal que los gobiernos pretendían imponer, «mientras que millones de personas morían de hambre», decían. Hablaban del papa y de la Iglesia Católica como enemigos del progreso, ya que según ellos, una gran marea de seres humanos estaba sobrepoblando la tierra, y si las tasas de fertilidad no se detenían, ocurriría en el planeta algo peor que un desastre nuclear. Humanae vitae fue considerado, por muchos, como uno de los peores errores de los tiempos modernos. 53 años después de la publicación del documento está demostrado que la razón estaba del lado del papa.
Poco a poco se está descubriendo que el control natal es un error de trágicas consecuencias. China, que durante muchos años mantuvo la política del hijo único, la cual sólo permitía un hijo por mujer y las obligaba a abortar en caso de un segundo embarazo, ha echado números para darse cuenta de que, si quiere ser un gran imperio en la tierra, debe dejar que sus hijos se multipliquen. La política del hijo único ha sido revocada en China y ahora se incentiva a las mujeres a ser más fértiles.
Europa, por su parte, es una tragedia. Allá las tasas de natalidad son suicidas. Las nuevas generaciones no reemplazan a las anteriores y, dentro de algunos años, serán los inmigrantes musulmanes quienes probablemente hayan islamizado el continente.
Está demostrado que los recursos para mantener a la humanidad son sobreabundantes gracias a la ciencia y la técnica. La producción agrícola mundial ha tenido un crecimiento mucho mayor que la población. Se calcula, según estudios de Colin Clark de la Universidad de Oxford, que con la tecnología agrícola actual se puede proveer una dieta tipo americano, al menos para 35 mil millones de personas, cuando actualmente somos 7 mil millones.
Hoy la vida para la mayor parte de las personas es económicamente menos precaria que hace algunas décadas. La mortalidad infantil ha disminuido y la edad promedio de vida ha aumentado a 70 años para los hombres y 75 para las mujeres. Si bien hay millones que viven en pobreza, no se debe a la escasez de recursos sino a su mala distribución debido a políticas egoístas. Este crecimiento de los recursos mundiales es gracias al nacimiento de los niños. Cada niño que nace es un cerebro que piensa y que contribuye con sus ideas al caudal de conocimientos acumulados en la humanidad.
La postura de la Iglesia Católica sobre la regulación de la fertilidad señala algunas cosas importantes. Lo vemos en Gaudium et spes del Concilio Vaticano II. Primero, que el derecho a casarse y tener hijos es un derecho inalienable de todo ser humano. Segundo, que a cada pareja de esposos le corresponde decidir el número de hijos que quiere procrear según los principios de la procreación responsable y con una conciencia formada. La Iglesia alaba a los esposos que son generosos en la transmisión de la vida.
Enseña también que a ningún gobierno le compete influenciar o coartar la capacidad de decisión de los cónyuges sobre el número de hijos que quieran tener. Y cuarto, se opone a la necesidad de reducir el crecimiento de la población en el mundo con intervenciones gubernamentales que violen la ley moral, por ejemplo con la contracepción y el aborto.
Para quienes afirman hoy que los seres humanos son la plaga del planeta que debería desaparecer, los católicos respondemos que para la humanidad, a lo largo de su historia, tener hijos ha sido y sigue siendo la verdadera riqueza afectiva, espiritual y económica de las familias y las naciones.