Sergio Madero Villanueva/Abogado
Alguna vez le hablé de mi gusto por correr un maratón, algunos piensan que es una prueba extenuante, y en realidad lo es, pero lo más exigente es prepararse para ella: un proceso de al menos cuatro meses que requiere apego al plan y sacrificar algunos gustos, dejar las galletas y desveladas, levantarse temprano. También está el factor de cuidarse, no pretender sacarle a las piernas algo que no esté ahí, porque las lesiones impiden llegar siquiera a la línea de salida, ya no hablemos de cruzar la meta.
La maratón es una prueba larga, “larga como la Cuaresma”, reza el dicho popular, y ahora que hemos iniciado este tiempo litúrgico se me vienen a la mente algunas comparaciones de las que quiero hablarle.
La Cuaresma es un tiempo de preparación, son días que hemos de aprovechar para llegar a la Semana Santa y vivir en todo su contenido los misterios de la Muerte y Resurrección de nuestro Señor, por medio de los cuales aspiramos a la Salvación.
Muchas veces nos hacemos propósitos cuaresmales, y muchas veces tienen más que ver con una cuestión personal o física, que con un proceso de crecimiento espiritual. Desde luego que no minimizo esas mortificaciones y privaciones: el ponerse una piedrita en el zapato, privarse de algún alimento muy gustado, son prácticas que seguramente Dios valora.
Hoy quiero hablarle de establecer una rutina de ejercicio. De preferencia iniciar temprano, como salir a trotar por las mañanas, y desde luego, tener una guía, al igual que los maratonistan tienen un programa de entrenamiento. La liturgia del tiempo de Cuaresma es un buen recurso, se puede iniciar cada mañana leyendo el evangelio del día, hay muchas aplicaciones que lo envían e incluso lo leen para uno, pero le sugiero leerlo de misal o imprimirlo físicamente.
Dar una lectura de corrido, como ejercicio de calentamiento, para enterarnos de qué va la cosa. Después de unos minutos, volverlo a leer con detenimiento, subrayando, de ser posible, las frases que impactan, y escribirlas por separado. Luego, cerrar el texto y concentrarse sólo en esas frases, elegir cuál es la que causa una mayor impresión y explicar, por escrito, el porqué se considera valiosa.
Finalmente, reflexionar sobre cómo puede el contenido de la frase modificar positivamente la vida diaria, y hacer un propósito para aplicarlo ese mismo día, el cual es conveniente ponerlo también por escrito. Para redondear el ejercicio conviene pensar en cómo esa reflexión mueve a dar fruto, realizar algo en beneficio de otro: visitar a la tía enferma, platicar con el amigo que trae problemas, barrer el frente de la casa…
Luego, como para enfriar, darle otra lectura de corrido al evangelio y disfrutar de su contenido con la nueva perspectiva que haya dejado el ejercicio. La práctica no toma más de unos quince o veinte minutos, y seguro le será útil.
Desde luego, prepararse para un maratón no se trata sólo de correr como burro sin mecate, hay que tener en cuenta la alimentación y saber relajar los músculos, a esto le llaman descarga. Por ello es recomendable también acudir durante la Cuaresma con mayor frecuencia a la Confesión, para estar descargados, y a la Comunión sacramental para estar adecuadamente nutridos.
En la línea de salida del maratón escuché decir al anunciador que no estuviera nervioso, que el proceso había sido bien llevado y que debía disfrutar una “vuelta de la victoria” de cuarenta y dos kilómetros. Estoy seguro que si me preparo adecuadamente esta Cuaresma, podré disfurtar con la misma alegría de la Pascua del Señor.
Y como seguro estoy que a usted también le podrá ser útil la dinámica, si gusta lo comentamos otro día en que nos encontremos hablando de…