Pbro. Lic. Leonel Larios Medina/Comunicólogo
Cuando está a punto de hundirse un barco, el capitán grita para que todos escuchen el orden de cómo abordar los botes salvavidas. ¡Niños y mujeres primero! ¿Por qué ‘primerear’ a estos grupos? Se salva primero lo más valioso ante un escenario catastrófico. A punto de perder todo, tratamos de salvar lo mejor.
Esta semana ante el escenario de la guerra, hemos visto como los trenes y carreteras van llenos sobre todo de mujeres y niños, que van hacia todos los países vecinos, menos a uno: Rusia. Los hombres han sido convocados de 18 a 70 años a tomar las armas y defender su país, en una resistencia civil que muchos no contaban, ni siquiera imaginaban. Es triste ver a un país a punto de hundirse, calles solas, tiendas sin comida, los periodistas a punto de huir, bombas y sirenas, destrozos, apagones, en otras palabras: caos.
Las mujeres nuevamente se lanzan a ser las protectoras de la vida. No temen el futuro, ya que el presente tiene su propia dosis para asustar. ¿Qué llevan en sus maletas? ¿Hasta cuándo les alcanzará? Llevan en sus brazos a los más pequeños, otras refugiadas en sótanos siguen el tratamiento hasta donde se pueda. Otras más llevando de la mano a los pequeños y tratando de calmar su dolor y secar sus lágrimas. ¡Qué historias les dirán!
La atrocidad de una guerra donde pocos ganan, supera los discursos ideológicos de machismos y feminismos, parecieran peleas de naciones en paz. Las mujeres primero, pues son a las que tenemos que salvar. No es que se les niegue un lugar en la lucha armada, sino que necesitamos tanto de ellas para que la humanidad continúe. Necesitamos mujeres entregadas, generosas, valientes. No se trata de que su lugar se lo den otros o lo ocupen por ser frágiles. El hombre tiene que dar la cara ante el peligro, del resto la mujer sabe averiguárselas.
Junto con ellas el valor de los niños. Recuerdo que, en el día nacional de Noruega, se hace un desfile. No con ejércitos y armas para amedrentar al televidente. Son los niños y niñas, con flores en sus manos. Ese 17 de mayo, es una fiesta en todo el país. Celebran la vida y la constitución que los organiza civilmente. ¿No será una de las razones por la que son países de primer mundo? Claro que sí, eso y tener petróleo.
Los niños son la riqueza de un país, porque en ellos está la nueva humanidad que se va forjando. Estudiar y jugar, son sus principales tareas. Es triste ver en países africanos pequeños con rifles casi de su estatura. Y no tenemos que ir tan lejos. Niños tarahumaras que parecen reírse de pedir ‘kórima’ en las plazas y cruceros, mandados por los adultos. Niños jugando con latas en la periferia y sufriendo desnutrición y maltrato. Y podría seguir añadiendo más, pero me contengo, porque a pesar de todo esto, siguen sonriendo y perdonando. Los niños pequeños no nacen con rencor: lo prenden.
Quiero concluir este espacio brindando una luz de esperanza. Deseo una sociedad con mayor igualdad y oportunidades para todos. Una Iglesia más participativa y más unida. Creo en la humanidad que el Creador nos brinda. En cada corazón humano hay un deseo de paz y bondad. Cuando las cosas no son fáciles, volvemos a recordar lo esencial. Estamos llamados a no olvidar que los niños y las mujeres van primero.