Pbro. Lic. Leonel Larios Medina/ Rector de la Catedral de Parral
El expositor en un Seminario de líderes, de amplia experiencia, mostró su preocupación ante la pregunta de uno de los asistentes respecto a un tema. El más preocupante de los problemas sociales actuales, a su modo de ver, es una generación entera de jóvenes sumergida en la drogadicción.
Los centros de rehabilitación son muy pocos y mal atendidos. Las clínicas especialistas, que garantizan muy poco éxito, resultan caras y privilegios de unos cuantos. Además, la situación no es nada alentadora. Ya no solo es la mariguana o la cocaína, se añade el barato y poderoso cristal, junto con el “fentanilo” que lo hace más adictivo.
Saber que jóvenes mueren por sobre dosis, escuchar esto de los artistas, o mirar simplemente por las tardes una de las colonias donde los que se juntan en esquinas o picaderos, parecen más zombies, que humanos. Un panorama triste y que a todos nos debe preocupar.
El mismo conferencista alentaba a buscar y sumar esfuerzos para prevenir esta tragedia. El enriquecimiento de algunos al promover los narcóticos, terminará excavando tumbas de su propia familia, de aquellos por quienes supuestamente, sale a trabajar y conseguir el pan de cada día.
Una participante decía: “en mi barrio solo se escuchan narcocorridos”, indicando todo lo opuesto a generar iniciativas para contrarrestar esta catástrofe social. El querer legalizar la mariguana, no acabará con la violencia, sino que en nuestra cultura mexicana ya se está viendo, solo se tomará de pretexto el uso “medicinal” para sembrar y hacerse “churros” antes y durante el partido de béisbol o de futbol.
Ver terminada la vida de forma anticipada de miles de jóvenes a causa de las drogas, son un claro signo que no estamos construyendo nada bueno para el futuro, nada alentador para ellos. Las drogas ofrecen un mundo idílico pero falso, para quien las consume, como para los que la venden. Tratan de evadir sus problemas, buscando soluciones al margen de lo real y fatigoso de trabajar cada día.
¿Cómo prevenir que los niños y jóvenes caigan en las drogas? Es la pregunta y el desafío planteado. Sabemos de antemano que no será a base de clínicas, ni leyes apresuradas, sino con el trabajo y el esfuerzo de cada padre de familia que se comprometa a reconstruir el tejido social. Denunciar inmediatamente tu desaprobación cuando alguien en tu grupo invita a consumir un cigarrillo apestoso, pero que te hace alucinar. Se trata de hace run frente común como sociedad, callando voces de esos corridos que presentan héroes bandidos y sin escrúpulos.
Ciertamente no bastará el esfuerzo aislado de cada uno, sino que es necesaria la suma de voluntades en asociaciones, en programas preventivos, en compromiso no solo por proteger a los cercanos de la familia, sino a tus vecinos y la próxima generación. Los adultos de hoy, donde se encuentran los enriquecidos por es te tráfico ilegal, tu y yo, somos los que estamos dejando un mundo herido y lastimado con estos lastres sociales. Ojalá que podamos contribuir a la solución antes que sea demasiado tarde.
Si llamamos a los jóvenes nacidos del año dos mil a la fecha “generación de cristal”, por lo frágil que parece su voluntad ante el sufrimiento y los problemas, se suma a la ecuación esta gran peste de drogas sintéticas o no, baratas o caras, en gente rica o pobre; personas con educación o de pueblos originarios, en jóvenes que generan robos y degradación. Todas tienen el mismo triste y mortal desenlace: tumbas de cristal.