Ana María Ibarra/ Diana Adriano
Al celebrar hoy domingo 17 de abril la Pascua de Cristo, los cristianos recordamos cómo la resurrección “abrió una nueva dimensión y descubrió un nuevo horizonte en la comprensión de la realidad”. Dicen los teólogos que el sentido de ser cristiano es intentar constantemente reproducir de nuevo, dentro de la vida, lo que apareció en su máxima intensidad y se hizo fenómeno histórico en Jesús-Verbo encarnado-resucitado.
Y así es, pues Jesús resucitado se hace siempre presente en donde se lleva su Palabra y su causa, de tal manera que “siempre que el hombre busca el bien, la justicia, el amor humanitario, la solidaridad, la comunión y el entendimiento entre los hombres, siempre que se empeña en superar su propio egoísmo, en hacer este mundo más humano y fraterno y se abre a una trascendencia que da sentido a su vida, ahí podemos decir, con toda certeza, que el Resucitado está presente, porque sigue adelante la causa, por la que él vivió, sufrió, fue procesado y también ejecutado”. (Leonardo Boff)
Por ello queremos presentar en esta edición testimonios de laicos que han sabido mostrar a Cristo Resucitado, a través de un entregado servicio a esta sociedad tan necesitada de vida.
Ven a Jesús en los migrantes
Roberto, Beto, Baca, se encontró con Jesús Resucitado hace 22 años cuando un grupo de Misioneros de la Pastoral de Padres del Instituto México, hoy Laicos en Misión Permanente, acudieron en un plan de Evangelización a San Buenaventura, Chihuahua, donde radicaban él y su familia.
“Pasábamos en ese momento una muy difícil crisis de salud, económica, familiar y situaciones personales complicadas de resolver. En ese encuentro, por el testimonio de los proclamadores y en una profunda oración frente al Santísimo Sacramento, pedí al Señor la oportunidad de ser como ellos: ir a los pueblos y proclamar su Palabra”, recordó Beto.
A los tres meses, el deseo de Beto fue concedido y durante 20 años ni él ni su esposa se detuvieron ni un instante en su labor evangelizadora.
“Los primeros años fueron muy difíciles, en una depresión aguda, con muchos ataques del enemigo, caídas, levantadas, pero sin abandonar el servicio y sobre todo conociendo a Jesús por medio de la Palabra y la oración… terminamos mi familia y yo profundamente enamorados de Él”.
El servicio, dijo Beto, es fruto de amor, de lo contrario no sería posible manifestar al Señor Resucitado.
“Es necesario que en nuestro corazón esté presente Cristo vivo y vivamos en esta experiencia, así, las intenciones del servicio hacen, por naturaleza, que su presencia se derrame”, señaló.
Atender la movilidad humana
Al cambiar su residencia a Ciudad Juárez Beto y su familia empezaron a ofrecer su hogar para dar alojamiento a amigos y desconocidos.
“Sacerdotes, religiosas, familiares, amigos, a veces desconocidos recomendados por alguien y necesitados, además de un techo, ayuda o acompañamiento se han alojado en nuestra casa. Algunos venían por la enfermedad de algun familiar, otros por el fallecimiento de un ser querido, otros por tramites en Consulado, etcétera”.
Esa situación mostró a Beto lo vulnerable que resulta para una persona encontrarse en una ciudad desconocida y su servicio dio un giro hacia los migrantes.
“El año pasado la hermana Cecilia López, religiosa de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor y directora de Casa Eudes, nos invitó a participar en la nueva misión que tiene que ver con migrantes”.
Hacen presente a Cristo
Así, Beto y su esposa hoy hacen presente a Cristo Resucitado en esta necesidad de acompañar a migrantes, aunque las pruebas y las dificultades no se detienen.
“Ver los rostros de cada persona nos hace enamorarnos más de nuestro Señor Jesucristo Resucitado y por ende vamos aprendiendo a amar más a nuestros hermanos”, dijo el entrevistado, quien hace un tiempo fue diagnosticado con cáncer en la tiroides.
“De momento flaqueamos, sin embargo, con Jesús siempre salimos adelante y hemos pasado días felices y sin dejar de servir”.
Beto invitó a la comunidad a no temer al compromiso a servir y dar su tiempo.
“Damos Gracias a Dios haber escuchado nuestra oración de llevarnos a la misión. Ha sido la mayor experiencia de vida que pudimos haber vivido. Mi llamado es a que vivan intensamente esta Resurrección, oren profundamente para que nuestro Señor siempre esté vivo en sus corazones y amen a los demás sin condiciones. Eso les dará días de paz y esperanza”.