Ana María Ibarra
«Donde está el Espíritu del Señor hay libertad», es la cita bíblica que enmarcó el Retiro Diocesano de Pentecostés organizado por el Movimiento de la Renovación Católica en el Espíritu Santo, llevado a cabo el pasado domingo 12 de junio en el Cecade.
Testigos de Jesús
En un ambiente de oración y con el corazón dispuesto a recibir el amor de Dios Padre e Hijo, los asistentes escucharon las predicaciones de quienes dieron testimonio del Espíritu Santo en sus vidas.
Uno de los predicadores fue el padre Salvador González, de la congregación Siervos de Nuestro Señor Jesucristo, quien impartió tema sobre el testimonio que deben dar los cristianos que han experimentado al Espíritu Santo en su vida.
«El Espíritu Santo te hace ver y oír y te conviertes en un ser servicial. El Espíritu Santo te hace testigo de que Jesús está vivo en ti», dijo el sacerdote
Agregó que ser testigos no es nada más de palabra, sino con el testimonio personal, a ejemplo de San Pablo.
«Tenemos que predicar el evangelio. Cuando el cristiano tiene la experiencia de Cristo Resucitado y del Espíritu Santo no puede dejar de anunciar lo que el Señor ha hecho en su vida».
Así pues, señaló, la transformación es personal, pero cuando la gente de alrededor lo ve, también se transforma.
«Como renovados debemos tomar conciencia de las necesidades del mundo y seguir testimoniando a Cristo Vivo que es capaz de dar nueva vida», sentenció.
Renovados y fortalecidos
Después de su predicación, el padre Salvador expuso el Santísimo Sacramento para la hora santa, donde invitó a los asistentes a pedir la presencia del Espíritu Santo sanador.
En un primer momento, los fieles ahí reunidos, alabaron y glorificaron a Jesús con cantos y danzas, gozándose en el Señor.
Abriendo sus labios, reconocieron a Jesús como el Rey Santo, alabando su santo nombre.
Enseguida, con cantos y oración, el padre Salvador invitó a los asistentes a elevar sus manos, para pedir la unción del Espíritu Santo, cuya fuerza se hizo presente de distintas maneras en el recinto.
Con esta presencia de amor y fortaleza que Espíritu Santo derramó, y guiados por el sacerdote, los fieles otorgaron el perdón a aquellos que los han dañado desde sus años de infancia hasta la actualidad.
Asimismo, entregaron a Jesús sus cadenas, vicios, pecados y ataduras para ser liberados por el poder de Dios.
Renovados y fortalecidos salieron de aquel lugar después de vivir su Pentecostés.