Es a través de la Pastoral social como la Iglesia se involucra en la vida de las personas para promover la dignidad humana y la justicia social…Aquí una explicación de cómo funciona…
Ana María Ibarra
Un puente entre la fe y la vida es como el padre Luis Escudero, responsable de la Comisión de Pastoral Social en la diócesis, definió a la Pastoral Social, organismo con el que cuenta la Iglesia para hacer real la edificación del Reino de Dios y luchar por la dignidad humana.
Evangelio en la vida
La misión de la Pastoral Social, dijo el sacerdote, es llevar el anuncio de la salvación de Jesucristo para todo el hombre.
“La Iglesia no tiene una visión solamente del alma de la persona, o las virtudes, sino que lucha porque se defienda la dignidad de la persona humana. Es la bienaventuranza: Bienaventurados los que construyen y edifican la paz. La Pastoral Social busca hacer real el reino de Dios, un reino de justicia, de paz, de solidaridad”, expresó.
Agregó que con esta pastoral se busca permear con los valores del evangelio las realidades temporales, políticas y sociales.
Como ejemplo, puso la oración del Padre Nuestro: venga a nosotros tu reino.
“Todos los días lo rezamos, eso significa que cada fiel que lo está pronunciando tiene claras las maneras de cómo se puede hacer actual ese reino de Dios”.
Añadió que la Pastoral Social crea espacios o instituciones para que cada fiel laico pueda incluir realmente en su proyecto de vida la dimensión social.
“Esto es algo que no hemos comprendido del todo en las espiritualidades. Podemos tener un laico que vive mucho lo litúrgico, o lo catequético, pero ¿y su dimensión social cómo lo está viviendo? …de eso se encarga la Pastoral Social.
Estructura práctica
Esta pastoral, dijo el sacerdote, tiene varias estructuras. Por ejemplo, la comisión diocesana cuenta con ocho dimensiones y cada una tiene sus propuestas para los próximos tres años.
“Los laicos deben acercarse a sus parroquias ya que debe haber una pastoral social en cada parroquia, que en alguno de los casos se queda únicamente con la asistencia social, pero la mística abarca muchas más dimensiones del ser humano”.
Por lo tanto, reiteró, los fieles deben informarse en sus parroquias sobre cuáles proyectos hay y, ¿por qué no?, impulsar alguno.
“La diócesis cuenta con algunas asociaciones civiles creadas por inspiración católica y que son parte de la pastoral social. Hoy por hoy, estas asociaciones trabajan en nuestra diócesis por la construcción de los valores del reino con infancias, con jóvenes, con enfermos, adulto mayor, etcétera”.
Igualmente la diócesis cuenta con muchas congregaciones religiosas que tienen dentro de su carisma centros de ayuda y promoción de la persona.
“También es necesario conocer estos proyectos”.
Prioridades en la diócesis
En lo referente a la Pastoral Social, la diócesis local ha priorizado -en su Proyecto Diocesano de Pastoral-, tres dimensiones que se desea promover con insistencia. Una de ellas es la Movilidad Humana, en el tema de migrantes.
“El señor obispo nos pide atender como Iglesia Diocesana, desde las distintas instancias, el tema de los migrantes. La otra dimensión es Fe y Compromiso Social, con temas de justicia y de paz. La paz no es solo una prioridad en la diócesis, sino en todo el episcopado mexicano”.
La tercera dimensión priorizada, agregó, es Cáritas, con el proyecto de asistencia social, promoción humana y liberación integral.
Un puente entre la fe y la vida
El coordinador diocesano de la Pastoral Social señaló que todos los católicos deben cuestionarse una realidad en la sociedad.
“Hablando de América Latina, somos países marcadamente cristianos, se contrasta esto con países de mucha impunidad, corrupción, injusticia, desigualdad. Uno se pregunta ¿dónde queda la unidad entre fe y vida?, y es esta pastoral la que hace de puente de este compromiso social”.
Y agregó: “El papa Benedicto XVI, en el documento de Aparecida, número 12, expone:
“No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza «es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad».
A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».