Diana Adriano
Con motivo de su próxima ordenación diaconal, el 10 de septiembre, el ministro Daniel Francisco Samaniego Gallegos compartió con Presencia cómo fue su llamado vocacional.
Primeros signos del llamado
Daniel explicó que su inquietud vocacional nació cuando él tenía ocho años, mientras cursaba el Catecismo.
“En aquel tiempo yo miraba con atención al padre Polo, pero sin entender lo que hacía cuando celebraba la misa. Y les decía a todos que quería ser sacerdote”, compartió Daniel.
Dado que su familia siempre fue muy devota, Daniel tuvo el impulso a esa ilusión, que no obstante, dejó pasar al ir creciendo.
Cuando cursaba la secundaria, Daniel tuvo que ser operado de emergencia y su mamá ofreció asistir a misa a San Lorenzo, todo lo que restaba del año, lo cual renovó la ilusión de Daniel. Y ya cuando le tocó ir a Confirmaciones, Daniel pudo enfocar su tiempo en el bien de la comunidad y entonces le quedó más claro que quería buscar la santidad.
“En mi curso de confirmaciones me preguntaba cómo ofrecer mi tiempo para ayudar a los demás a encontrarse con Dios y decidí entrar como coordinador. En ese momento me dí cuenta que el servicio me ayudaba a seguir madurando y a romper barreras que yo mismo me había impuesto, e incluso a ser consciente del pecado y del amor y la misericordia de Dios”, compartió Daniel.
Quería ser misionero
Dijo que en ese tiempo mantenía en secreto la chispa de la vocación sacerdotal, pues le daba miedo responder al llamado. Sin embargo, descubrió que Dios lo llamaba a misionar en alguna parte del mundo, por lo que comenzó a preguntarse a dónde podía ir de misionero.
“Pero en una homilía en Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, escucho que Ciudad Juárez es tierra de misión, pues hay muchos que necesitan conocer la Palabra, y que se necesitaban personas para el crecimiento espiritual de la diócesis.”, recordó Daniel.
Así, en una Hora Santa Daniel le dijo a Dios que si lo quería como sacerdote, no iba a poner pretexto, aunque en el fondo había mucha resistencia aún. Pero decidió inscribirse en el programa “Seminarista en familia”, en el que llevó acompañamiento vocacional.
Luego, en 2012, Daniel entró al Seminario, pero al cursar su segundo año de Filosofía, entró en una crisis vocacional y decidió salirse. Consiguió una novia, un trabajo e ingresó a la universidad.
Sin embargo, los vacíos lo volvieron a atacar, por lo que dejó a su novia. Y cuando en 2016 el padre Freud Cuéllar lo animó a unirse de nuevo a los servicios de la parroquia, Daniel reconoció de nuevo el llamado de Dios, y también su propia resistencia, así que hizo una larga y profunda reflexión, tras la cual optó por volver al Seminario.
“Fue el domingo 7 de agosto del 2016 cuando regresé al Seminario y fue una sorpresa para muchos, ya que fue de la noche a la mañana. Desde ese momento, en el Seminario sentía la mano poderosa de Dios que me impulsaba a seguir adelante y me invitaba a seguir madurando. Fueron años en los que descubrí la bondad y la misericordia del Señor y donde me di cuenta de que la gracia de Dios nos impulsa a entregarnos”, concluyó el próximo diácono.
Frase
“La oración de los fieles es de gran fortaleza para nosotros y nos ayuda mucho a seguir adelante. Los sigo invitando a que oren por nosotros, y por aquellos jóvenes que estén en inquietud vocacional, para que sean generosos con su entrega”.
Daniel Samaniego