Lectio Divina correspondiente al 30 de enero del 2022, Domingo IV del Tiempo Ordinario… Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…
Samuel Pérez/ Instituto Bíblico San Jerónimo
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Lucas 4, 21-30.
Y comenzó a decirles: -Hoy se ha cumplido ante ustedes esta profecía. Todos lo apoyaban y se admiraban de las palabras que había pronunciado. Comentaban: – ¿No es este éste el hijo de José? Él les dijo: -Seguramente me recordarán el refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”. Lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún, hazlo también aquí, en tu pueblo. Y añadió: -La verdad es que ningún profeta es apreciado en su tierra. Les aseguro que muchas viudas había en Israel en tiempos de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en la región de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel cuando el profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino únicamente Naamán el sirio. Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron; se levantaron, lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio de la montaña sobre el cual estaba edificada su ciudad, con ánimo de despeñarlo. Pero él, abriéndose paso entre ellos, se fue. (Texto tomado de la Biblia de América)
Después de haber leído el texto del evangelio, hagámonos las siguientes preguntas para una mejor reflexión:
¿A qué profecía se refiere Jesucristo?
¿Qué reacción produce en la gente sus palabras?
¿Por qué se refiere Jesucristo a los profetas Elías y Eliseo?
Los que se encontraban en la sinagoga y se enfurecieron al escucharlo ¿qué intentaron hacer con él?
¿Por qué reaccionaron de esa forma?
Breve Estudio Bíblico.
Estamos viviendo litúrgicamente en el Tiempo Ordinario que se encuentra entre los dos grandes misterios de la Navidad y la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. “Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco; desde antes de que nacieras, te consagré y te constituí como profeta de las naciones”. Son las palabras del llamado que Dios da al profeta Jeremías y que debemos apropiamos recordando la misión universal que nos ha encomendado Jesucristo (cfr. Mateo 28, 19-20). El don más grande y al que debemos aspirar es el amor, solo amando existe auténticamente el cristiano. San Pablo enfatiza a la comunidad de Corinto que todo sacrificio, cualidad humana, esfuerzo y renuncia que no esté inspirado desde y para el amor, es nada. Pues el amor “todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (2 Cor 13, 6). Recordemos las palabras de san Juan de la Cruz: “en el último día seremos examinados de amor”.
El Evangelio nos presenta a Jesucristo en la sinagoga de Nazaret, en medio de su gente, revelando que en él se cumple la profecía de Isaías al ser el ungido por el Espíritu Santo y el Mesías de Dios (cfr. Is 42, 1-4). Haciendo referencia de Elías y Eliseo, los dos profetas más antiguos e importantes de Israel, les anuncia que la salvación está destinada para todos y no solo para el pueblo israelita. Pero al igual que los profetas del pasado, Cristo no es bien recibido en su tierra y sus palabras incomodan, causan indignación y enojo al punto que deseaban matarlo. A pesar de las adversidades, la incomprensión y el rechazo, Jesucristo permanece fiel al Padre llevando a cabo su misión de salvación y liberación desde el amor y la misericordia.
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
De acuerdo con las palabras del Apóstol Pablo ¿cómo es mi amor? ¿Fiel, servicial, comprensivo, libre, paciente, sin límites? ¿Qué impide que mi amor carezca de estas virtudes?
A pesar de las adversidades, la incomprensión y el rechazo que puedo recibir de otras personas por mi fe ¿me mantengo siempre fiel en la misión que Dios me ha encomendado?
¿Quiénes son los excluidos en nuestra sociedad? ¿Cómo es mi actitud hacia ellos?
Mi comunidad eclesial ¿se inspira, vive y transmite el amor de Dios? ¿Y mi apostolado?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor Jesús,
Amor que vives en lo más profundo de mi alma,
conduce mi interior y disponlo a la escucha de tu Palabra.
Enséñame a ser un discípulo fiel y valiente ante la adversidad.
Tú eres mi auxilio y mi defensa.
Confío en ti.
Te encomiendo este momento de mi vida,
en el que dispongo todo mi espíritu
a vivir, esperar y amar desde ti.
Solo desde ti.
Amén.
- Contemplación:
Para intensificar la contemplación repitamos varias veces un versículo de la Sagrada Escritura durante la semana para que alimente nuestra fe y enriquezca nuestro servicio:
«Si no tengo amor, nada soy» (1 Corintios 13, 2).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
En este cuarto domingo del Tiempo Ordinario la Liturgia de la Palabra nos llama a vivir en todas las expresiones de nuestro ser, desde el amor.
Propuesta: Recordemos en nuestras oraciones a los sacerdotes, religiosas, diáconos y misioneros que ante las adversidades que se presentan, se mantienen fieles y comprometidos al servicio de nuestra Iglesia. Tampoco olvidemos orar por los padres formadores del Seminario Conciliar y la perseverancia de nuestros seminaristas. Hagamos un acto de amor para uno de ellos; algún presente, un apoyo o una expresión de agradecimiento desde el corazón.
Primera Lectura: Jeremías 1, 4-5. 17-19
Salmo 70
Segunda Lectura: 1Corintios 12, 31-13, 13.
Color: Verde