Pbro. Eduardo Hayen Cuarón/ Director de Presencia
En mis tiempos de juventud era común que las parejas de novios que quedaban embarazadas aceleraran la boda. Había que arreglarlo todo un poco apresuradamente para que antes de que la novia dejara ver cierto abultamiento en su vientre, ellos se casaran por el civil y por la Iglesia.
Recuerdo que en aquellos años asistí a una fiesta nupcial donde algunos, al calor de las copas, armaron una riña con golpes. Una amiga de la novia, preocupada porque ésta no fuera a resultar maltratada, comenzó a gritar: «¡Cuidado, cuidado que la novia está embarazada!». Todos los invitados se fueron escabullendo, uno a uno, apenados por esa inédita revelación.
La Iglesia Católica, en su Código de Derecho Canónico, señala que el consentimiento matrimonial –el «yo te acepto como mi esposa…» que dicen los novios en la celebración de la boda–, pronunciado sin la plena libertad para casarse, puede ser causa de nulidad conyugal. Forzar el matrimonio debido a un embarazo inesperado puede ser causa de que la unión sea inválida. Por ese motivo es importante la entrevista que los novios tienen con el sacerdote, antes de la boda, para verificar si las condiciones son las adecuadas para celebrar el matrimonio, y así evitar nupcias inválidas. El sacerdote les pregunta, entre otras cosas, si hay un embarazo de por medio. De ser así, celebrar el matrimonio es desaconsajable.
¿Cómo deben actuar los novios antes de un embarazo? Puede ser que ellos estén realmente enamorados y digan que están fuertemente comprometidos uno con el otro. Por ese motivo ellos pueden estar de acuerdo en que las relaciones sexuales deben ser parte de su noviazgo. Sin embargo deben ponerse a pensar qué significa estar «fuertemente comprometidos». ¿Hasta que terminen el año escolar? ¿Hasta que acaben la prepa? ¿Hasta que algún día decidan casarse? ¿Hasta que se vayan a vivir en unión libre? Ninguna de estas opciones es estar fuertemente comprometidos.
Además los jóvenes están en proceso de maduración y se vuelven inestables y cambiantes. En cualquiera de las alternativas anteriores queda una puerta abierta para terminar con la relación y buscar una nueva pareja. Ninguna de esas opciones es tampoco adecuada para dar la protección que un bebé necesita. «Fuertemente comprometidos» solamente puede darse en el matrimonio. Por ello es mejor que, absteniéndose de tener vida sexual y cultivando un noviazgo casto, eviten el embarazo.
¿Cómo deben actuar los novios si ocurre un embarazo? Por ningún motivo deben recurrir al aborto. Un embarazo no es una bolsita con células que lleva la mujer. Es un hijo en gestación, una persona humana creada a imagen de Dios, una persona inocente a la que se debe de respetar su vida y a la que se debe cuidar. Los jóvenes que caen en la tentación de abortar –hombres y mujeres– se hacen una herida muy grande en sus almas que es difícil de curar. Suelen vivir en la tristeza y con sentimientos profundos de culpa que pueden durar toda la vida. Ante la presión familiar, económica o social que puedan sentir por un niño que viene en camino, «a las voces del feminismo, oídos sordos»; es mejor acudir a un centro de embarazo en crisis de la propia localidad para obtener asesoría y poder llevar la gestación hasta el alumbramiento del bebé.
Tampoco los novios que tienen un embarazo deben casarse de manera forzada. Los matrimonios entre adolescentes tienen un alto índice de divorcios, sobre todo hoy, más que nunca, cuando los jóvenes tardan más tiempo en madurar. Si ellos no estaban planeando su boda, contraer matrimonio en esas circunstancias sólo aumentará sus problemas. Un ambiente lleno de conflictos, discordias, peleas e infelicidad nunca será adecuado para un niño. Así que vale más la ausencia de matrimonio que un mal matrimonio.
Cuando una chica adolescente se embaraza, es frecuente que ella y el novio experimenten una profunda turbación. La responsabilidad tan grande de tener un hijo puede provocarles un gran miedo, sobre todo a ella que lleva la gestación, además de la vergüenza de lo que dirán sus padres, amigos y familiares. El hecho de no poder compartir con la propia pareja –ya que por lo general no viven juntos– las interrogantes del futuro, los ponen en una dura prueba psicológica. Más que obligarlos a casarse, se debe ayudarles rodeándolos de comprensión y apoyo. No les ayudarán ni el desprecio, ni la marginación de los padres, sino la reflexión serena sobre cómo deberán afrontar la maternidad y la paternidad una vez que nazca el bebé.
Con esto no digo que los novios embarazados nunca deberán casarse. Al contrario: si una pareja estaba planeando su boda es bueno que continúe haciendo sus planes. Si, en cambio, los novios no tenían planes de casarse y son suficientemente maduros para tomar la decisión de vivir en una relación de matrimonio por el resto de sus vidas, es bueno que sigan avanzando en ese proyecto. Pero es altamente recomendable que esas parejas de novios embarazados esperen hasta que nazca el bebé, y entonces continúen con sus planes de casarse. El embarazo es un período de intensas emociones e incertidumbres para una joven, lo que podría ofuscar la mente de los novios y llevarlos a contraer matrimonio con ligereza.