Ana María Ibarra
Una vida de sufrimiento y soledad llevó a Eduardo a las adicciones. Desde joven vagó por las calles hasta encontrarse con Jesús Eucaristía ante quien cayó de rodillas para morir a esa vida de perdición y resucitar con Cristo.
Eduardo Tovar ayuda ahora otras personas a morir a las adicciones y resucitar para Dios.
Despreciado
En su niñez, Eduardo sufrió el abandono de su padre.
“Eso me marcó. En la primaria y secundaria, por no tener recursos y ser hijos de una mujer divorciada, éramos despreciados. En la secundaria me corrieron y fui a parar a una escuela a donde llegaban todos los corridos de otras escuelas. Ahí me involucré con jóvenes de pandillas y problemas de drogas”, compartió.
Recordó que cursó el bachillerato con pedagogía en la Normal Superior de Chihuahua, donde sufrió también discriminación y fue expulsado en dos ocasiones.
“Perdí el sentido de la vida. Tuve experiencias muy difíciles, vi a mis amigos morir y otros trastornados por las drogas. Sentía un vacío. No me sentía a gusto ni en mi casa”, recordó.
Así, Eduardo recorrió muchos lugares del país, vagando, sintiéndose abandonado, aunque reconoció que tenía amigos de iglesia e incluso un sacerdote que lo guiaba y lo invitaba a morir a su “viejo yo” para una vida nueva, pero era algo complicado para él.
Dispuesto a renacer
Los días y las noches se volvían cada vez más insoportables para Eduardo, quien reclamaba a Dios cada día por dejarlo vivir en esa condición.
“No me gustaba trabajar ni estudiar, mendigaba por comida. Siempre dando lástima. Fue muy triste esa etapa”.
El entrevistado trajo a su memoria a un grupo de jóvenes, también pandilleros, que se reunían para hacer un cambio en sus vidas.
“El grupo se llamaba Barrio del Señor, eran un montón de cholos que se juntaban. Iban conmigo a hacer oración. En ese momento era muy feliz, pero luego se iban y caía nuevamente en mi depresión. Vi a muchos cambiar sus vidas, pero yo no podía”, lamentó.
En esa búsqueda, dispuesto a cambiar, Eduardo tuvo una plática con el padre Paco Arriaga.
“El Barrio del Señor hizo un retiro de evangelización para pandilleros y el padre me motivó a asistir. Salí muy impresionado. Siempre desee tener un papá y ahí me dijeron que Dios era mi padre y que me ama”, compartió.
Ahí comprendió que tenía morir a sí mismo y decidió renunciar al pecado y vivir una vida nueva en Jesús.
De vuelta a casa
Después de tres días de felicidad, Eduardo cayó en pecado grave y peleó con Dios, regresando a su antigua vida.
Tres años más tarde, Eduardo pasó frente a la Catedral de Chihuahua cuando se dirigía a un punto de venta de droga. En una capilla se encontraba expuesto el Santísimo, ingresó y lo insultó, reclamándole por todo lo que sucedió en su vida desde su niñez.
“Cuando me desahogué quise retirarme, pero no podía darle la espalda. Me fui caminando en reversa y me regresé para caer de rodillas ante él y llorar. Escuchaba en mi interior que me decía: ya llegaste a casa. Eso fue el 17 de junio de 1991”, contó.
Ese mismo día Eduardo conoció que la agrupación Barrios Unidos en Cristo se encontraba en Guadalajara y el 18 de junio ya estaba en aquel lugar.
“Me hicieron una fiesta. Hubo misa, asamblea de oración. Fue un regresar a casa. Tuve la oportunidad de confesarme y me sentía muy alegre”.
Eduardo se quedó a formar parte del grupo de Barrios Unidos en Cristo y su misión consistió en ir a diferentes estados a formar casas de Barrios Unidos hasta que llegó a Ciudad Juárez bajo la asesoría del padre Alejandro Martínez.
En ocho años de Barrios Unidos, Eduardo ha visto resucitar a muchas personas.
“Todos los que hemos pasado por este problema hemos carecido de amor. Barrios Unidos es una casa de formación, todos los que estamos ahí somos una familia”.
Para Eduardo, que ahora se prepara para ser diácono permanente, todas las personas que han llegado a Barrios Unidos son gente productiva, que han podido dar un giro en la vida ante la oportunidad que se les brinda dejándose amar por Dios.
“Los invito a morir al pecado, a nuestros egoísmos, a todo aquello que no nos deja salir adelante. Déjense amar por Dios, resucitar por Dios. Este es un momento especial para vivir en plenitud. ¡Felices Pascuas para todos!”.