Mtro. Gerardo Ortiz/ Profesor de Literatura
A la memoria del Padre Gilberto Pérez
La partida del Padre Gilberto trajo a mi memoria un antiguo disco de vinyl que yo escuchaba frecuentemente en los años 80s . Ese disco lo compré en varias ocasiones en la librería San Pablo y lo fui regalando a mis amigos. Una portada simple con joven contemplando la naturaleza, la contraportada una verdadera joya, un texto escrito por Don Manuel Talamas Camandari, entonces obispo de nuestra diócesis. Y en los créditos el nombre de un joven seminarista, un tal Gilberto Pérez en el requinto, el mismo Gilberto que con los años se iba convertir en sacerdote.
El disco es una verdadera joya que mueve el corazón. Mi copia del disco se perdió en alguna mudanza, y conseguirlo de nuevo fue materialmente imposible. Después supe que el Padre Gilberto tenía su propia copia y en más de una ocasión y con distintos emisarios le pedí que me lo prestara y nunca quiso hacerlo; decía que no, porque si lo prestaba no se lo regresaría; y tenía razón, la verdad es que no se lo hubiera regresado. A lo más que llegó, fue a decirme que si quería fuera a su casa a grabarlo pero que el disco no salía de ahí.
Recientemente, haciendo limpieza en la casa de los hermanos maristas, revisando unos viejos discos, me encontré intacto, envuelto en su plástico original, el tan buscado ejemplar: “Soy su mensajero”, Seminario Regional del Norte-Filosofía. Discos Viansa. Ahora el disco está en mi colección privada; quiero suponer que los maristas me lo regalaron, yo creo que sí, y por las dudas, no pregunto.
Del disco sobresalen dos cantos: uno que lleva por título “Nocturno” retoma un texto del Cantar de los Cantares: En mi lecho y por las noches busqué a mi amado… un bello canto de encuentro y amor apasionado. Y si “Nocturno” es bello, el “Cántico de Simeón” desborda los límites: “Ahora Señor tú puedes dejar a tu siervo irse en paz…”
Escuchar las voces que se entrelazan es estrujante.
Y ahí presente en esos bellos cantos, con su voz y requinto, un seminarista de ojos claros, cabello rubio y rizado, un joven que quería con su música, ser “antorcha para los pies y luz para los pasos” de quienes queremos ir por los caminos del Señor.
Esos cantos fueron y siguen siendo parte de mi formación espiritual, animaron momentos importantes de oración, impulsaron nuestras ganas de seguir a Dios. Así es que aparte de lo mucho que se ha dicho del padre Gilberto, hay que decir que cantaba y tocaba la guitarra. Gracias, padre Gilberto por haber sido parte de ese bello proyecto en tu juventud. Gracias por animar la vida espiritual de muchos de nosotros. Todo aquello en lo que creías era cierto.