Ana María Ibarra
Su sonrisa bonachona, su platica, su experiencia de fe, e incluso su rudeza, son solo algunos de los recuerdos que tres sacerdotes de la diócesis guardan de sus abuelos y que sacaron de su corazón para compartir con la comunidad a propósito de la Jornada Mundial de los Abuelos y personas mayores, que se celebra hoy domingo 24 de julio, por iniciativa del Papa Francisco.
Inculcado en la fe por su abuelita
Desde niño, el padre Manuel Bañuelos aprendió de su abuela, doña Mercedes García Domínguez, el sentido de vivir y compartir en comunidad, pues ella era asidua a la parroquia La Asunción de María.
“Viví toda mi infancia con ella. Era una mujer de fe, iba y venía a la Asunción de María y antes de llegar a su etapa de ser mayor iba también a Catedral, ahí era conocida como la güerita y los sacerdotes la identificaban muy bien. Era parte de la Orden Franciscana Seglar. Iba a misa con mucho amor y devoción”, compartió el padre Manuel.
Recordó que la acompañaba a los retiros en la Casa de Ejercicios, aunque él no sabía lo que era un retiro, pero ahí veía a los sacerdotes franciscanos y demás laicos.
“Siempre me invitaba a los retiros ”.
Impulsó su vocación
El sacerdote recordó que su abuelita siempre estuvo al pendiente de él y ya que con ella descubrió la convivencia en comunidad, aceptó que, de alguna manera, influyó en su vocación sacerdotal.
“Ella conocía muchos sacerdotes, pero en mi niñez pensaba que no se podía tener cercanía con ellos. Ella convivía y era amiga de algunos sacerdotes y a través de ella me fui acercando con ellos, me gustó esa experiencia y rompí esa barrera”, reconoció.
Siendo doña Mercedes mujer de fe, se sintió muy contenta al saber que su nieto ingresaría al Seminario, aunque, dijo el sacerdote, sentía cierta duda de que él concluyera la formación.
“Siempre estuvo al pendiente de mí también en el Seminario, a veces me daba algo de dinero. Gracias a Dios le concedió ir a mi ordenación de diácono y de sacerdote. Ella se fue con su bastón en el camión a Catedral y estaba muy contenta”.
Aprender de los abuelos
La vivencia de comunidad que aprendió de su abuelita es algo que ha marcado al padre Manuel, experiencia que ha ido viviendo desde su servicio en la parroquia.
“Gracias a ella pude lograr no solo ser parte de una comunidad, sino también ser sacerdote y ahora ser guía, como párroco”.
El padre Bañuelos invitó a los jóvenes a platicar con sus abuelos y con cualquier adulto mayor que conozcan.
“En mi caso, aprovecho a los sacerdotes mayores que tienen experiencia, que han caminado. Ahorita la mayoría de los jóvenes está a la deriva, con las redes sociales no hay mucha oportunidad de conocer la vida como Dios manda, por eso les recomiendo que convivan con los adultos mayores, ellos nos siguen dando muchas enseñanzas”, invitó.
Mexicano de abuelos libaneses
Migrantes de Líbano, los abuelos del padre Alfredo Abdo Rohana, tanto maternos como paternos, llegaron a México para establecerse. Ambas familias católicas forjaron aquí sus vidas.
“Hace un siglo que emigraron mis abuelos del Líbano. Mis abuelos paternos eran Antonio Abdo y María Curi Abdo, llegaron a Gómez Palacio, Durango y mi papá fue el mayor del matrimonio”, compartió el padre Alfredo.
Por otra parte, sus abuelos maternos se conocieron en Ojinaga, Chihuahua, ambos libaneses.
“Mi abuelo se llamaba Juan Rohana y mi abuela, Juanita. Mi mamá fue la mayor y ahí en ese lugar se desarrolló la familia. Mis abuelos maternos se fueron a vivir a la capital del Estado y después también mis padres decidieron irse a Chihuahua”, compratió.
Sobre sus abuelos paternos, el padre Abdo recordó que cada año viajaban a Gómez Palacio para visitarlos.
“Mi abuelo era muy duro, fue revolucionario en su tierra. Cada vez que íbamos a verlos mi abuelo era muy cariñoso, muy accesible, aunque hablaba muy poco español. Rezaba todas las tardes el Rosario. Se salía a caminar con sus manos atrás y el Rosario en ellas. Pero la generosidad era más de parte de mi abuelita”.
Imágenes en el corazón
Aunque no considera que ver a su abuelo rezar el Rosario influyera en su vocación, el sacerdote reconoció que esa imagen algo dejó en su interior.
“Mi abuelo falleció de más de cien años. Fui a celebrar su misa de funeral. Él y mi abuela tuvieron la esperanza de regresar algún día al Líbano, por eso en cuanto al idioma no lo aprendieron bien, por eso hubo poco diálogo”.
De su familia materna, el sacerdote recordó que el trato con sus abuelos fue más estrecho, por vivir en la misma ciudad.
“Las Navidades nos concentrábamos en la casa de mis abuelos, había un ambiente muy bonito. Los domingos era típico ir a casa de los abuelos, lo que nos llenaba de alegría. Mi abuelo era buen hombre, bromista, cada domingo nos daba una moneda. Mi abuelita hacía galletas porque sabía que iríamos y llegábamos directo al cajón”.
Para el sacerdote, la imagen que tiene guardada de sus abuelos es de una pareja que se abrió a la cultura mexicana, pues aprendieron bien el idioma.
“Mi abuela era muy rígida. Cuando murió mi abuelo, y después una tía, esas Navidades no hubo fiesta, solo cena y el rezo”.
Y agregó: “Tanto de mis abuelos paternos como maternos tengo una imagen agradable. Indirectamente, quizá, fueron una buena influencia en aquello de lo que uno no toma conciencia en la niñez”.
Eslabón en la vida
El padre Abdo invitó a los jóvenes a demostrar su cariño a sus abuelos, recordando que ellos son el eslabón en su realidad, en su vida.
“Quienes tienen a sus abuelos valórenlos, quiéranlos, y también perdónenlos. Más allá de la herencia negativa que pudieran llevar en su conciencia, vivan un momento de perdón y reconciliación y pongan atención en lo positivo que, como jóvenes, puedan hacer en favor de sus abuelos”, recomendó.
Les enseñaron el valor de la unión familiar
Por estar en distintas ciudades, Chihuahua y Ciudad Juárez, el padre Juan Carlos López compartió que el trato y la cercanía con sus abuelos paternos, María Luciana y Ramón, se daba en la temporada de vacaciones escolares.
“Mis abuelos paternos vivieron en Chihuahua, mis papás son de allá. Con mi abuelo paterno conviví hasta los 10 años, porque él falleció, y con mi abuela hasta mi adolescencia, a eso de los 16 años”, recordó el sacerdote.
Durante las visitas, compartió, se hospedaban en la casa paterna y recordó que su abuelo Ramón era muy juguetón con los nietos.
“Era muy bromista. Él usaba bastón por un accidente que sufrió y tenía varios bastones y a nosotros nos gustaba agarrarlos y jugar con ellos. Se levantaba muy temprano y nos llevaba con él a comprar el pan de dulce”.
Sobre su abuela María Luciana, el sacerdote dijo que era muy cariñosa y atenta, preocupada porque comieran bien.
“Ella tuvo alzhéimer los últimos años de su vida y nos tocó convivir con ella y la enfermedad. Era un estar cercano a ella durante las vacaciones”.
Un abuelo zapatero
Por otra parte, el padre Juan Carlos recordó que sus abuelos María Loreto y Arturo, papás de su mamá, vivieron en Ciudad Juárez y todos los nietos llegaban a la casa de sus abuelos al salir de la escuela.
“Lo disfrutábamos mucho, en ese entonces éramos cinco nietos. Los domingos mi abuelita hacía menudo e íbamos a almorzar menudo; también hacía tortillas de maíz, nos dejaba agarrar una con mantequilla y luego nos corría”, recordó sonriente.
El padre Juan Carlos señaló que le gustaba mucho el oficio de su abuelo Arturo, quien era zapatero, y en vacaciones acudía a la zapatería a ayudarle, aunque, dijo, a los clientes no les agradaba mucho verlo haciendo los trabajos.
“Los disfruté mucho. Mi tito Arturo fue el único al que le tocó ver que me ordenara sacerdote. Cuando regresé de Roma todavía alcancé a convivir con él unos dos años y después falleció. Celebré la misa de funeral de mi abuelo. Era muy bromista, originario de la Ciudad de México, nos hacía reír mucho a todos”.
Aprovechar el tesoro
La cercanía y el afecto de los cuatro abuelos sin duda marcó la vida del padre Juan Carlos.
“Los cuatro fueron muy trabajadores. Eso me marcó de las dos familias, y que eran muy numerosas. Nosotros solo somos tres y me hubiera gustado a lo mejor tener otros dos hermanos. El valor de la familia se dio en los abuelos, la cercanía, procuraban siempre esa unión”, dijo.
E invitó: “Disfruten a sus abuelos, ellos tienen la sabiduría de la vida, no en vano han vivido tantos años y quien sabe que tantas cosas hayan tenido que enfrentar y vivir para salir adelante. Es un tesoro la historia de nuestros adultos mayores. La vida no era tan cómoda como ha sido para nosotros y hay muchos valores que aprender y rescatar”.