Card. Felipe Arizmendi/ Obispo emérito de san Cristóbal de las Casas
Mirar
Estamos empezando el camino cuaresmal, que es un proceso de conversión para resucitar con Jesús en la Pascua. Para participar en su resurrección, es necesario hacer morir cuanto en nosotros es contrario al plan de Dios. Nuestro Dios quiere una vida plena para todos; quiere que seamos felices, viviendo en paz unos con otros.
Si queremos que haya paz y armonía en la familia, se necesita conversión de los esposos, para vencer las indiferencias, las ofensas y agresiones, la violencia, las infidelidades, los resentimientos; sólo así habrá una primavera en el amor y el cariño de otros tiempos. Y la relación con los hijos, y de éstos con sus padres, requiere diálogo, respeto, comprensión, perdón mutuo y hacer a un lado todo aquello que haga sufrir unos a otros.
Si queremos que haya serenidad y armonía en el barrio, en la colonia y en el pueblo o ciudad donde vivimos, necesitamos estar atentos a las necesidades y derechos de los demás; por ejemplo, no poner nuestra música a un volumen intolerable para los otros, sobre todo en horas de la noche; organizarnos para pintar paredes, tapar baches, plantar árboles, cooperar para las obras comunitarias, participar en las reuniones convocadas, colaborar para remediar necesidades de las personas que más sufren. Cada quien podemos hacer algo, aunque sea pequeño, para que vivamos más seguros y contentos.
Si queremos que haya paz social en el país, no esperemos que todo lo resuelva el gobierno en turno. Los gobernantes de ahora y de antes tienen aciertos y errores, pues nadie es perfecto. Ciertamente es obligación de las autoridades civiles escuchar los datos reales de inseguridad y violencia que sufre el país, que parecen ya “normalizarse”, y encontrar métodos más eficaces para controlar esas bandas de extorsionadores y narcotraficantes que se han apoderado de muchas regiones.
Es necesario que el gobernante no se encierre en sus propios datos, sino que escuche los nuestros, y no se defienda culpando siempre a regímenes anteriores. Pero hagamos por nuestra parte lo poquito o mucho que podamos, sobre todo para remediar necesidades de quienes más sufren, aunque sea acompañarles en su dolor, pues hay cosas que nos rebasan. No seamos indiferentes ante quienes son víctimas de esas bandas delincuenciales. Y no nos dejemos comprar y engañar por las dádivas que regala el gobierno, que dan la impresión no de ser un acto de justicia social, sino una estrategia electoral para asegurar votos para su partido. Convirtámonos de nuestra indiferencia y apatía ante la situación actual y analicemos qué podemos hacer para mejorarla.
Discernir
El episcopado mexicano ha expresado la preocupación de que todos nos involucremos para que las cosas cambien, aunque a veces nos insulten con descalificaciones, como si sólo el magisterio del Papa Francisco valiera y no lo que expresamos los obispos sobre la realidad nacional. En el Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, expresamos:
“Es necesario reconocer que, en diferente medida, todos los ciudadanos somos responsables de esta situación que vivimos. Es innegable que hay personas que tienen una responsabilidad más grande sobre esto, porque se han aprovechado de cargos públicos, políticos o influencias inmorales para enriquecerse escandalosamente, dejando en la pobreza y bajo condiciones inhumanas a un gran número de ciudadanos. Los mexicanos, como sociedad en su conjunto, no hemos sabido involucrarnos responsablemente en el destino de nuestro país y hemos dejado muchas veces en manos deshonestas y gente sin escrúpulos, el desarrollo de nuestra patria” (44).
“Esta situación que nos lastima hondamente nos lleva a decir como el profeta: ‘Hemos pecado, hemos cometido iniquidades y delitos y nos hemos rebelado, apartándonos de tus mandamientos y preceptos. No hemos escuchado a tus siervos los profetas que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros antepasados y a toda la gente del país’ (Dn 9,5-6). Pero tenemos una certeza que nos anima en nuestro caminar:
Dios no abandona a sus hijos. Dios ha buscado al hombre para mostrarle su misericordia y su amor, como dice el apóstol: ‘Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Así, lo mismo que el pecado reinó para traer muerte, también la gracia reinará en virtud de la justicia, para procurarnos vida eterna a través de Jesucristo nuestro Señor’ (Rm 5,20-21).
Con esta confianza nos abrimos a experimentar con dolor la situación que viven muchos hermanos nuestros abandonados a su suerte y queremos aproximarnos a ellos para hacerles experimentar la cercanía misericordiosa de Dios” (45).
Actuar
¿Qué podemos hacer tú y yo para mejorar nuestro país? Empecemos por nuestra familia, por nuestra comunidad local y seamos críticos para discernir en qué apoyar a nuestros gobernantes y en qué exigirles que cumplan sus obligaciones constitucionales, sin estar inventando leyes para defenderse. Nuestro país también depende de ti y de mí. Los comunicadores pueden ayudar mucho difundiendo los hechos reales que sufre la población, aunque también se exponen a ser señalados como enemigos. Y debemos hacer oración, para que todos nos convirtamos y cambiemos de vida.