El obispo de El Paso y el arzobispo de Santa Fe fueron recibidos por monseñor Torres Campos para un recorrido por obras católicas que asisten a migrantes, cuya presencia en esta frontera se incrementó exponencialmente en los últimos años.
Ana María Ibarra
Historias dolorosas escucharon el obispo Mark Seitz, de El Paso, Texas, y el arzobispo John Wester, de la Arquidiócesis de Santa Fe, en su visita a la Diócesis de Ciudad Juárez donde se encontraron con migrantes en distintos albergues de la ciudad.
La visita se realizó el pasado lunes 28 de febrero, cuando los prelados estadounidenses fueron recibidos por monseñor J. Guadalupe Torres Campos, obispo de Ciudad Juárez.
En Casa del Migrante
Acompañados por Dylan Corbett, director del Instituto Fronterizo Esperanza y algunas personas dedicadas al acompañamiento de migrantes en Juárez y El Paso, los visitantes llegaron a Casa del Migrante, donde monseñor Torres y los sacerdotes Javier Calvillo y Francisco Bueno, director y colaborador del albergue, respectivamente, les dieron una cálida bienvenida.
Los obispos tuvieron un primer encuentro con algunas familias migrantes en el patio de la Casa y platicaron con ellas para conocer su lugar de procedencia.
Enseguida, en el salón principal de la Casa de Ejercicios, contigua a la Casa del Migrante, tres familias se presentaron delante de los obispos y de manera breve compartieron sus testimonios: desde lo que les orilló a salir de su lugar de origen, las peripecias que enfrentaron en su trayecto, hasta su estadía en Ciudad Juárez.
Cada una de las familias agradeció a la Casa del Migrante el apoyo brindado, y pidieron a los obispos su oración y ayuda para alcanzar su meta de llegar a Estados Unidos.
Los visitantes les hicieron algunas preguntas y les expresaron palabras de esperanza.
“Estamos, en la Iglesia de Estados Unidos, preocupados por su situación y estamos rezando y haciendo lo que podemos para asistirlos, aunque no tenemos las respuestas fáciles”, dijo monseñor Mark.
Como presidente de la Dimensión Episcopal de Pastoral de la Movilidad Humana (DEPMH) en México, el obispo de Ciudad Juárez expresó que existe una tarea muy grande para la Iglesia en México que quiere ayudar, acompañar y orientar a los migrantes y desplazados que intentan llegar a Estados Unidos.
“En México existen 130 Casas del Migrante. Aquí, en Juárez, hay 35 albergues. Cuenten con nuestras oraciones y nuestra ayuda. Hemos trabajado con los señores obispos de todas las fronteras buscando herramientas para ayudarles en su camino y estancia”, señaló monseñor Torres.
En Casa Eudes
Los obispos de EU continuaron su trayecto rumbo a Casa Eudes donde fueron recibidos por las religiosas de la congregación Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, encargadas del hogar, y las mujeres migrantes que ahí se albergan junto con sus hijos.
En un ambiente fraterno, monseñor Seitz y monseñor Wester, junto con sus acompañantes, se sentaron en una mesa de diálogo con las mujeres, quienes les compartieron sus historias, algunas de ellas, con sus hijos en brazos.
Michoacán y Guerrero, así como Honduras, Guatemala y El Salvador, son los lugares de donde proceden estas mujeres que llegaron a Ciudad Juárez para cruzar a Estados Unidos buscando seguridad para ellas y sus hijos. El denominador común en sus historias es la huída a causa de la violencia y la falta de oportunidades.
Estas historias sensibilizaron a los visitantes quienes, no pudiendo ofrecer una respuesta concreta a su situación, les dieron su bendición y la promesa de acompañarlas con la oración y, en la medida de los posible, ayudarles en su proceso.
Reflexionaron sobre respuesta eclesial a fenómeno migratorio
Para concluir tan conmovedor encuentro, la comitiva se hizo presente en la parroquia Nuestra Señora del Rosario, donde el padre Héctor Xavier Villa les dio la bienvenida, acompañado de un grupo de migrantes haitianos.
El obispo Torres Campos se reintegró al grupo para el encuentro, al que llegaron sacerdotes, religiosas y laicos que asisten a migrantes en distintos puntos de la diócesis.
Con los migrantes haitianos se desarrollaron mesas de trabajo guiadas por Chartur González, del Centro de Espiritualidad san Francisco Javier, para un momento de reflexión interior personal y comunitario que detonó en una visualización de cómo la Iglesia Diocesana da respuesta a la situación de los migrantes.
Luego todos se dirigieron al templo para participar en la Eucaristía, donde se proclamó el evangelio del Buen Samaritano.
“Escuchamos en el evangelio el mandamiento del amor. Amor a Dios, amor al forastero, al que sufre. Hoy lo vemos en ustedes, queridos hermanos migrantes. Hemos escuchado en este día testimonios fuertes. Como dijo monseñor Mark, tenemos que pedir perdón porque hemos sido indiferentes. Nuestro compromiso es una Iglesia Samaritana”, expresó monseñor Torres en la homilía
.
Por su parte, el obispo Seitz señaló que dicho evangelio “no le gusta”, pues lo interpela.
“Cuando escucho este evangelio, escucho un desafío. Todos los que llevamos el nombre de cristiano necesitamos amor al Señor Dios y a nuestro prójimo. Cuando escucho sus historias, escucho la voz del Señor diciendo que no debo pasar de largo”, dijo don Mark.
El obispo de El Paso se dijo inspirado por la comunidad de Nuestra Señora del Rosario, pues señaló: “No tienen muchos recursos, pero el amor significa hacer lo que podemos hacer, ofrecernos nosotros mismos como instrumento en las manos buenas de Dios”.
Antes de la bendición, el padre Héctor agradeció la visita de los obispos y cedió la palabra a un migrante haitiano.
“Duraría 365 días en contar mi historia. Venimos de muy, muy lejos. Sufrimos, dejamos familia allá. Nosotros nos sentimos mejor en Chihuahua, en Juárez, porque donde pasamos antes no nos fue bien. Gracias a Dios y a la Iglesia Católica porque ayuda a nosotros”.
Finalmente, los visitantes compartieron un refrigerio con los hermanos haitianos.