Pbro. Eduardo Hayen Cuarón/ Director de Presencia
Muchos católicos en todo el mundo hemos seguido el desarrollo del camino sinodal de la Iglesia de Alemania, y hemos visto, con tristeza, la ruptura de la comunión de la Iglesia Católica. Un grupo significativo de obispos, sacerdotes y laicos han tomado su propio rumbo en temas de moral sexual y eclesiología, con el peligro de contaminar de sus errores a otros miembros de la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Aunque el dolor es grande, no podemos dejar de mirar el escenario y pedir al Espíritu Santo que nos haga aprender algunas lecciones.
La primera lección es que el amor al dinero está a la raíz de muchos males en la Iglesia. La Iglesia de Alemania es la más rica del mundo. El impuesto que el gobierno alemán recibe del pueblo, para destinarlo a las diversas organizaciones religiosas, ha hecho que la Iglesia Católica del país sea el mayor empleador de toda Alemania. Con ese poderío económico hay muchas estructuras eclesiales financiadas y fondos de ayuda para otras diócesis del mundo. Así, muchas personas que reciben sueldo por trabajar en la Iglesia están más interesadas en conservar estas estructuras que en vivir la fe católica con libertad.
Jesús enseñó que «Raíz de todos los males es el amor al dinero; por desearlo, algunos se desviaron de la fe y se torturaron ellos mismo con muchos dolores» (1Tim 6,10). Se desviaron de la fe, señala san Pablo. Por amor al dinero se quebranta la eclesiología, la antropología, la moral, la liturgia, el derecho canónico y, finalmente, la cristología. Por amor al dinero el cuerpo doctrinal de la Iglesia pierde su armonía ya que todas las verdades de la fe están interconectadas; cambiar una sola enseñanza trastoca irremediablemente el resto del cuerpo doctrinal.
Como segunda lección aprendemos lo que es la falsa y la verdadera misericordia. Movidos por una equivocada compasión, los integrantes del sínodo tienen la buena intención de acercar al sacramento de la Eucaristía a las personas divorciadas vueltas a casar para que puedan comulgar, así como también quieren bendecir a las parejas del mismo sexo, como si éstas fueran expresión, de alguna manera, de la unión de Cristo esposo con la Iglesia esposa. Se han olvidado de que Jesús no bendice situaciones de pecado e invita a todos los que somos pecadores a la conversión del corazón. La verdadera misericordia es la que se ejercita en la verdad sobre la realidad del pecado, pero sabe acompañar a las personas en su camino de conversión.
Lo mismo sucede con la pretensión del acceso de las mujeres al sacramento del Orden sacerdotal y a los laicos a establecer consejos sinodales parroquiales, diocesanos y nacional. Querer que las mujeres representen a Cristo cabeza de la Iglesia, y que los laicos puedan tomar decisiones de gobierno para nombrar obispos y sacerdotes es una manera torcida de entender la misericordia. La Iglesia puede tener consejos consultivos, pero no puede establecer parlamentos como si fuera una democracia. Como Cristo la ha querido, la Iglesia es una comunión de amor y de servicio a la que todos los miembros del cuerpo prestan una colaboración recíproca.
La tercera lección es que sólo la obediencia y el amor a Pedro y a los Apóstoles, es decir, al papa y a los obispos en comunión con él, mantienen la unidad eclesial. Por más llamadas de atención que la autoridad de Roma les ha hecho, el Sínodo de la Iglesia en Alemania ha mostrado una gran rebeldía y un gran rencor contra la fe católica tal y como esta ha sido transmitida por la Tradición de la Iglesia. No les ha importado destruir la comunión y quieren que el resto de la Iglesia vaya por su mismo camino desviado. Nos preguntamos hacia dónde su desobediencia a la Iglesia y su obediencia a la ideología de género llevarán a los fieles que les siguen.
Recordemos en nuestra oración no sólo a los alemanes descaminados para que enderecen su ruta, sino por todos los fieles laicos en Alemania que quieren permanecer fieles a la Iglesia de Roma.
Son muchos los que no están conformes con el camino que sus obispos heréticos les están indicando. Ellos están sufriendo por encontrar parroquias donde se enseñe la fe católica integral. No quieren llevar a sus niños al catecismo en un templo progresista. Hay jóvenes que quieren formarse como futuros sacerdotes en seminarios cuyos obispos estén lejos de las ideas del camino sinodal. Muchos están desesperados y confundidos porque no saben qué hacer al ver que su obispo está alejado de Roma.
Oremos por ellos para que únicamente se aferren a Dios, y a través de una intensa vida espiritual puedan escuchar el soplo del Espíritu que los lleve a esperar tiempos mejores.