Mons. J. Guadalupe Torres Campos/Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucho amor de padre y pastor. Deseo se encuentren de maravilla. Terminamos una primera etapa del Tiempo Ordinario y hemos comenzado la Cuaresma con fuerza, con poder. Apenas el miércoles pasado, miércoles de ceniza, tuvimos una gran presencia de nuestros fieles en las iglesias, tomando ceniza. Ojalá que lo sigamos haciendo, no solo el miércoles de ceniza, sino toda la Cuaresma: Ir al templo, hacer oración, confesarnos, participar de la Eucaristía, reflexionar la Palabra de Dios y prepararnos todo este tiempo para el misterio de la Pascua.
En el Primer Domingo de Cuaresma, el clásico texto de las tentaciones que Jesús tuvo, pero que nos hacen reflexionar sobre nuestra vida, nuestra fragilidad, nuestra condición de pecadores y se nos advierte de alguna manera de estar también nosotros atentos, siguiendo el ejemplo de Cristo.
Dice el texto de San Lucas -que es hermoso, hay que releer y volverlo a meditar para trabajar toda la semana- una afirmación preciosa: Jesús lleno del Espíritu Santo. Después de que fue bautizado, regresa del Jordán, y conducido por el Espíritu, se interna en el desierto.
Nosotros también tenemos al Espíritu Santo. Dios nos da su Espíritu, acojamos el Espíritu Santo, su fuerza, su luz, su gracia, su poder. Y también nosotros, conducidos por el Espíritu, internémonos en el desierto de la reflexión, del tiempo fuerte de Cuaresma, estos cuarenta días de preparación.
Es importante darle sentido a este tiempo de la Cuaresma. Tres aspectos importantes que hay que trabajar e intensificar: la oración, el ayuno y la caridad. Jesús se interna en el desierto y, dice el texto, no comió nada durante aquellos días. Siempre es importante el ayuno, sí, el ayuno físico, no comer carne ciertos días, dejar de comer estos momentos, estas horas. Pero en el fondo es el ayuno del pecado, del egoísmo, de la subversión.
Entonces vienen las tentaciones clásicas, hay que releerlas y aplicarlas a nuestra vida. La primera tentación, siempre atacando la divinidad de Jesús. ‘Si tú eres el hijo de Dios, ¿tienes hambre?’ Aquí está esta piedra, convierte esta piedra en pan para que comas. Cómo es sutil el demonio, nos atrapa aún en necesidades muy naturales. Pero la respuesta de Jesús es firme, clara: “no solo de pan vive el hombre”.
A veces nos afanamos en cosas materiales que son necesarias, algunas el pan, el alimento, pero no solo se refiere al alimento, sino a otras cosas. ¿De qué vivo yo? ¿Cuál es mi alimento primordial en el sentido espiritual? Mi alimento de Dios, mi alimento de la oración, mi alimento de la Eucaristía.
Segunda tentación, lo llevó a un monte alto donde ve toda la Creación y le dice: Si te postras y me adoras, todo será tuyo. La mentira, el engaño y a veces nos dejamos llevar por esas mentiras del demonio, nos dejamos vislumbrar del destello de lo material, de la riqueza del mundo. No nos dejemos seducir por el mundo, por lo material, por el oro, por el poder.
Y por eso Jesús le responde también con firmeza: “Adorarás al Señor tu Dios y a Él solo servirás”. ¿Mi fuerza es Dios? ¿Solo Él es el Señor? ¿A Él solo servirás? Tener nuestra vida bien enfocada en Dios. Claro, hay que servir al pobre, al enfermo, al necesitado, desde el amor a Dios. No dejarnos seducir por los atractivos del mundo.
Tercera tentación. Suben a lo más alto del templo. Y otra vez la tentación de la divinidad de Jesús. ‘Si eres el hijo de Dios, arrójate, tírate al suelo y los ángeles descenderán, te protegerán con sus brazos, te protegerán’.
Hemos repetido en otras ocasiones aquella expresión del Papa Francisco ‘con el diablo no se juega’. Así que mejor aléjate de él. Y Jesús nos da el ejemplo, la firmeza, la determinación, el contestarle. “No tentarás al Señor tu Dios”.
Son tentaciones que nosotros pudiéramos sufrir de una u otra manera. En la fe, en el amor al prójimo, en la santidad, en la gracia, en la fidelidad. Tentaciones que ahí están. Estar atentos. Siempre dejarnos llevar por la fuerza del Espíritu Santo.
Y por eso insisto, en este tiempo de Cuaresma intensificar la oración. En el secreto de tu interioridad hacer oración. La Confesión, siempre es bueno confesarnos, pero estos días los padres se han organizado para confesar en los decanatos, ¡Confesarnos! Y alimentarnos de la Palabra de Dios, sobre todo de la misa, la Eucaristía, comunicar el alimento por excelencia.
Entonces adentrémonos en el desierto, impulsados por el Espíritu Santo: Oración, ayudo y caridad, además del sacramento de la Reconciliación y el centro de nuestra vida, la Eucaristía.
Que el Señor nos proteja y nos fortalezca. Les mando un fuerte abrazo, mi cariño y mi bendición para todos ustedes. Un abrazo, cuídense mucho.