Seguimos reflexionando sobre las virtudes teologales, para conocer su función en la vida moral de los cristianos, bajo la guía del padre Juan Carlos López, teólogo moral…
Pbro. Juan Carlos López Morales
- Introducción
Escribe Flecha Andrés que “esperar es tender confiadamente a un futuro en el que se imagina realizable el proyecto humano de ser”. Así que la esperanza incluye la idea de estar en camino, la confianza en un futuro mejor que es realmente posible. Para la esperanza cristiana ese futuro posible es la salvación, la vida eterna.
En ese proyecto humano de ser, es posible, dice Flecha, establecer una distinción entre esperanzas singulares determinadas y el estado anímico lleno de esperanza. Esta diferencia no es superficial. La esperanza empeñada en algo concreto (ganar la lotería, curarnos de una enfermedad, conseguir un empleo específico), puede manifestarse a la larga como engañosa y puede ser rebatida por la experiencia. Es decir, puede que no se consiga y eso acabe con nuestra esperanza. La otra, la esperanza abierta a lo universal trasciende aprobación o reprobación de la experiencia. Lo que significa que se espera algo mucho mayor que una cosa específica que puede o no, suceder. Para Gabriel Marcel, la esperanza singular es mas bien optimismo y no verdadera esperanza.
- Mensaje Bíblico sobre la Esperanza
Por lo que se refiere al Antiguo Testamento, es preciso recordar, en primer lugar, que la esperanza se presenta en la Escritura como la espera de un bien futuro. Además, se reconoce que si se pierde la esperanza, se pierde todo.
Los textos de los salmos no ayudan a comprender que Dios es el fundamento de la esperanza. En consecuencia, nadie debe confiar en sus riquezas. Para el pueblo de Israel toda esperanza se resume en el aguardo de una salvación escatológica, que necesariamente depende de la iniciativa y de la bondad de Dios.
Ahora, si ponemos nuestra mirada en los Evangelios, es evidente que en Jesús se han cumplido las antiguas promesas. Y al mismo tiempo, Él sigue orientando la atención de sus seguidores hacia un futuro de plenitud y de gracia: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Mc 1,15).
Para san Pablo la esperanza cristiana está caracterizada por la confianza. Esa confianza ha de ponerse en Dios, no en las cosas pasajeras. Se ejercita en la paciencia y es firme y tenaz, a pesar de su aparente debilidad. También el Apóstol nos enseña que ya que la esperanza cristiana está orientada al día de la venida del Señor (porque como cristianos lo que esperamos es que el Señor vuelva), ésta genera unas actitudes éticas para el presente: “Ustedes, hermanos, no vivan en la oscuridad, para que es Día no los sorprenda como ladrón, pues todos ustedes son hijos de la luz e hijos del Día…” (Cfr. 1 Tes 5,4-8).
III. Reflexión eclesial
Es una virtud teologal, infundida por Dios, por la que confiamos con certeza alcanzar la vida eterna y los medios necesarios para llegar a ella apoyados en el poder y la misericordia de Dios. La certeza de la salvación de la que se habla no significa que indudablemente nos vamos a salvar, sino que confiamos en el amor que Dios nos ha manifestado en su hijo Jesucristo y que si nosotros con su gracia el somos fieles, podremos participar en el Banquete del Reino Eterno.
En este sentido de la esperanza como confianza en la salvación, son varios los santos que lo afirman. Por ejemplo, San Juan Crisóstomo dice que lo único que salva al hombre es la esperanza en Dios. San Ambrosio de Milán afirma que el motivo de la esperanza es la bondad de Dios. Es decir, que podemos confiar en ser salvados por que Dios es bueno y nos ama. Por su parte, San Agustín, uniendo la esperanza al amor, anima a los fieles a amar a Dios gratuitamente, aguardando la recompensa absoluta que es Dios mismo: “Debes amar de suerte que no dejes de desear por recompensa el mismo Dios que únicamente te sacia…”. También el mismo Agustín, en su obra Sobre la fe, la esperanza y la caridad, dice que: “la esperanza es imposible si no hay algún amor”. Porque la esperanza o existe sin el amor.
El Concilio Vaticano II, en la constitución Gaudium et spes, podemos encontrar, según Flecha Andrés, al menos cinco elementos importantes en la reflexión sobre la esperanza: 1. La Iglesia se confiesa solidaria con las esperanzas de todos los hombres y mujeres de la tierra, así como con sus preguntas e inquietudes. 2. La Iglesia, se autocomprende como una comunidad itinerante, como signo de esperanza y heredera de una historia de esperanza, marcada por la promesa de la salvación. 3. Esa esperanza de la Iglesia, nace de la historia y de la pascua del Señor y se orienta hacia la esperanza de su venida. 4. La esperanza cristiana tiene un alcance decididamente ético: no disminuye el empeño del compromiso cristiano de construir esta tierra y de mejorar sus estructuras. 5. Todos los cristianos estamos llamados a dar testimonio activo de la esperanza por medio de nuestra vida y el ejercicio de una caridad activa.
- Esperanza y Responsabilidad Moral
Como hemos visto, renglones mas arriba, la Iglesia afirma su solidaridad con los gozos y las tristezas, las esperanzas y las angustias de toda la humanidad. La esperanza cristiana no puede presentarse como algo alejado de las aspiraciones cotidianas de los hombres. Ni puede hacer olvidar al creyente, su responsabilidad en la construcción de este mundo, sino que le ofrece razanos y fuerzas para tal compromiso. La esperanza del cristiano nunca puede dar pie para una vida irresponsable.
Terminemos recordando lo que San Juan Pablo II dijo en una de sus homilías de 1980: “La esperanza del hombre y la esperanza del mundo contemporáneo, la perspectiva del futuro realmente mejor, más humano, depende… de la conversión: de las muchas conversiones humanas, que son capaces de transformar no sólo la vida personal del hombre, sino la vida de los ambientes y de la sociedad entera”. No dejemos de esperar la salvación, para que no dejemos de convertirnos y así no dejemos de construir un mundo mejor. Construir aquí en la tierra el Reino de Dios.
La Virtud de la Esperanza. Pintor anónimo de Umbría, año 1500 aprox