Presencia
A los 99 años de edad y rodeado del cariño de su familia y amigos, falleció en esta frontera, hace unas semanas, el ingeniero Adolfo Álvarez, generoso bienhechor de la Diócesis de Ciudad Juárez, a la que dejó un gran legado con sus conocimientos, profesionalismo y bondad.
El ingeniero Álvarez es uno de los constructores de edificios emblemáticos de esta iglesia particular, como el Seminario, con su capilla central, la Casa de Gobierno eclesiástico (Obispado), así como colaborador en la reconstrucción de la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe y en la edificación de otros templos.
El mejor ingeniero
En una entrevista para la sección “Constructores de la fe” que Periódico Presencia publicó en años pasados, monseñor Isidro Payán, uno de los fundadores de esta diócesis, recordó el trabajo del ingeniero Álvarez en Ciudad Juárez.
Aseguró que la Iglesia de Ciudad Juárez no sería lo que es hoy, de no haber sido por el incondicional apoyo y la buena voluntad de arquitectos e ingenieros que pusieron su tiempo y esfuerzo personal y profesional al servicio de la comunidad católica, entre ellos el ingeniero Álvarez.
“En el cálculo de ingeniería se le consideró el mejor ingeniero de la ciudad”, expresó monseñor Payán en aquella entrevista, en la que lo recordó como una pieza clave en la reconstrucción de la Catedral de Ciudad Juárez, que, como se sabe, debió demolerse.
“Hubo un problema con la cúpula. Se tumbó y se rehabilitó Catedral. Ahí conocí al padre Payán”, recordó el propio ingeniero Álvarez en una entrevista que Periódico Presencia le hizo durante una visita a la capilla del Seminario Conciliar, en 2019, invitado por el entonces rector, padre Juan Manuel Orona.
Una bendición
Para monseñor Payán, haber contado con ese apoyo del ingeniero Álvarez, “fue una verdadera bendición”, por su conocimiento y profesionalismo.
Lo consideró siempre un profesional con mucha exigencia personal hacia sí mismo y hacia la obra.
“Cuando veía que había algo de descuido en la obra decía: ‘una obra buena es siempre una obra limpia, una obra limpia es siempre una obra buena’… entonces cada determinado día hacía una vigilancia y revisión y los espacios se limpiaban completamente para que se pudiera trabajar con gusto y seguridad”.
Monseñor Payán también reconoció la disponibilidad que distinguió al profesionista, dando así testimonio como un católico practicante.
“Siempre estuvo dispuesto para resolver algún problema que se presentara en la obra o alguna situación imprevista… tenía una disponibilidad que es de mucha admiración”, acentuó monseñor Payán en aquella entrevista.
Otras obras
El ingeniero Álvarez también colaboró en la construcción del Obispado de Ciudad Juárez. “un edificio notable fuera del contexto propio de toda la ciudad”, dijo monseñor Payán al compartir esta anécdota:
“Cuando se construyó el obispado y se puso: Casa de Gobierno Eclesiástico, fue un golpe anímico que trajo protestas de grupos”.
Se refería a los seguidores de la masonería que, a mediados del siglo pasado, tuvieron gran peso en Ciudad Juárez.
“Fue un impacto fuerte desde el punto de vista de presencia de la fe, en contraposición de la fuerza que tenían en aquel entonces los señores masones”, aseguró.
Para el sacerdote -quien ya se encuentra jubilado- profesionistas como el ingeniero Álvarez “tomaron muy en serio, con mucho cariño y con un sentido grande de Iglesia”, la edificación de espacios para cumplir con su misión de evangelización y atención a los fieles.
Sobre el profesionista
Originario de Ciudad Camargo, Chihuahua, nacido en el seno de una familia cristiana, el ingeniero Adolfo Álvarez se distinguió, según palabras de monseñor Isidro, por ser el mejor ingeniero de sus tiempos, en cuanto a la edificación y seguridad de las obras.
“Estuvo pendiente de hacer lo que hace una persona generosa, fiel a la Iglesia y amante de su fe…todo lo hizo con una generosidad tremenda porque nunca cobró un sólo centavo por las obras que hizo en bien de la Iglesia y que fueron muchísimas”, afirmó.
A este profesionista también se le debe la edificación del Seminario, y de manera especial la capilla principal.
Le dan último adiós con la Santa Misa
Diana Adriano
Familiares y amigos de don Adolfo Álvarez se reunieron el pasado sábado 01 de marzo en la parroquia La Sagrada Familia para despedirlo con una emotiva misa.
La celebración Eucarística, presidida por el padre Mario Manríquez, párroco de la comunidad, fue concelebrada por el padre Juan Manuel Orona y Monseñor Isidro Payán, ambos amigos de don Adolfo.
A los pies del ambón, sus cenizas reposaban junto a una fotografía que evocaba su recuerdo, mientras los asistentes elevaban sus oraciones por su eterno descanso.
Con un ambiente de recogimiento y gratitud, los presentes recordaron la vida de don Adolfo, acompañando a su familia en este momento de despedida.
En su homilía, el padre Mario invitó a todos a dar gracias a Dios por la vida de don Adolfo, recordando su legado de fe, trabajo y amor por su familia.
El sacerdote destacó que, aunque la partida de un ser querido deja un vacío, la fe en la resurrección brinda consuelo y fortaleza. Llamó a la comunidad a honrar la memoria de Don Adolfo siguiendo su ejemplo de servicio y compromiso con Dios y con los demás.
Con palabras de aliento para su familia, el padre Mario animó a mantener viva su enseñanza y a confiar en la promesa de la vida eterna.
Recuerda su legado
El padre Juan Manuel Orona expresó con cariño su gratitud por haber conocido a don Adolfo Álvarez, a quien describió como una persona excepcional.
Recordó que su encuentro con él ocurrió en 2021, cuando realizaban una investigación sobre la construcción de la capilla del Seminario, obra en la que don Adolfo tuvo un papel fundamental junto al arquitecto Óscar Sánchez Cordero, por invitación de monseñor Manuel Talamás (QEPD), primer obispo de Ciudad Juárez.
Además de su destacada labor en la ingeniería civil, don Adolfo dejó una huella profunda en la diócesis, contribuyendo en la reconstrucción de la Catedral en los años setenta y en la edificación de templos como La Sagrada Familia y El Señor de la Misericordia.
El padre Orona subrayó que no solo fue constructor de edificios, sino también de una gran familia, siendo un hombre de fe, rectitud y amor a Dios.
“Nuestra diócesis estará siempre en deuda con él”, expresó el sacerdote, reconociendo su entrega al servicio de la Iglesia y de la comunidad.
Finalmente, elevó una oración por su eterno descanso y por el consuelo de su familia.