Ana María Ibarra
Con alegría, las Hermanas Misioneras de María Dolorosa recordaron a su fundador, monseñor Baudelio Pelayo, a 48 años de su partida a la Casa del Padre.
Fue en la capilla San Antonio de Padua, en Senecú, donde se reunieron las religiosas el pasado 26 de octubre para orar por su fundador y agradecer su legado en una misa presidida por el obispo don J. Guadalupe Torres Campos.
Mirada y manos
Como monición, la hermana Georgina Onofre leyó una breve reseña de la vida de monseñor Pelayo, de quien se dijo fue un hombre lleno de fe y entusiasmo apostólico.
“Supo dejar al mundo mucho mejor que como lo encontró porque tuvo siempre su mirada puesta en Dios y sus manos puestas al servicio de los hermanos, especialmente de los más pobres y necesitados”, leyó la hermana Georgina.
Hombre de su tiempo, continuó la religiosa, monseñor enseñó a estar alerta a los signos de los tiempos y a responder con valor y energía a los retos del mundo, la sociedad y la Iglesia siempre a favor de los más pobres y oprimidos”.
“Que su legado nos motive a buscar nuevos caminos para responder con más eficacia a las necesidades que este siglo nos presenta con su realidad desafiante y contrastante, que desde su morada nos asista con sus oraciones y su ejemplo”.
Honran su legado
“Dichoso el hombre que confía en el Señor”, fue el salmo proclamado ese día y el cual reflexionó el monseñor J. Guadalupe Torres Campos, quien presidió la Eucaristía.
“Ahí está nuestra vocación: ser dichosos. Como María, dichosa tú que has creído, le dijo el ángel. María nos enseña a confiar en el Señor. Tenemos talentos, cualidades, Dios nos ha dotado de muchos talentos, de su amor. Debemos confiar en el Señor para una misión, para responder al llamado”, expresó el obispo.
Monseñor Torres resaltó los frutos que monseñor Baudelio dejó en la diócesis y más allá.
“Toca a nosotros salir adelante. En este aniversario luctuoso agradecemos todo lo que el Señor nos regaló en su persona. Rogamos por él para que esté gozando de la presencia de Dios”.
Al concluir la misa, la hermana Nereida Vargas, superiora general, y monseñor Torres Campos se dirigieron a la tumba de monseñor Pelayo a dejar una ofrenda floral.