Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con grande afecto y cariño de padre y pastor. Mis queridos hermanos, ya estamos en los últimos días del Año de la misericordia. Ha sido un año muy intenso donde Dios, a través del papa, con sus catequesis, nos ha invitado a experimentar en carne propia la misericordia de Dios, pero también a ser portadores e instrumentos de la misericordia de Dios. Es decir, ser misericordiosos.
El papa en estos últimos miércoles, en la Audiencia general, nos explica varias obras de misericordia. En la de este pasado miércoles nos habló acerca de dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, cómo vivir la caridad y salir al encuentro del que necesita. Hay mucha pobreza, hay hombres que viven en la pobreza tanto material, física o espiritual y moral, o en desnudez, no precisamente física, sino desnudez del alma. Y cuando el hombre vive esa pobreza y esa desnudez en todo sentido, se genera violencia, inseguridad.
Quiero conectar el tema de la misericordia con el tema de la paz. Misericordia y paz. Ser misericordiosos es vivir y construir la paz. El papa, y nosotros también estamos muy preocupados, mucho muy preocupados por la paz, porque haya paz en el mundo.
El papa en estos días nos está invitando a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de fe, a orar, a iniciar una campaña muy fuerte de oración por la paz en Siria, un país, una región del Medio Oriente que está sufriendo la guerra.
¡Tantas personas de cualquier etnia, creencia o situación social que han tenido que salir o pretenden salir de ese país! y buscar otros lugares donde piden asilo, piden que se les abran las puertas para refugiarse, huyendo de la guerra que a todos, no solamente a los cristianos, nos afecta. Particularmente a nosotros los cristianos católicos, pero en general a todos.
¡Qué triste!, ¡qué triste! ¡qué pueblo tan sufriente! ¡qué sufrimientos está viviendo en estos momentos el pueblo de Siria!.
El papa nos invita a para este fin de mes de octubre a que todo un día, 30 o 31 de este mes dediquemos todo el día, trabajo, sacrificios, Hora santa, nuestra misa, nuestra oración, por la paz en Siria. Pero no solamente en Siria, ¡en todo el mundo!
En todo el mundo hay situaciones de guerra, de violencia, deveras que cómo se están dando estos momentos de guerra, no se diga en América Latina, no se diga en nuestro querido México, estados como Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, entre otros y tristemente también nuestro estado Chihuahua. Ciertamente, a manera de consuelo, decimos que no está la violencia como en años pasados, como en el 2010, por decir un año, pero los últimos meses todo mundo comenta que se están sucediendo muchos hechos violentos en nuestra ciudad y como que hay amenazas que nos quieren meter el miedo. Hay amenazas de aquí y de allá que va a seguir esa guerra de poder entre grupos. ¡Qué triste! y eso es guerra, es falta de Dios, falta de misericordia.
Oración por la paz
Por eso los invito a orar y a trabajar por la paz. Si el papa nos está invitando a la misericordia, si yo experimento el perdón de Dios, Dios me convierte, Dios me transforma, Dios me ama, pero eso implica que tú y yo y todos los hombres trabajemos por la paz, desde la oración. Oremos, oremos, oremos. El poder de la oración es maravilloso.
Hay que orar como dice Jesús, siempre y con mayor insistencia, con plena confianza en Dios, orar, orar en familia, pero también tenemos que hacer acciones. Vivir más en familia, ser prudentes, no exponernos a andar en horarios peligrosos, trabajar en los valores del respeto, de la unidad, de la solidaridad, de la justici. La paz nos debe hacer procreativos, vernos como hermanos, abrazarnos, crear vínculos de felicidad y tranquilidad. Y ahí contribuimos todos, todas las instituciones, la Iglesia, nosotros como Iglesia, cada cristiano, cada familia cristiana, todas las familias. Pero también las instituciones de gobierno, también les pedimos que desde su instancia aseguren la paz entre los ciudadanos, nos den estabilidad, nos den tranquilidad para poder convivir, salir a trabajar, a la escuela, al mercado, a convivir con los amigos, a divertirse tranquilamente.
Poner de nuestra parte
Sí, estamos viviendo momentos difíciles sin duda alguna y esto nos preocupa de una manera muy grave. Entonces cada quien pongamos nuestra parte, cada quien ponga lo suyo desde la fe, desde la oración, desde la Eucaristía y su vida misma, vivamos en paz, también en una paz interior, estar yo en paz conmigo mismo, estar en paz con Dios, con mi familia, como matrimonios, estar en paz en el trabajo, en la oficina, en la maquila, con los vecinos. Salgamos al encuentro de los otros con los brazos abiertos, con la sonrisa, con el abrazo, con el saludo. Dénse la mano y dejemos a un lado rencillas, las envidias o soberbias, dejemos a un lado el pecado y más bien favorezcamos la paz a través de la oración, de la espiritualidad, a través de la misericordia de Dios y de los lazos fraternos. A través de la convivencia sana, del trabajo, de la educación, del deporte. Y desde la espiritualidad a través de la oración, de la Eucaristía, del Santo Rosario. Que María Santísima siempre interceda por nosotros con su amor maternal.
Yo los invito a reflexionar este fin de semana, este domingo y estos días próximos, a orar pues por la paz en Siria como nos pide el papa, por la paz en el mundo entero, en México, nuestra patria y particularmente aquí en nuestra ciudad y Diócesis de Ciudad Juárez. La paz empieza por tí, por mí mismo, por nosotros. Seamos pues constructores de paz confiando siempre en el poder de Dios, Él es el único, Él es el Príncipe de la paz. Recibe a Jesús en tu corazón a través de la Eucaristía, de la oración, del amor fraterno que se convierte en un instrumento de paz para con los demás.
Dios te ama, te protege, está con todos nosotros. Como siempre les doy mi bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.