M.C.Luis Alfredo Romero/ Comunicólogo
“No tengan miedo” fue una frase recurrente de Jesús durante su ministerio en la tierra y fue el centro del mensaje evangélico de hace dos domingos.
La recurrencia de la frase fue muy insistente también en la persona de San Juan Pablo II, quien desde su primer homilía nos dijo a los católicos “no tengan miedo” y al resto del mundo anunció “abran de par en par las puertas a Cristo” Él Papa fue un fiel interprete del valor de Cristo, mismo que defendió aun arriesgando su vida durante el atentado en la Plaza de San Pedro
Abrir de par en par, significa abrir la totalidad de nuestra vida a la presencia del Señor. Esta exigencia no se limita a la práctica de nuestra fe en particular, ni a limitar nuestras acciones al ámbito parroquial, porque nuestra vida no únicamente es la vida de piedad, también lo es la vida familiar, laboral, social política y económica.
Como seres humanos somos una complejidad biológica, psicológica, social y espiritual y en todos esos estratos debe estar presente el mensaje cristiano.
Con frecuencia nos asalta el miedo a decir nuestros pensamientos o al adoptar una actitud, sabiendo qué es lo correcto, pero por temor a ser criticados resulta más cómodo y seguro pensar y actuar conforme piensa y actúa la mayoría.
Ahora en nuestros días estamos en un momento de definiciones. Nos encontramos a escasos 22 años de la exhortación apostólica de San Juan Pablo II Christifidelis Laici que en sus primeras páginas leemos “Nuevas situaciones tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales reclaman hoy con fuerza particular, la acción de los fieles laicos… A nadie le es lícito permanecer ocioso” (3)
Las palabras y el llamado que hizo Juan Pablo II suenan con más fuerza hoy que cuando fueron escritas. Sólo nos basta ver los ataques del interior y del exterior a la iglesia, la explotación a los trabajadores, la injusticia hacia los campesinos, el aborto y la eutanasia, la homosexualidad y las leyes que las propician, la pornografía, el relativismo, la drogadicción y el tráfico de personas, la migración, entre otras calamidades, para tomar conciencia de que es el momento de manifestarnos en todos los ámbitos de la sociedad con el pensamiento cristiano.
Christifideles Laici establece cuatro ejes directrices para la acción:
Primero,” En este momento la persona que sufre es el camino de la iglesia, porque esa persona es el camino de Cristo mismo, quien es el buen samaritano que no se sigue de largo” (163) Que traducido a nuestra diario vivir sería, la ayuda material al prójimo desvalido y necesitado.
Segundo, los fieles laicos tienen “el deber específico” y el papel “irremplazable” de esforzarse por la animación cristiana en el orden temporal por medio de “obras de misericordia espirituales y corporales” (41) Esto es establecer entre nosotros los católicos un estilo de vida que llegue a formar parte de nuestras costumbres y de nuestra cultura cristiana.
Este aparatado nos refiere a que la caridad “nunca va separada de la justicia” y que los fieles laicos “nunca deben renunciar a su participación en la vida pública” ni a su responsabilidad de promover el bien común. Entendámoslo como nuestra participación en el desarrollo económico y social.
Tercero, “El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos” (40) “El buen juez por su casa empieza”, diríamos con el adagio popular
Cuarto, “Los fieles laicos deben crecer y madurar en la fe para superar en ellos mismos la fractura entre el evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, la unidad de vida que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud” (34)
Toda nuestra vida a la luz del evangelio propone la exhortación Christifideles Laici
El miedo asalta cuando confiamos únicamente en nuestras fuerzas y no en las herramientas y el valor que nos da el Espíritu Santo. Tenemos temor por el pariente burlesco, temor por el maestro ateo, temor porque nos etiqueten en el grupo social o laboral al que pertenecemos, pero ha llegado el momento de hablar de Jesús y de su evangelio, como siempre lo deberíamos haber hecho, no debemos temer, porque “el que no me reconozca ante los hombres yo no lo reconoceré ante mi Padre”
Todo el mundo se manifiesta: los partidos políticos, las feministas, los homosexuales, los sindicatos, los taxistas, los anarquistas, los campesinos, los médicos y las enfermeras. ¿Porque los católicos no?
Es el momento de las definiciones y de no tener miedo, porque “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo” dice el Señor.
Debemos entonces testificar cómo la fe cristiana constituye la única respuesta y expectativa plenamente valida a cada uno de los problemas que presenta la sociedad de nuestros días.